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Líderes en impuestos, a la cola en la recuperación

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Días antes de que el nuevo gobierno del Partido Popular tomara el poder, algunos escribimos, no sin gran dosis de ingenuidad, que se abría una pequeña oportunidad para que se implementaran algunas de las reformas económicas que necesita este país.

Solo una semana tardó el gobierno en hacer desaparecer esta esperanza. Fue en su primer Consejo de Ministros del 30 de Diciembre, el último viernes de 2011. Las caras del nuevo gobierno comparecieron apesadumbradas: los datos reales del déficit público no eran del 6%, como habían prometido los socialistas del partido gobernante anterior, ¡sino del 8%!

Ante tamaña desviación inesperada, fruto de la mala gestión económica previa, los populares sintieron que se les había clavado un puñal por la espalda. Y claro, ante este hecho, no quedaba más remedio que devolver esa misma puñalada, pero ahora no a sus colegas socialistas, sino a los contribuyentes, a todos. No tienen muy integrado en sus conductas eso de "no devolver mal por mal".

La notable subida de impuestos aprobada, principalmente en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) –tanto para rentas del trabajo como para rentas del capital–, pero también en el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), representa la falta de voluntad y valentía política para recortar unos gastos públicos excesivos. 

Frente a la idea esgrimida por muchos de que el problema de déficit de España se debe en buena parte a un nivel de impuestos insuficiente, el informe que publicamos hoy en el Observatorio de Coyuntura Económica del IJM, "España: en la cola del paro y a la cabeza de impuestos", argumenta lo contrario. Tal y como evidencian los datos del informe, precisamente fue el gasto público el que creció de forma insostenible al calor de los ingresos impositivos abundantes debidos al crecimiento burbujeante. No solo en España, sino también en Irlanda, otro país que sufrió una burbuja inmobiliaria y crediticia de gran magnitud.

El que se alcanzara superávit en las cuentas públicas dio la sensación de que la gestión de estas estaba siendo prudente. Pero nada más lejos de la realidad: no es en absoluto prudente financiar gastos estructurales con ingresos coyunturales que tienen los días contados. Una vez explota la burbuja, los gastos se disparan y los ingresos se desploman y, en consecuencia, aparece un agujero importante que retrae recursos de la economía privada.

El intento de cubrir este agujero por medio de aumentos impositivos es, desde nuestro punto de vista, un craso error de diagnóstico de la situación.

Pero quizá esto no sea lo más importante. Y es que, como se argumenta en el informe, estas medidas van a lastrar la recuperación y el crecimiento del sector privado por dos vías principalmente: 1) las mayores cargas fiscales sobre el trabajo restarán renta disponible a las familias sobreendeudadas que se esfuerzan por pagar sus deudas y no impagar; y 2) el golpe fiscal a las rentas del capital desincentivará el ahorro nacional, en una fase de la coyuntura en la que éste es especialmente escaso y vital para financiar la reestructuración productiva y recapitalización bancaria.

Actuando de esta manera y obstaculizando todavía más la actividad económica, difícilmente se generará una recaudación impositiva fuerte que contribuya a reducir el déficit. Por tanto, aquellos que hablaban tanto de que no se iba a poner el énfasis en la austeridad fiscal, sino en las reformas para favorecer el crecimiento, deberían estar poniendo el grito en el cielo. Ni se emprende un proceso de ambiciosa austeridad por la vía del gasto de las AAPP, ni se acometen reformas estructurales que mejoren el ineficiente y anticompetitivo marco regulatorio que atenaza al sector privado.

Eso sí, con esta estocada fiscal de Rajoy y sus secuaces, en Europa ahora pocos países tienen unos tipos de gravámenes sobre la renta tan elevados como en España. Ni los muy socialdemócratas países nórdicos, que al menos, tienen unos servicios públicos mucho mejores que los nuestros. Para que luego digan que los españoles soportamos impuestos comparativamente bajos en España. Ahora con mucha más razón podemos contestar: ¡Menuda falacia!

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