Skip to content

Las familias empresarias y la educación económica

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Reseña-resumen de La Educación Económica de las Empresas Familiares, con subtítulo "desde la perspectiva de la Escuela Austríaca de Economía", Fernando Nogales Lozano coordinador, Unión Editorial, 2013.


Unión Editorial prosigue su recién inagurada colección "Empresa Familiar" con la publicación de La Educación Económica de las Empresas Familiares, un conjunto de ensayos en torno al tema coordinados por Fernando Nogales y escritos por los mejores especialistas en teoría económica en lengua hispana: María Blanco, Alejandro Gómez, César Martínez Meseguer, Martín Krause, Adrián Ravier, Juan Ramón Rallo, Miguel Ángel Alonso Neira, Raquel Merino y Miguel Anxo Bastos Boubeta.

El prólogo del profesor Jesús Huerta de Soto, resaltando la –sorprendente- novedad del tema tratado, nos ofrece el mejor resumen de los diez capítulos de esta obra. Nos muestra cómo, por su mentalidad, la empresa familiar tiende en sus relaciones tanto familiares como empresariales a buscar modelos espontáneos de cooperación alejados de intervencionismos públicos, utilizar los recursos propios, respetar los contratos y cumplir la palabra dada. "Soportan" y resisten mucho mejor las crisis económicas, pues están menos endeudadas, y sus reestructuraciones de personal son mínimas comparadas con las empresas no familiares.

Todo lo indicado está en las antípodas de lo que se enseña en la mayoría de las Facultades de Ciencias Empresariales y Económicas actuales, inmersas en un mainstream mayoritariamente neoclásico y keynesiano. Esto, unido a la estigmatización ideológica de la figura del empresario transmitida desde la infancia en la educación pública, lleva a una fortísima caída del espíritu empresarial, altas tasas de paro, aumento imparable de los impuestos, elevados índices de deuda tanto privada como pública, permanentes reglamentaciones abusivas y no pocas veces contradictorias, y ciclos económicos auge-recesión cada vez más frecuentes e intensos.

Y apunta que necesitamos las suficientes condiciones de libertad y de calidad institucional para que emerjan la creatividad y los deseos de cooperación e intercambio que todo ser humano llevamos dentro, recuperando el protagonismo directamente las personas que actúan, que son las que mejor conocimiento tienen de sus necesidades reales, y quieren sentirse libres en el proceso continuo de búsqueda de soluciones. Y anima a las familias empresarias, que llevan muchas décadas nadando contracorriente, a sentirse orgullosas de su proceder.

Fernando Nogales, asesor de empresas familiares, introduce la obra subrayando que resulta vital saber anticipar las consecuencias negativas futuras de las políticas crediticias y monetarias impuestas por los gobiernos y sus Bancos Centrales, pues no es fácil entender cómo ocurre que "los mismos bancos y gobernantes que con anterioridad les ofrecían créditos a bajísimo interés y sin necesidad de aval, ahora ni le prestan dinero y además les suben los impuestos".

Adrián Ravier, en el capítulo titulado "Coordinación social y formación de capital", en doce páginas hace un muy buen resumen de la teoría económica (austríaca). En tres pasos, de menor a mayor, analiza primero al individuo y su acción, para luego considerar el intercambio, y sólo más tarde, el marco social (el proceso de mercado y la coordinación).

El elemento esencial para esa coordinación es el cálculo económico, pues gracias a la existencia de dinero, los intercambios generan precios monetarios (ratios históricos entre los bienes económicos efectivamente intercambiados), que sirven de orientación para la creatividad humana en busca de oportunidades de negocio. Esto no es otra cosa que la soberanía del consumidor, es decir, que los dueños de los factores de producción deben producir aquello que la gente demanda. Pero las expectativas del vendedor no siempre se encuentran con las de un consumidor, y el capital utilizado para producirlo queda congelado hasta que éste se vende (lo que impide que sea utilizado en otros fines).

Los procesos de mercado generan un incremento en el nivel de vida de todos sus miembros, característico de una sociedad abierta, descentralizada, en la cual, bajo el respeto por la propiedad privada y la libertad individual, se realizan acuerdos voluntarios. Esto sucede cuando existe "igualdad ante la ley" (ésta se aplica a todos por igual, sin tener en cuenta circunstancia particular alguna). Visto de otra manera, si entendemos el problema económico como uno de conocimiento, cuando esto ocurre cada miembro de la sociedad, con sus propias valoraciones y preferencias, es el protagonista, aportando el conocimiento de sus circunstancias de tiempo y lugar.

Por el contrario, bajo el socialismo (o estatismo) la coordinación social se intenta imponer desde arriba, asumiendo que el fin de todos los individuos es único. El protagonista es el gobernante y los funcionarios, con vínculos de tipo hegemónico, unos mandan y otros obedecen.

César Martínez Meseguer analiza "Las instituciones sociales evolutivas: la familia, el mercado, el dinero, etc., como base del progreso humano". Subraya su origen no intencionado, y que no persiguen fines predeterminados. Son regularidades o repeticiones pautadas de determinadas conductas, hábitos, o costumbres, surgidas (a través de procesos descentralizados de ensayo, prueba y error, y aprendizaje) de los intentos de adaptación de los individuos a las circunstancias que les afectan en cada momento y lugar, marcando los límites más adecuados que deban ser respetados en las interacciones. Consiguen con ello un máximo aprovechamiento de la información que cada miembro del grupo posee. Además, señala el contraste que existe entre éstas y los órdenes creados deliberadamente u "organizaciones" (que persiguen fines preestablecidos).

Cuando el proceso evolutivo y espontáneo se ve adulterado y manipulado por el intervencionismo de los poderes políticos (que carecen de la información y el conocimiento para hacerlo), los riesgos para el buen funcionamiento de la sociedad son incalculables, interrumpiendo el proceso natural de evolución, cercenando la libertad de los individuos y la propiedad privada, generando tanto inseguridad jurídica como la formación de burbujas económicas y ciclos económicos.

Martín Krause (capítulo "Calidad institucional y progreso") nos muestra su "Índice de Calidad Institucional" (ICI), y cómo lo calcula, junto con los resultados obtenidos para los distintos países desde 2007 hasta la actualidad. Busca evaluar las posiciones relativas de cada país en términos de calidad institucional como base para una verificación empírica de distintas teorías. Los países que aparecen en las últimas posiciones del ICI (Myanmar, Somalia, Corea del Norte, y en América Latina Haití, Venezuela y Cuba), cuentan o bien con gobiernos que se han puesto como objetivo la igualdad (de oportunidades) o bien no parecen contar con un marco institucional en absoluto, y los individuos están sometidos a los abusos de grupos organizados para utilizar el poder en beneficio de "sus" propias oportunidades.

Destaca una especial preocupación por la trayectoria específica de los países Latinoamericanos, siendo el Estado de Derecho una materia pendiente para toda la región. Dos caminos dividen la región entre aquellos países que han consolidado sus instituciones económicas para un mejor funcionamiento de los mercados (Chile, Panamá, Perú, Colombia) y aquellos que las han deteriorado (Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina). Se trata, dice el autor, de aprender de aquellos que han alcanzado buenos niveles de calidad institucional.

Miguel Ángel Alonso Neira y Juan Ramón Rallo analizan "El impacto de los procesos de expansión monetaria y crediticia sobre la estructura productiva española durante el período 1998-2011". Sus resultados muestran el crecimiento del volumen de crédito (sin respaldo previo de ahorro real; y que tuvo como destino principal los países de la periferia europea y sus bancos, y en España, el sector de la construcción); su desagregación; y la variación en la tendencia de cambio de los datos trimestrales de distintos índices de producción (sector de la construcción, bienes de equipo, bienes de consumo duradero, no duradero, más el índice de producción industrial), resultando el perfil temporal de las series consistente con la secuencia que se esperaría según la teoría del ciclo monetario endógeno (contraste empírico). En las circunstancias del ciclo histórico reportado el sector de la construcción actuó como un indicador adelantado del ciclo, mostrando un patrón de auge y recesión más acentuado que el del resto de las variables.

Juan Ramón Rallo nos ilustra con algunas interesantes particularidades que nos ayudan a entender el desarrollo del proceso que desencadena los ciclos económicos, y sus causas. El título de este capítulo "Dinero, crédito bancario y políticas monetarias" parafrasea el del quizás más destacado libro del profesor Huerta de Soto, remarcando el origen de "los ciclos económicos" en las "políticas monetarias". Como nada es perfecto, ciertos detalles de su controvertida "teoría de la liquidez", no acaban de convencernos.

Raquel Merino nos orienta sobre la importante cuestión de "La gestión de patrimonios e inversiones familiares". Subraya la importancia de dotar o inculcar a los sucesores también del capital no financiero del fundador (entendemos que por tal se refiere al "conjunto de rasgos" de éste, su pundonor, entusiasmo y convicción, y la visión o misión de transcendencia y perdurabilidad, y su conocimiento práctico). Recomienda que las familias tengan bien diferenciado el patrimonio "de uso" personal, del patrimonio vinculado a la empresa familiar, y del patrimonio en forma de otros activos. Y concluye exponiendo las nociones fundamentales del arte del "asset allocation", teniendo en cuenta las necesidades vitales o perfiles de inversor, y los distintos entornos económicos y fases del ciclo secular.

Miguel Anxo Bastos Boubeta, en un perfecto colofón al libro ("La empresa familiar: lecciones para un austríaco"), comienza por señalar la naturaleza subjetiva del valor, recordándonos que en un intercambio de mercado ambas partes tienen que ganar, pues de no ser así no habría tal intercambio. La ganancia pecuniaria o psicológica sólo la conoce cada una de las partes, no pudiendo ser medida o comparada con ninguna medida objetiva (sólo podemos hacer cábalas, partiendo siempre de nuestros propios prejuicios y escalas de valores).

Por el contrario, la visión dominante tanto en el ámbito académico como en la política pública, o en el discurso de los medios de comunicación, está plagada de lugares comunes basados todos ellos en valoraciones objetivas y supuestamente neutrales de los actos económicos. Ideas como que el comerciante es siempre el beneficiado en un acto de intercambio o la especie, que impregna toda la legislación laboral, de que el trabajador es siempre necesariamente la parte débil en la relación laboral y que una legislación específica debería corregir tal asimetría. Es muy difícil entender lo contrario de forma intuitiva, salvo que se haya vivido lo contrario en el entorno de una empresa familiar.

También se aprende en el ambiente de la empresa familiar el valor del crédito en sus dos acepciones, la del crédito mercantil y la del crédito personal, el que se refiere al cumplimiento estricto de la palabra dada, y cómo no se puede tener uno sin el otro. O la importancia de la preferencia temporal, el grado en que la persona es capaz de diferir consumo presente para satisfacer necesidades en el futuro. Las personas con alta preferencia temporal tenderían a descapitalizar tanto a ellos mismos como a la sociedad en su conjunto mientras que las que la tienen baja tenderán a capitalizar ambas. La empresa familiar enseña a pensar a largo plazo, a sacrificarse hoy para seguir teniendo mañana y a acostumbrarse a vivir siempre por debajo de tus posibilidades (enseñanza útil en todos los órdenes de la vida). 

En buena medida alcanzamos lo que somos gracias al temor a que la competencia nos supere. Nuestros depredadores son otros y habitan en su mayor parte en el reino de la política. No basta con ser un trabajador serio y honrado, no con tener dotes empresariales ni con ofrecer un buen producto o servicio a los clientes. Hay que tener, además, conocimientos y habilidades políticas para poder sobrevivir, habilidades que se rigen por principios muy diferentes de las que se requieren para la gestión empresarial, y que por desgracia por no tenerlas muchos sucumben. 

"Y la última lección que se aprende es que a pesar de todo esto, si uno es capaz de vencer todas estas adversidades y se alcanza un moderado éxito económico, nadie o casi nadie te lo va a agradecer. Dada la mentalidad anti-empresarial extendida en los medios de comunicación, en la escuela y en el ambiente social en general, lo más corriente es ser visto con sospecha de las supuestamente inmoderadas ganancias obtenidas y ser acusado de explotador y de aprovecharse del esfuerzo ajeno…". Casi no hay novelas o películas que loen al empresario, y más si éste es un pequeño empresario, y solo excepcionalmente encontraremos en los libros de historia [1] sus nombres. Sea éste un homenaje o alabanza a quien hemos visto trabajar y dar trabajo, a todos aquellos quienes día a día mantienen funcionando nuestra sociedad.



[1] Precisamente María Blanco nos ofrece en su capítulo una perspectiva histórica de cómo los filósofos y teóricos han visto la figura del empresario. Y Alejandro Gómez lo propone en el suyo como el auténtico agente promotor de civilización (un proceso de creación continuo, que no encontramos dado, siendo el ser humano el único susceptible de crearla). Y apunta que una perspectiva histórica nos ayudará a comprender la dificultad de explicar tal figura, y a comparar cómo impactaron las políticas económicas y las instituciones en la evolución de las empresas.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos