Solapada por la más vistosa e impactante maniobra de transportar a su frontera miles de emigrantes del Oriente Medio para que irrumpan por las bravas en los países vecinos de la Unión Europea (Letonia, Lituania y Polonia) la represión contra miles de disidentes del régimen de Aleksander Lukashenko ha quedado bastante silenciada.
El todopoderoso tirano detenta el poder en Bielorrusia desde las elecciones presidenciales de 1994 en un proceso de sucesión de dictaduras que asimila el país a otros países asiáticos dominados por regímenes comunistas, incluido el gigante ruso. Dentro de aquella cultura y experiencia políticas se crió. Ya en el año 2013, el periodista bielorruso de la minoría polaca Andrzej Poczobut(1) publicó “El sistema bielorruso” (System Białoruś, en el original polaco) en el que repasaba las argucias empleadas por tan pintoresco personaje para encaramarse en la cima del poder. Previamente, con el desmembramiento de la Unión Soviética el entonces joven director del Sovjós (granja estatal) Haradziec en la región de Shklov, al Este de Bielorrusia, fue esgrimiendo sucesivos banderines de enganche para atraerse el voto de una mayoría de bielorrusos conmocionados por el hundimiento del sistema. Aunque ahora parezca irrisorio; entre ellos adoptó un nacionalismo bielorruso acorde a las fuerzas centrífugas del momento y una arrebatada pose de luchador contra la corrupción. Sin embargo, los modos autoritarios aprendidos no cambiaron en absoluto. Desde el momento que se alzó con la presidencia del país, no cejó de acrecentar sus poderes despóticos, hasta edificar una dictadura implacable, basada en la adhesión a su persona.
El libro ofrece, además, jugosos detalles sobre su obsesión por obtener información comprometedora, tanto de sus rivales, como de sus detractores, a través de los espías del KGB heredado del soviético. De cómo, con notable osadía por su falta de capacitación, el entonces novato director de una granja estatal aprovechó su conocimiento del ecosistema bielorruso para forjarse la imagen popular adecuada. Conseguido el primer objetivo de llegar a la presidencia, apuntaló un régimen postcomunista con algunas formas democráticas.
No obstante, las elecciones presidenciales de agosto de 2020, en las que la candidata independiente – y esposa del disidente encarcelado, Serguéi Tijanovski – Svietlana Tijanovska(2) denunció el fraude de los comicios y proclamó su victoria, marcaron el endurecimiento del régimen dando término a todas las apariencias. Ya durante la campaña electoral, el financiero de la oposición, Viktor Babariko, había sido detenido por la policía al servicio de Lukashenko. Recientemente el Tribunal Supremo le ha condenado a catorce años de prisión. Tijanovska y Veronika Tsepkalo, otra destacada colaboradora del Consejo bielorruso de coordinación de la oposición, huyeron del país. Peor suerte han corrido Maria Kolesnikowa, quién fue detenida ilegalmente por fuerzas parapoliciales durante el transcurso de las protestas callejeras pacíficas posteriores a las elecciones fraudulentas. Este otoño fue condenada por un tribunal de Minsk – junto a su abogado Maksim Znak – a una pena de prisión de 11 años por los vaporosos cargos de «cometer acciones contra la seguridad nacional, crear y encabezar una organización extremista y conspirar para tomar el poder de manera inconstitucional”. Asimismo, Serguei Tijanovsky y otros opositores han sido condenados este mes a penas de prisión de más de catorce años, de manera que, según organizaciones humanitarias, las cárceles bielorrusas albergan 912 presos políticos y decenas de miles de personas viven el exilio.
La persecución de los disidentes políticos se amplió a los mensajeros, aduciendo cargos peregrinos o, simplemente, convirtiéndoles en chivos expiatorios. Así, en marzo de este año que termina, fue detenido, junto a otras personas, el mencionado Poczobut, corresponsal de Gazeta Wyborcza y miembro del consejo de la Asociación de polacos en Bielorrusia. Desde su privilegiada posición para comunicarse con los medios polacos, informó profusamente sobre la represión de los opositores y las vulneraciones de los derechos humanos cometidos por el régimen de Lukashenko. Tras más seis meses de detención arbitraria, y de ofrecerle un indulto a cambio de desmentir la existencia de presos políticos en Bielorrusia, también en septiembre se le informó de la acusación de “incitación al odio nacional y religioso”, tipificado en el artículo 130 del Código Penal por organizar distintas actividades como miembro de la asociación de polacos en Bielorrusia, que lleva aparejada la pena de privación de libertad entre 5 y 12 años Nótese como el descabezamiento de la oposición ha corrido parejo a las maniobras de atracción de emigrantes aspirantes a refugiados en la Unión Europea. Aunque la alianza con el régimen autoritario de Vladimir Putin, puede permitir a Lukashenko sobrevivir cierto tiempo, esperemos que las sucesivas sanciones adoptadas por la Unión Europea surtan el efecto deseado y contribuyan a la caída de su larga dictadura.
(1) La minoría polaca en Bielorrusia constituye una parte significativa de la población, especialmente en la frontera con Polonia. Ha de tenerse en cuenta que, como consecuencia de los acuerdos de Teherán (1943) y Yalta (1945) las fronteras polacas se desplazaron hacia el Oeste después de la Segunda Guerra Mundial, a costa de Alemania. No obstante, también perdió una franja de terreno de unos 200 kilómetros a favor de las repúblicas soviéticas de Lituania, Bielorrusia y Ucrania.
(2) El parlamento europeo concedió el premio Sajarov del 2020 a todas estas opositoras.
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!