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La transición a la Era de la Información (Sobre ‘El individuo soberano’)

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Si nuestro razonamiento es correcto, el Estado-Nación será reemplazado por nuevas formas de soberanía, algunas de ellas únicas en la historia. Algunas que recuerdan a las ciudades-estado y las repúblicas mercantiles medievales del mundo pre moderno. Lo que era viejo será nuevo después del año 2000. Y lo que era inimaginable será un lugar común. A medida que la escala de la tecnología se desplome, los gobiernos se darán cuenta de que deben competir como corporaciones por ingresos, cobrando por sus servicios no más de lo que valen para las personas que pagan por ellos. Las implicaciones de este cambio son de todo menos inimaginables.

El Individuo Soberano, Lord William Rees-mogg y James Dale Davison

Me parece necesario introducir una asignatura en el primer curso de todas las carreras universitarias que se llame La transición a la Era de la Información y tenga como manual El Individuo Soberano. Las instituciones del conocimiento y de la información necesitan algo más que una reforma. La canalización de las nuevas relaciones sociales y económicas es una tarea por hacer para permitir a empresas y profesionales desenvolverse con solvencia ante las innovaciones que se van desarrollando. Los servicios de seguridad y defensa se deben ajustar a las necesidades y cambios de la lógica de la violencia. Y todos estos cambios deben ser envueltos por nuevas formas políticas que funcionen como jurisdicciones privadas que den cabida a todos estos cambios y los organicen políticamente. Una nueva era está siendo edificada sobre los restos del naufragio de nuestras sociedades, y debemos prepararnos para ella.

Estamos viviendo los inicios de una transición megapolítica, un cambio de era. Cuatro son las etapas de la historia humana desde un punto de vista económico: las sociedades cazadoras-recolectoras, las sociedades agrícolas, las sociedades industriales y las que están asomando la cabeza en el parto de la historia: las sociedades de la información. La transición de la Era Industrial a la Era de la Información es la que va de la imprenta a internet.

La ley que rige esta nueva era es que el poder pasa de los compradores a los vendedores, de la ley de la oferta y la demanda a la ley de la demanda y la oferta. Como consecuencia de ello, las ventajas de controlar los recursos a gran escala serán cada vez menores, ya sean los recursos de la violencia, los de la producción o los del conocimiento. Internet no solo permite un acceso nuevo a canales de información y conocimiento para su distribución y adquisición, también a las mercancías y servicios. Además, permite conectar de forma mucho más personalizada la oferta con la demanda, por lo que la personalización y la especialización serán las líneas maestras que vayan reconfigurando todos los espacios sociales, económicos y también políticos.

Como bien dice Adolfo Contreras —que nos ha traído El Individuo Soberano al español—, “en periodos largos de tiempo no hacemos aquello que consideramos bueno, sino aquello que estamos incentivados a hacer”. Pues estamos viviendo un cambio en los incentivos de la forma de producir, atesorar riqueza, relacionarnos socialmente y acceder al conocimiento y la información; es decir, estamos cambiando nuestra forma de vivir. Por ello, es inevitable que también se produzca un cambio en la forma que tenemos de organizarnos políticamente.

El libro analiza la crisis del Estado-Nación. La Historia no se repite, pero rima. Al igual que el orden medieval entró en crisis con la aparición de dos innovaciones que cambiaron los incentivos en los ámbitos del acceso y distribución del conocimiento y la información —la imprenta— y del ejercicio de la violencia —la pólvora—, el Estado-Nación también entrará en crisis por la aparición de Internet y del ciberdinero.

“Gobiernos del Mundo Industrial, vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos.” (Declaración de Independencia del Ciberespacio, Barlow). El ciberespacio es un nuevo espacio a nivel global, donde los Estados no tienen soberanía, que permite relaciones sociales y económicas que no pasan por los filtros estatales. Además, es un ámbito que al ir cobrando cada vez más relevancia deja en evidencia una de las principales atribuciones del Estado: la producción de seguridad. El Estado es incapaz de perseguir eficaz y eficientemente los ciberdelitos.

Asimismo, no ha parado de asumir cada vez más competencias, por ello tiene unos compromisos de gastos enormes, además de una importante losa de deuda pública. En el caso de que los ciudadanos comiencen a hacer un opt-out, los Estados se verán obligados a subir cada vez más los impuestos y a crear más dinero de la nada para poder hacer frente a sus gastos, entrando en una espiral autodestructiva: “El Estado se ha acostumbrado a tratar a sus contribuyentes como un granjero trata a sus vacas, manteniéndolas en un campo para ordeñarlas. Pronto, las vacas tendrán alas. […] Cuando los individuos puedan manejar sus propias políticas monetarias a través de la red, importará poco o nada que el Estado continúe controlando las imprentas de dinero de la era industrial.” (El Individuo Soberano)

Pero los cambios de era no suelen ser pacíficos. Los beneficiados por la coacción organizada, los que viven del Estado, verán con malos ojos la libertad de los conquistadores del ciberespacio. Por ello, es de esperar que los ataques, la fricción y la violencia se incrementen como fruto del cambio de era. Los incentivos en nuestras sociedades están extraordinariamente mal alineados, lo que agravará significativamente la situación.

Con el abandono de las antiguas profesiones del industrialismo aparecerán los neoluditas. Aquellos que han logrado buenos ingresos con profesiones poco cualificadas o especializadas verán menguar sus ingresos frente a aquellos que sean los mejores en el margen. La producción industrial requería de recursos naturales ligados a un territorio y eran muy intensivos en capital, por lo que eran muy vulnerables a ataques. Además, trasladar la industria de un lugar a otro suponía incurrir en unos gastos enormes. Esto permitía a los Estados y a los trabajadores ganar poder de negociación organizando la coacción sobre ella a cambio de protección, consiguiendo mejores salarios y altos impuestos sobre la producción. Hoy, tanto un creador de contenido —un youtuber— como una empresa completamente digital pueden elegir las jurisdicciones que mejor les traten, porque sus ingresos no están vinculados a recursos naturales, pueden hacer sus patrimonios completamente portátiles y sus necesidades de protección son muchísimo menores. Es su poder de negociación el que cambia radicalmente con el cambio de los incentivos de la Era de la Información.

Usain Bolt batió el récord de 100m del mundo por primera vez cuando estaba en 9.735s, lo hizo con la marca 9.72s. Una diferencia de 0,015s en el margen le ha llevado a la cima del mundo del atletismo. Lo mismo pasará en cada vez más áreas: el ganador se lo llevará todo. Esta parte de la población que esté en el margen será capaz de proteger sus ingresos mejor que nunca antes en la historia, lo que les permitirá convertirse en lo que el libro llama individuos soberanos.

Los perdedores de la Era de la Información serán aquellos que tengan sus patrimonios e ingresos inmóviles y vinculados a los Estados. El Estado les chupará el tuétano hasta que se queden esqueléticos para alimentar a los consumidores de impuestos. Cuando ya no quede nada, éstos también sufrirán la merma del alimento. Esto implica que las sociedades del siglo XXI, para bien o para mal, serán más desiguales que ninguna otra que hayamos vivido antes.

Y todos estos cambios también pasan por la aparición de nuevas formas de organizarse políticamente, lo que los autores llaman microsoberanías. Las grandes ciudades son propias del industrialismo, parece consecuente que con el fin de éste aparezca una nueva forma de organizarse políticamente. Al ganar poder, los individuos soberanos y gracias a la facilidad para poder asociarse a través de internet, podrán negociar de tú a tú con Estados para poder establecer sus propias jurisdicciones. Y dado que la protección será cada vez más informática que militar, las jurisdicciones de todo el mundo competirán por atraerles a su territorio, haciendo que las palabras de Molinari tengan más sentido que en ningún otro momento: “Por lo que a nosotros concierne, estamos totalmente convencidos de que un día se establecerán asociaciones para reclamar la libertad de gobierno como han sido establecidas para reclamar la libertad de comercio” (La producción de seguridad, Gustave de Molinari).

Es un libro magnífico para comprender el momento histórico que vivimos y la dirección en la que vamos. Parece mentira que sea un libro publicado en 1997 y haya descrito con tal precisión la evolución de las siguientes décadas. Hay que agradecer a Adolfo Contreras y a Javier A. Maestre traer al español esta obra imprescindible, además con prólogo de Miguel Anxo Bastos. En ella se anticipa la transición a una nueva era, los cambios en los medios de comunicación, la aparición de Bitcoin y de la cibereconomía, la evolución en la lógica de la violencia, la crisis de los Estados- Nación, la necesidad de una moral fuerte para los nuevos tiempos, la aparición de las Micrópolis, la agonía de la democracia entendida como el fundamento del gobierno, la reacción de los nuevos luditas, el fin del igualitarismo y las erupciones de violencia de los Estados cuando se vean impotentes.

Por mi parte, en Micrópolis trataré de complementar con una fundamentación filosófica buena parte de las líneas trazadas por este manual imprescindible para manejarse en la nueva era, analizando sus cimientos y tratando de corregir algunas de las tesis planteadas. La crisis que vivimos no es meramente de una forma de producción. Tampoco es el fin de la política. Es la crisis de la Modernidad.

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