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Las protestas como estrategia política

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Las manifestaciones publicas o protestas son una estrategia de presión política ciudadana que al ser analizada en detalle puede determinarse que presenta una serie de ventajas y limitaciones desde el punto de vista político, de cooperación grupal y psicológico personal.

Aspecto político de las protestas

Por lo general la protesta busca cumplir una serie de objetivos políticos:

  1. Manifestar descontento hacia el gobierno, ya sea por una sería de errores acumulados o por uno en concreto. También hay manifestaciones contra el statu quo, como las manifestaciones contra el machismo, el calentamiento global, etc. que buscan influir sobre el gobierno o a la población en general. Desde el punto de vista político son ineficientes porque las protestas por objetivos difusos o abiertos no llevan a cambios políticos concretos, únicamente a la instrumentalización política de las mismas para le beneficio de los dirigentes. Ese tipo de manifestaciones perecen tener únicamente sentido mediático y psicológico personal y grupal para quienes las protagonizan.
  2. Incomodar, idealmente al gobierno. Si pensamos que las personas pueden manifestarse por medios de comunicación siempre y cuando no estén censurados, el hecho de hacerlo a través de la vía pública indica que el objetivo es generar costes de algún tipo para le gobierno y el resto de los ciudadanos pasivos. El problema evidente es que generarle costes al gobierno es sumamente difícil, en última instancia los paga el contribuyente, a los políticos no les duele directamente y, lo más importante, incomodar en 1 punto al gobierno suele costar incomodar en 3 puntos a la ciudadanía.
  3. Sacudir el orden político establecido. La expresión publica es una invitación al caos para establecer el orden, una invitación a que otros actores se sumen y hagan aportes desde sus posiciones estratégicas. La expectativa es que el rechazo abierto y masivo a las acciones del gobierno sirva para que miembros del partido, políticos del oficialismo o la oposición, gremios, cuerpos armados, etc. se sumen o hagan aportes a la causa en cuestión.
  4. Obtener privilegios o perjudicar a otro sector de la sociedad. Aunque los grupos de presión suelen exigir intervenciones económicamente perjudiciales, las protestas con este fin tienden a tener mayor éxito político porque no son directamente contra el Estado, sino que son una petición de intervención estatal, que el gobierno no suele desaprovechar.

La efectividad de las protestas

La protesta como mecanismo de presión política es, de hecho, un mal síntoma. A pesar de asociarse con el ejercicio de la libertad de expresión, en realidad denota una incapacidad de materializar o comunicar los deseos de cambios por parte de algunos sectores dentro de la unidad política, ya sea democrática o no.

Además, la protesta tiene dificultades importantes para incidir en la esfera política de decisores. Por lo general para los miembros del Estado es muy fácil emplear los recursos del Estado para su propia defensa y asegurarse que la protesta no los alcance, ni a ellos personalmente, ni a las infraestructuras estatales más importantes.

En consecuencia, muchas veces sin quererlo, las protestas terminan siendo un mecanismo de presión política hacia el resto de los ciudadanos para que se unan a éstas y así lograr impactar sobre el Estado. Ello constituye una formula fallida porque implica presionar a la victima para enfrentar al victimario.

La capacidad de la protesta de tener efecto sobre la política real. Para mal de los manifestantes, depende de que tan bien puedan la protesta complementarse con las acciones de otros actores políticos nacionales o extranjeros. En otras palabras, para que la protesta tenga efecto, es cuestión del timing. También lo es de las sinergias, de la capacidad que tenga el resto de los actores políticos de emplear la protestas como herramienta de negociación y presión. De lo contrario, cuando las protestas quedan aisladas de una estrategia política conjunta, tienden a agotarse y disolverse sin tener efecto político alguno.

Aspectos psicológicos de las protestas

  1. Protestar puede exacerbar la polarización política, con importantes consecuencias psicológicas. Quienes protestan se expone a la agresión policial y se suelen sentir frustrados, humillados, vulnerables y molestos. Al compartir con relativa homogeneidad los ideas políticas y sentimientos con el resto de las manifestantes, se percibe un endogrupo que se enfrenta a un exogrupo, ello aumenta la radicalidad emocional y política frente al exogrupo, distorsionando los juicios morales a favor del endogrupo y en contra del exogrupo.

A esto hay que sumarle que, por lo general, los grupos de oposición a las protestas suelen aprovechar cualquier oportunidad para hacer burlas e invalidad las experiencias de los manifestantes. Hay un aumento de los sesgos o fallas en la percepción del exogrupo, que se suele observar, por ejemplo, en los sesgos de confirmación en la selección de información donde los manifestantes solo registran agresiones policiales y los anti-manifestantes solo registran agresiones por parte de los manifestantes.

  • Identificación con la estrategia. Cuando las protestas no son puntuales, sino que se prolongan en el tiempo como estrategia de presión, los manifestantes suelen haberse identificado con su rol, se definen e identifican como los «nombre que recibe en cada situación específica» (Ejm: guarimberos). En esos momentos se popularizan ideas como «la calle es la única solución/salida» o «yo soy de los que protesta y da la vida por la patria».

Crisis de identidad

La identificación con la estrategia tiene dos consecuencias: en primer lugar, el manifestante se polariza en relación con otras estrategias de presión y pasa a rechazar alternativas como las negociaciones, los  acuerdos o incluso las elecciones, porque solo quiere que el cambio ocurra como consecuencia de su protesta y cuando la frecuencia o magnitud de las protestas decaen, suelen insistir en sostenerlas a toda costa.

En segundo lugar, cuando las protestas se acaban aparece una crisis de identidad, especialmente los jóvenes, pasadas las protestas, quedan en un limbo «ahora no se quién soy», «me siento vacío, ya no se que hacer», «me siento culpable, un traidor por no estar en las calles». A pesar de que el fracaso en la consecución de los objetivos políticos es doloroso, para quienes se identificaron con la estrategia aparece como un duelo personal, una crisis emocional y de la identidad.

  • Frustración y deuda: Los periodos de protestas que no llevan a cambios políticos (como suele ocurrir), dejan a su paso una enorme frustración porque durante el periodo de protestas se suele transitar entre la esperanza y desesperanza con volatilidad, se sumen costes personales materiales y no materiales, se sufre violencia policial y se experimentan conflictos con las instituciones (familia, trabajo, la universidad, etc.). Cuando se acaban las protestas, todo ello deja a quien ha protestado con la sensación de estar «cargado de energía» por seguir luchando, pero esa energía ya no puede emplear en otra cosa. Además, carga el peso y la culpa por la deuda emocional, social y financiera de haberse esforzado tanto.

La cooperación y coordinación en las protestas

Partiendo de que la protesta requiere de un fin concreto o un plan correctamente formulado y de la coordinación de los planes de muchos individuos y actores políticos, entonces no hay duda de que protestar para alcanzar un cambio es un reto de cooperación y coordinación. En este sentido hay algunos puntos importantes para tener en cuenta:

  1. El poder de convocatoria suele decrecer con el avance de las protestas, por lo que el éxito de los primeros encuentros y la capacidad de construir un relato alrededor de ellos es crucial para su sostenimiento.
  2.  Los grupos con mayor facilidad para protestar sostenidamente son los jóvenes, pensionados y empleados públicos. Es muy difícil que las cabezas del hogar, emprendedores o personas en plena edad productiva puedan poner a un lado su trabajo para manifestarse. Por lo tanto, el foco de convocatoria debe estar sobre los grupos mencionados.
  3. La policía, el instrumento de agresión del Estado, se presenta como un estimulo ambiguo o incomprensible para muchos, lo que dificulta la cooperación al generar una divergencia en la opinión pública. Los policías son agresores a sueldo del Estado que, por selección adversa e incentivos perversos, son una de las instituciones con las que es más difícil que los ciudadanos cooperen exitosamente. Sin embargo, muchas personas tienden a tener expectativas altas o erróneas de la policía y asumen que sirven a la ciudadanía, al orden, a la constitución, etc. En realidad, la policía sirve a las órdenes del gobierno de turno y quienes esperan otra cosa no comprenden la agresividad e indiferencia a la hora de protestar, lo que tiende a desanimarles, confundirles y desesperarles aún más. Si entendiesen qué es la policía y qué pueden esperar de ella, lo afrontarían con menos dificultades.
  4. La violencia deslegitima la protesta, por lo que el autocontrol es un reto. La violencia es una forma eficaz de presionar al Estado, y los grupos agitados que perciben un conflicto de intereses intergrupales son más propensos a actuar violentamente. Así, aunque pueda parecer una vía sencilla y eficaz, el éxito de las protestas (pero no de otras estrategias como la guerra de guerrillas o el terrorismo) depende de que los manifestantes no inicien ni respondan a la agresión. Esto se debe a que los grupos violentos suelen ser sectarios y minoritarios, lo que reduce el poder de convocatoria de las protestas, y a que las manifestaciones violentas afectan negativamente al apoyo de otros actores políticos a las manifestaciones, que suele ser crucial para que se produzca el cambio político.

Conclusión

Protestar es una estrategia política costosa cuya capacidad de impacto político depende de su combinación con otros factores que escapan al control de los manifestantes. Los jóvenes suelen poner mucho empeño e ilusión en las protestas, y una vez que terminan quedan muy afectados psicológicamente, aunque no perdure en el tiempo. Una segunda fuente de frustración para el manifestante proviene de no comprender o haber idealizado al Estado y a la policía. Las protestas son un reto de cooperación porque implican la coordinación de muchas personas bajo un mismo objetivo, buscando que puedan protestar de forma consistente, manteniendo la calma y la apertura a diferentes escenarios.

Ver también

La política de las turbas. (Alberto Illán Oviedo).

1 Comentario

  1. Estimado articulista; dice Vd.:
    1)» La policía, el instrumento de agresión del Estado, se presenta como un estimulo ambiguo o incomprensible para muchos.»
    2)»»Una segunda fuente de frustración para el manifestante proviene de no comprender o haber idealizado al Estado y a la policía»»

    Cuanta chachara vacua; si P (el sujeto : el estado o etiologia de la agresion) entonces Q (policia estatal agresora); el problema es que P es verdadero si y solo si P; es decir que P sea universalmente un agresor; per se, cobrar impuestos no es una agresion si se pagan «voluntariamente» ya sea pasivamente o no; aqui opera la Ley de Hume : el Poder (estado y sus formas) siempre y en todo momento depende de la fuerza de la mayoria; es decir del estado de opinion de esa mayoria; los anarcocapitalistas no soleis pensar mucho en ello, por eso sois victimas del romanticismo «racionalista» y tendeis a reificar el estado; como ademas aqui, soy catolicos irredentos, vais un poco mas alla e hipostasiais al mismo; quizas por eso teneis tantas fustraciones u os conformais con la cosa como los que pagamos impuestos por omision.

    ¡Ah! que bello es vivir.
    Un cordial saludo


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