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Leyes, legalidad y legitimidad

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Los individuos pueden preguntarse por el por qué o para qué de las leyes, su justificación, legitimación y fundamentación, y la necesidad o conveniencia de su cumplimiento. Diferentes respuestas son posibles, desde las que fomentan el sometimiento (irreflexivas y manipuladoras) hasta las que buscan comprensión (con contenido filosófico o científico): la ley es la ley y hay que cumplirla y punto, debes hacer lo que debes hacer; cuestionar las leyes es una impertinencia, un pecado o un crimen muy grave; las leyes expresan la voluntad de alguna autoridad muy poderosa a la cual conviene no enojar con su incumplimiento y así evitar represalias; las leyes expresan la voluntad de una autoridad muy sabia y benevolente y conviene obedecerlas por nuestro propio bien aunque no sepamos por qué; las leyes de menor nivel se justifican mediante leyes de mayor nivel o principios fundamentales; las normas adecuadas son necesarias y útiles porque permiten y fomentan el desarrollo personal, la coordinación social y la convivencia armoniosa.

Las leyes (reglas, normas, principios) pueden proceder del derecho positivo, de la ética, la moral o la religión. Las leyes regulan, disciplinan y ordenan la conducta de los individuos: expresan prohibiciones, obligaciones o derechos de los agentes involucrados respecto a ciertas acciones o estados del mundo en diversas circunstancias. Un acto concreto es ilegal (falta, delito, crimen, pecado) si viola alguna ley, si no es conforme o compatible con ella: hacer algo prohibido, no hacer algo obligatorio.

El incumplimiento de la ley suele implicar la aplicación de algún castigo contra el infractor: daños físicos, encarcelamiento, multa, expulsión de un grupo. Las autoridades (centralizadas o descentralizadas) generadoras y/o gestoras de las leyes deben tener algún poder para conseguir su cumplimiento: fuerza física, persuasión (por amor o por miedo), liderazgo de un grupo organizado.

No sólo hay leyes sobre acciones: también hay leyes sobre leyes (metanormas), leyes más abstractas y de mayor rango que inspiran y deben cumplir las leyes más concretas y de rango inferior. Los reglamentos de un ministerio o departamento deben cumplir y concretar las leyes que emanan del parlamento, que a su vez deben cumplir y concretar la constitución de una nación. Una ley es inconstitucional si es incompatible o contraria a la constitución; un reglamento puede ser no conforme con alguna ley que lo afecta.

La existencia de niveles normativos se aprecia en frases como “las leyes deben cumplirse”, “esto debería estar prohibido” o “prohibido prohibir”, que expresan normas acerca de normas (y probablemente también la opinión del hablante acerca de la conveniencia o no de esas reglas). Algunos pensadores pueden creer erróneamente que un tema queda zanjado simplemente con invocar un principio superior; sin embargo al criticar una ley por ser incompatible con otra norma o idea superior conviene recordar que ese principio superior quizás es a su vez criticable: no es el único posible, o es criticable mediante otra norma más alta.

Las leyes prescriptivas, como órdenes o comandos, no son verdaderas o falsas del mismo modo que las leyes descriptivas, sino que están vigentes o no, se aplican o no, se exigen o no, y se cumplen o no. Lo que es verdadero o falso es si una ley está en vigor o no, si se acata o no, y si se ha violado o no con alguna acción concreta. Pero los contenidos de las normas pueden variar en el tiempo o de un grupo social a otro.

Un buen sistema normativo es consistente y completo en la medida de lo posible: las diferentes partes se apoyan y complementan mutuamente; está libre de contradicciones, incompatibilidades, incoherencias o arbitrariedades; y es capaz de producir una respuesta para todas las preguntas o problemas relevantes.

Los sistemas normativos suelen tener estructura jerárquica: no son conjuntos de leyes desconectadas y todas al mismo nivel o con la misma importancia, sino que algunas normas son más básicas que otras. El sistema legal tiene fundamentos que soportan el sistema, o un núcleo central que lo cohesiona, o una cúspide que lo culmina (según el punto de vista y dónde se coloquen los elementos principales).

Que la estructura sea jerárquica no implica que históricamente primero aparezcan las leyes abstractas fundamentales y a partir de ellas se deduzcan o generen las reglas prácticas, concretas y detalladas. Es posible que primero existan diversas normas específicas independientes cuyas interacciones e intentos de explicación o justificación lleven a una integración y sistematización.

Las leyes pueden utilizarse como herramientas de poder: las normas son armas. Los principios expresados en el nivel superior son muy importantes porque controlan todas las demás normas y conductas: también son muy conflictivos porque los individuos pueden no estar de acuerdo sobre sus contenidos y pelean o discuten para imponer los que cada uno desea. Existen los principios superiores, pero no suele haber acuerdo sobre cuáles son: puede haber consenso sobre términos muy genéricos, pero desacuerdo sobre su interpretación (“libertad”, “igualdad”, “justicia”). También puede suceder que los principios superiores no importen demasiado si su interpretación es tan flexible que permiten implementaciones concretas prácticas muy diferentes (“hagan ustedes las leyes, que yo haré los reglamentos”).

Los seres humanos intentan controlarse mutuamente unos a otros en su propio beneficio: influyendo sobre sus preferencias y sobre el contenido de sus sentimientos morales; e intentando que las leyes sean las que cada uno desea. Con leyes de bajo nivel se controla la conducta concreta, y con leyes de alto nivel se controla la producción de leyes de menor nivel. Es posible denunciar a un individuo por incumplir alguna ley, o denunciar una ley por ser incompatible con otra superior.

Las normas están y operan en las mentes de los agentes (y tal vez en memorias exosomáticas como los libros) para regular su propia conducta y la ajena. Las leyes son generadas y gestionadas exclusivamente por los seres humanos, de forma consciente o inconsciente, y cumplidas mediante acatamiento voluntario o por imposición de los más fuertes y sometimiento de los débiles. Pero es común que muchos individuos crean que algunas leyes proceden de divinidades sobrenaturales, entidades sobrehumanas muy poderosas.

Todo sistema normativo tiene un número finito de niveles (al menos uno y quizás sólo uno) y un nivel máximo o cúspide: este nivel superior no tiene ninguno por encima que lo fundamente o justifique; si se invoca un nivel más alto como apoyo o para rechazarlo, entonces resulta que no se trataba del nivel máximo. El nivel superior es axiomático y no se deduce o infiere de ningún otro: simplemente se acepta o no. Este hecho problemático puede resultar incómodo para algunas personas, quienes lo resuelven de forma intuitiva mediante el recurso a entidades imaginarias omnipotentes, los dioses, quienes presuntamente fundamentan la ley con su voluntad y su poder: este engaño puede resultar práctico y funcional si es creído de forma compartida y sirve así para cohesionar un grupo en torno a unos principios comunes no discutidos.

Las normas morales o éticas también pueden tener diversos niveles. El nivel superior puede ser una presunta voluntad divina, algún criterio filosófico (utilitarismo, consecuencialismo, deontología, ética de las virtudes, liberalismo, comunitarismo, socialismo, comunismo) o un conjunto de principios abstractos de justicia: desigualdad según casta o estatus social, igualdad ante la ley (universalidad, imparcialidad, simetría, aplicación uniforme no discriminatoria; totalmente universal o restringida a los miembros de un grupo), igualdad mediante la ley.

La legalidad y constitucionalidad en el derecho positivo son equivalentes a la justicia y legitimidad en la moral y la ética. Justificar o legitimar es invocar los principios más abstractos, generales y universales. Pero lo que para unos es justo o legítimo para otros es injusto o ilegítimo porque esos principios pueden ser diferentes para distintos individuos.

Para algunas personas las leyes que rigen la sociedad deben estar sometidas a principios morales o éticos. El positivismo jurídico rechaza el sometimiento de la ley a la moral. Pero esto no implica que la ley positiva no tenga fundamentos de ningún tipo. El derecho puede fundamentarse en principios generales y en diversas normas que regulan la producción de leyes vigentes y exigibles: costumbre, ley común producida por jueces y jurisprudencia, definición del sujeto soberano y las autoridades competentes, utilización de procedimientos formales válidos, aprobación democrática explícita (popular directa o mediante representantes en parlamento como poder legislativo que promulga y proclama las leyes), pactos contractuales.

 

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