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Las elecciones europeas: la profe me odia

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Este ha sido un lunes de resaca de dos acontecimientos: la victoria del Real Madrid y las elecciones europeas. En un caso, los atléticos han sido un duro y digno rival que ha luchado hasta el final y cuya afición ha felicitado a los ganadores, a pesar de los pesares, con toda deportividad. En el otro caso, los perdedores no siempre han reconocido su derrota, y han echado balones fuera en vez de comportarse con nobleza y la humildad que el resultado demandaba de una democracia supuestamente madura.

¿Queremos el fin del bipartidismo?

Una de las sorpresas es que las cabeceras de los periódicos y las barras de los bares se han llenado de titulares de lo que era una muerte anunciada: los dos principales partidos, PP y PSOE, han sufrido un duro castigo por parte de sus electores. Y entonces nos ha entrado el pánico. A pesar de lo cual, desde hace muchos meses, la gente no ocultaba su malestar ante la alternancia de socialistas y populares que, de una manera u otra, han terminado convergiendo tanto en muchas de sus políticas, que a menudo resulta difícil distinguir uno del otro. La razón, en parte, es que la integración de las políticas europeas, que nos dibujan como un requisito imprescindible para la estabilidad monetaria y económica de la zona, impone las mismas políticas a los gobiernos sean del color que sean. O, tal vez, los gobiernos españoles, desde que Felipe González firmó el Tratado de Maastricht, se escudan en la imposición de medidas económicas por parte de nuestros socios europeos, para justificarse ante sus electores.

¿Qué idea teníamos del fin del bipartidismo? No habría sido lógico que hubieran aparecido tres partidos de centro (opción invadida por los dos grandullones de la pandilla). Así que las otras opciones han aparecido más bien hacia los extremos. La derecha no ha comprado la apuesta de VOX, la izquierda sí ha comprado la de PODEMOS y los partidos menores que ya existían, Ciudadanos ha conseguido dos representantes y UPYD más o menos se quedan como están. La interpretación es que la izquierda se reagrupa con más facilidad que la derecha. El miedo sobreviene porque todos sabemos que el partido revelación de Pablo Iglesias nació en marzo y que su líder tiene en su haber estar financiado por países con gobiernos liberticidas como Cuba y Venezuela y salir en las tertulias exhibiendo lo peor de la izquierda española. ¿Sobre los hombros de quién se ha aupado? Sobre los de una generación joven de gente de izquierdas sin mucho más fundamento que la confianza en un tipo con coleta que da clases en la "uni" y "da caña" en las tertulias. Y luego, un programa electoral parecido a lo que se oía a los antisistemas del 15M pero aguado y en clave europea, es decir, sin proponer nada concreto, imposible de cumplir, pero muy populista. Es la nueva política espúrea tan alejada de la Política (con mayúsculas) como el "pinte con números" está de las obras de Goya.

La profe me ha suspendido

Esta frase, tan infantil, tan adecuada para el vaguete de la clase que no sabe cómo esconder su holgazanería es a lo que suenan todas las palabras de PP y de PSOE, incluidas las de Elena Valenciano, quien, aunque sí reconocía en voz alta que es necesario reflexionar sobre lo ocurrido, soltaba un "lo del PP es patético" como si lo suyo fuera ejemplar. También es cierto que debe seguir la pobre analizando qué parte de su mesiánica misión no han entendido las mujeres españolas, y que Rubalcaba ha decidido no presentarse de nuevo como candidato socialista.

El Partido Popular, por su parte, sonríe porque ha rascado un par de escaños al PSOE, y como ya viene siendo costumbre, no sabe, no contesta y se limitan a salir al balcón a saludar como reyezuelos de una monarquía de todo a 100 o presidentes de una república bananera.

Al final, como me llevan recriminando antes de saber el resultado, la culpa va a ser de quienes hemos vencido de verdad, aunque reconozco que con el margen que yo habría deseado: laabstención.

Porque somos los que negamos la mayor y nos negamos a participar en el circo los que, al parecer, tenemos la culpa de que la gente no se crea más los discursos vacíos de los dos grandes partidos, o que la gente trate de buscar otras opciones, aunque eso implique que suba en el escalafón la rubia de bote piji-hipi y su discurso populista.

Sería una bonita reflexión plantearse por qué más de la mitad de la gente no va a votar y qué tendría que pasar para que nos acercáramos a las urnas. No caerá la breva.

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