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Las cinco claves de la macro argentina en 2020

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El mayor desafío que el Gobierno tiene por delante es contener el incremento del gasto público.

La herencia 2019 es muy distinta que aquella recibida por Cambiemos en 2015. En aquel año, Argentina enfrentaba fuertes desequilibrios fiscal, monetario y cambiario, además del cepo, las tarifas atrasadas y la poca transparencia del INDEC. En 2019 los problemas son otros, empezando por la reestructuración de la deuda. Si esta negociación es exitosa y se posterga el pago de intereses por un plazo de uno o dos años, la macro argentina 2020 tendrá una base de equilibrio fiscal primario, consolidado (las provincias también tienen las cuentas ordenadas) y financiero. También parte de un tipo de cambio más alto que no requiere de nuevas devaluaciones, con el costo político y social que siempre ha provocado. Alberto Fernández podría arrancar ya desde su primer año con un ordenamiento de la macro que dé lugar a un rebote de la economía, tras dos años de crisis.

¿En qué consistirá la política económica en 2020?

1. Reestructuración de la deuda. La situación es compleja porque hay que negociar con el FMI y otros acreedores un cambio de bonos por otros, pero considerando que al inicio de la negociación cotizaban a un 40 % de su valor original, la posición del Gobierno argentino luce sencilla. Proponer bonos sin quita, postergando el pago de capital e intereses para dentro de dos años podría ser suficiente para que Argentina recupere actividad, y con ello recaudación, alcanzando un superávit fiscal primario que permita empezar a pagar los compromisos de deuda pasado ese plazo. El mayor problema del Gobierno aquí es creer que una mayor quita de capital a los acreedores es mejor para la Argentina porque queda menos endeudada. Hay que tomar consciencia de que Argentina debe empezar a recorrer un camino donde construya reputación, en lugar de seguir con la viveza criolla que destruye nuestra calidad institucional.

2. El equipo económico afortunadamente ya ha dado señales claras de buscar los equilibrios múltiples mencionados, y Guzmán, el ministro de Economía, ha sido claro en reiteradas ocasiones en buscar estos equilibrios en forma integral. Pero lamentablemente, el camino para buscar este equilibrio fiscal fue por la vía de nuevos impuestos, lo que permitiría mejorar la recaudación en el corto plazo. Mi diferencia aquí radica en señalar que Argentina debe reducir la presión tributaria si busca multiplicar la inversión real y así generar empleo genuino. Guzmán entiende que el mayor problema que recibió como herencia es la deuda social, con un alto nivel de pobreza, indigencia y desempleo. Por ello se rehúsa a tocar el gasto público y más bien encara el problema por el lado de los impuestos. Parece ignorar el ministro la fuerte carga de gasto improductivo que tienen nuestros presupuestos nacional y provinciales. Habría sido mucho más reconfortante si Guzmán hubiera mencionado esto, y con tiempo atacara el gasto que desvía recursos de los bolsillos de la gente a una clase política que se enriquece.

3. El gasto público se había incrementado en los 12 años del kirchnerismo desde un 25 % promedio en las décadas previas a un insostenible 46 % del PIB. Este gasto se ha reducido en estos cuatro años de Cambiemos, a través de algunos ajustes selectivos como la quita de subsidios a los servicios públicos, pero más aún por la propia crisis económica, por las devaluaciones y su inflación consecuente, que licuó ingresos y salarios reales y permitió bajar el gasto a un estimado de 40/42 % del PIB para 2019. Si Argentina rebota en actividad y el PBI recupera su potencial, entonces la baja podría continuar un sendero de ordenamiento, pero si el gasto sigue incrementándose esta meta de recuperar niveles sostenibles de gasto queda cada vez más lejana.

4. El mayor desafío que el Gobierno tiene por delante no es la renegociación de la deuda, que luce sencilla y rápida, sino contener el incremento del gasto público. Es cierto que Cambiemos bajó el gasto público sobre PIB de 46 a 40 %, pero esa reducción es de baja calidad. La planta de empleo público no se ha reducido, y la reducción en los salarios reales se iría recuperando y con ello también se incrementará la ratio de gasto sobre PIB que Cambiemos heredó en 2015. No parece descabellado pensar en un escenario donde Alberto Fernández dará respuesta a sus propias promesas de campaña, cediendo ante los cantos de sirenas de todo el arco político, y con ello se elevará el gasto, de nuevo a niveles que pondrán contra las cuerdas a la Argentina. Es cierto que, en el corto plazo, ese mayor gasto podría financiarse con los nuevos impuestos, más la suspensión de pagos de deuda (tanto de capital como de intereses), pero una vez que Argentina enfrente nuevamente los vencimientos de deuda, volverá a ser insostenible.

5. Alberto Fernández mencionó muchas veces que su política económica se parecerá a la del primer Gobierno kirchnerista. No olvidemos que aquella Argentina, si bien dio alivio social tras la crisis de 2001, nos condujo a los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario que luego condenaron a la Argentina a varios años de estancamiento y crisis. Guzmán no debe perder de vista la sostenibilidad del rebote, recuperación y crecimiento que en el corto plazo podría iniciarse, y para ello el plan tiene que sea integral, consistente, viable y sostenible. Por ahora no hay señales de que el plan cumpla con estas características. Rehusarse a reducir el gasto improductivo, más impuestos y aislamiento nunca dio resultado.

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