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La solución de España: «Repetid mis palabras»

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Una de las marcas de serie de la vanguardia de la ciencia económica de nuestro siglo es el diálogo con otras ciencias. No es nuevo, el recién fallecido Gary Becker obtuvo un Nobel en economía por ser pionero en esta innovación, en concreto, en el análisis económico de instituciones como la familia, entre otras cosas.

No solamente es el derecho o la matemática, también las neurociencias nos ayudan a entender desde una perspectiva mucho más rica temas tan relevantes para la teoría económica como la toma de decisiones. Comprar, vender, consumir, ahorrar, invertir… la economía consiste en la observación y análisis del resultado de nuestras elecciones en el mercado y las de los reguladores y políticos donde no hay libertad económica. Unos y otros agentes tratan de resolver el complejo problema de la administración de recursos escasos, sea el crédito, el trigo, el agua o la energía. Las soluciones que obtenemos pueden ser de dos tipos, principalmente, mágicas y científicas. Pero ¿por qué es tan atractivo el pensamiento mágico en economía?

La droga de solucionar problemas

Charlando este domingo con un amigo sobre la aportación de las neurociencias a otras disciplinas (economía en mi caso, derecho en el suyo), comentábamos cómo las recompensas neurológicas, psicológicas y sociales que, desde que el hombre era cazador-recolector y se organizaba en bandas semi- nómadas, proporciona el llegar a una solución para un problema, especialmente cuando se trata de algo que afecta a la comunidad, explican que resolver problemas se haya convertido en algo adictivo. Pero no solamente para quien lo logra, que recibe la descarga de sustancias que le deja neurológicamente feliz, psicológicamente satisfecho y le convierte en el más popular de la tribu, sino también para los miembros pasivos de la comunidad que ven cómo desaparece un enigma que generaba incertidumbre,que es la piedrecita en el zapato de la trascendencia del hombre.

Así que, incluso si la solución era satisfactoria a corto plazo, pero acababa con la vida de la aldea a largo plazo, el de la genial idea se llevaba los laureles y la gente eliminaba parte de la ansiedad ecológica.

Eso es el pensamiento mágico. La dependencia entre el salvador y los seguidores no lo ha escenificado nadie como el grupo cómico argentino Les Luthiers cuando, en la historia de Oblongo y su sobrino Yogurtu Ngé, el hechicero de la tribu, alrededor del fuego, trata de convocar un hechizo e insta a los miembros de la tribu y les espeta: “¡Repetid mis palabras…!” Y antes de que acabe la frase, la gente dice con profundo sentir: “¡Mis palabras, mis palabras!”.

Las soluciones mágicas en la España actual

Ese espíritu de la tribu de Oblongo y Yogurtu Ngé es el que nos invade a los españoles cuando, dejando la ciencia económica de lado, los políticos claman, bailando alrededor de la hoguera: “¡Hurra! ¡Colocamos la deuda, colocamos la deuda!”. Mientras, en algún remoto lugar de la galaxia, en concreto en Bruselas, se nos pide que pongamos en práctica reformas de verdad y que dejemos de aumentar el gasto. Y, en un rincón de la tribu, un grupo de economistas “cenizos”, que diría Luis Herrero, advierte, como Carmelo Tajadura, de que estamos en los límites del endeudamiento. Que es como decir “rien ne va plus” en la ruleta, oiga que esto ya no da más de sí, dejen de apostar, se acaba el juego. Pero esas admoniciones no tienen éxito porque no resuelven la ansiedad ecológica a corto plazo, y los españoles somos drogadictos de las soluciones inmediatas y las sustancias que se generan en nuestro cerebro que nos hacen sentirnos como en una nube colectiva de tranquilidad, en donde la responsabilidad queda endosada a otro (un político pasado, un extranjero…), y como nuestra percepción nos hace creer que estamos solucionando las cosas, podemos gastar otro poquito más, podemos no apretarnos tanto el cinturón. Son los efectos de la “droga”, es como ver dragones verdes en el techo del salón, o una catarata multicolor en el pasillo. No es verdad, no están ahí, aunque quien está bajo los efectos de la droga jura por lo más sagrado que sí y que son reales como el sol y la luna. Por eso, los salvadores de la economía, describen esos unicornios (como llamamos los cenizos a las políticas populistas de gasto) con pelos y señales y se percibe una seguridad en sus afirmaciones que delata su error.

Ni las dosis de dolorosa realidad nos ha desenganchado de esa adicción a las soluciones a corto plazo. Tras el descanso de las neuronas y la sensatez por las votaciones europeas, veremos hasta qué punto el empobrecimiento de la gente, ese 30% o más de pérdida de poder adquisitivo de la clase media, es suficiente terapia para desengancharnos.

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