Con toda la desfachatez del mundo, el presidente Rajoy ha afirmado ante una representación de empresarios latinoamericanos que España puede desempeñar un papel muy relevante como puerta natural de entrada para las empresas latinoamericanas al mercado europeo, a las que ha animado a invertir en nuestro país.
España, la puerta empresarial que destruye empresas
La idea de que podamos representar una puerta de entrada recomendable al universo maravilloso del mercado europeo es inquietante. Entiendo que era una reunión oficial, que esas son cosas que, siendo presidente, hay que decir, que nadie cree nada de lo que allí se expresa frente a un micrófono, que todo es muy “comme il faut”. Pero me parece indecoroso ponerse de puerta de entrada de nada, cuando nuestros propios inversores han sido expulsados por obra y gracia de las medidas del anterior presidente y del actual, el mismo que ahora reclama focos sobre su persona y con un “¡Inviertan en nosotros!” se erige en impulsor de la entrada de capitales. ¿Podría haber empezado por retener los capitales patrios? Porque eso no se logra machacando el ahorro y primando el endeudamiento, que es lo que ha hecho.
En agosto del 2012, la destrucción de tejido empresarial (interanual) era del 16%, los concursos de acreedores, solo en el mes de agosto, crecieron un 12%. Y, por supuesto, la peor parte se la llevan las PYMES, que representan más del 95% del total de empresas en España, y son la base de la creación de empleo. El histórico 26% de paro no es una casualidad. Las empresas están endeudadas, los bancos no conceden créditos, los ahorradores-inversores, los “malvados” capitalistas, se ven penalizados por impuestos.
Y Rajoy llama a los inversores extranjeros para que vengan e inviertan. ¿Lo haría usted? ¿Confiaría en la palabra de Mariano Rajoy? Yo no.
El papel mojado de las cajas
Yo no pondría mi dinero en un negocio aconsejado por alguien que firma papeles con tinta falsa, que se borra o se desdibuja después. Y Rajoy es de los que donde dije digo, digo Diego, y no pasa nada. Tampoco es muy diferente del modo de proceder de parte de la sociedad española. Reconozcámoslo, por más que nos escueza, ese grupo de desaprensivos, y quienes les consienten, tienen mucho que ver con la pobre imagen que España da en el extranjero.
Un ejemplo de lo que hablo es la solución al problema de la cajas de ahorro. Como explicaba la semana pasada Miquel Roig, uno de los requisitos del Memorando de Entendimiento firmado en julio del 2012 entre este gobierno y las autoridades europeas, en concreto el punto 20, establece mecanismos que permitan eventualmente la resolución bancaria de las entidades quebradas, las cajas. Por supuesto, considera la idea de los bancos puente (como el banco malo) como medida instrumental. Lo que ha hecho el gobierno es rebautizar las antiguas cajas como fundaciones que, eventualmente, podrían recuperar el control de esas mismas entidades de manera permanente, porque no hay fecha para que se extinga esa situación.
La importancia de este “detalle” es que el MoU se diseñó para acabar con un sistema que se corrompió por vincular la gestión bancaria a la política. Los pasos que se han dado, con la bendición de las autoridades europeas, van en sentido contrario. La responsabilidad de los abusos, de nuevo, está en manos del Banco de España, ese que no dio la talla cuando hizo falta.
La palabra del presidente
Visto lo visto, no es racional esperar que el gobierno fomente la empresarialidad, ayude a los empresarios, simplemente quitándoles piedras en el camino. Más bien, habría que tomarse las palabras del presidente como un “pasen y vean, y pongas imperdibles en los rotos que nosotros no vamos a arreglar”. Invertir en España no es comprar negocios devaluados y agonizantes por cuatro duros y llevarse el dinero. Invertir en España es crear riqueza, y para eso, es necesario que esa inversión sea atractiva, que se den las condiciones necesarias, que haya rentabilidad, que haya beneficio privado más allá de la compraventa de negocios. Porque ese beneficio privado implica la creación de empleo, el aumento de la actividad. Y si se dieran esas condiciones los inversores españoles no se habrían ido, las empresas no se estarían cerrando, las ideas, que las hay, prenderían en actividades empresariales. Habría futuro.
Nosotros no somos la puerta esperanzadora de los empresarios latinoamericanos de cara a Europa. Somos los saldos de las rebajas de enero.
La simple observación de la gestión gubernamental del no-rescate es un buen indicador para los inversores extranjeros de lo que pueden esperar de nuestro país. Y debería serlo también para que los ciudadanos supieran a qué atenerse.
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