Cuando en 1867 el barón Eugène Haussman compareció en la Asamblea francesa para justificar los enormes gastos causados por la reforma de París, a Jules Ferry se le ocurrió publicar un opúsculo denunciando los excesos presupuestarios bajo el título de Las cuentas fantásticas de Haussman, haciendo referencia a la ópera de Offenbach Los cuentos fantásticos de Hoffman.
La semana pasada Elena Salgado, contradiciendo lo que su antecesor en el cargo había declarado, afirmó que hay margen para más gasto público: "No puede no haberlo". Este lunes los 27 países que componen la Unión Europea han decidido por unanimidad expedientar a España por rebasar el déficit público consentido por el Pacto de Estabilidad, que es de un 3%. Parece que algo no cuadra y que la señora Salgado no hace bien las cuentas y no cuenta bien los cuentos.
Con las elecciones europeas en la puerta, la vicepresidenta segunda del Gobierno debería plantearse si estamos o no capacitados para cumplir con las normas del club o mejor nos hacemos bolivarianos como Ecuador, para mejor gloria de nuestro siempre sonriente salvador particular. Si hay que rebajar el déficit del 3’4% sobre el PIB en 2008 al 3% para este año en curso, habrá que reducir los gastos, aumentar los ingresos, o ambas cosas a un tiempo. Y el aumento de los ingresos, ya se sabe, viene de la mano de los impuestos. Aunque no habrá narices para subir los impuestos directos (IRPF y Sociedades) es un clamor popular que la puñalada va a venir por el lado de los impuestos indirectos: IVA e Impuestos Especiales, principalmente. ¿Se va a pedir a la ciudadanía un esfuerzo impositivo y no se va a contener el gasto público? Eso parece.
Pero los cuentos no acaban aquí. Pedro Solbes afirma que el expediente tendrá un carácter excepcional ("es que estoy en crisis") pero este tipo de actuaciones de las autoridades europeas tienen un protocolo muy claro. No se trata de penalizar un comportamiento demasiado "protector" frente a la crisis, sino que la Unión Europea considera que no nos hallamos ante un déficit excepcional o transitorio, de lo contrario no se habría iniciado el expediente, tal y como establece el Procedimiento de Déficit Excesivo. Esta apreciación es corroborada por las previsiones del propio Gobierno y según las cuales el 2009 se cerrará con un déficit del 5,8% del PIB. Probablemente esta cifra sea mayor si eliminamos el sesgo gubernamental.
Lo dramático es que las palabras de Salgado tienen el objetivo de tranquilizar como tranquiliza un narcótico. Por un lado a los grupos de presión (como los sindicatos o el cine) que miran como lobos a la espera de que se cumpla lo pactado en las elecciones y recibir el pago por su apoyo, pero también a quienes están quedándose en la calle y creen, de verdad, que la solución es más dinero, porque lo dice la tele. Y de esos hay muchos. El precio de la ignorancia es la manipulación. Por eso quienes perderían más si la gente dependiente fuera autónoma y con criterio son los mismos que defienden el entramado de nuestro sistema de educación. El Estado es el responsable de la crisis, de nuestra virtud, de nuestra casa, de nuestros hijos… nada hay que temer, hay margen para el gasto, y hay para todos. A los parados, dinero. A los jóvenes, dinero. A los actores y directores españoles, también. Y ya está.
Este es el mensaje. Y la respuesta de la Unión Europea es la apertura de expediente. A pesar de las palabras de Almunia que afirma que nadie habla de sancionar, el procedimiento es abrir un expediente, proponer unas medidas, establecer un plazo de cumplimiento de la norma pactada y, si no se consigue alcanzar el objetivo, sancionar al país con una multa. ¿Una nueva mentira al servicio del Gobierno? Eso parece. Y ésta también arriesgada, porque aunque el plazo establecido por la UE es el año 2012, parece que el déficit español no se recuperará tan pronto, dado el retroceso de la economía y la tendencia expansiva del gasto público.
¿Tranquilizan las palabras de Salgado? Lamentablemente, sí. Lo que me lleva a pensar que los españoles somos como críos deseando que nos mientan con historias de hadas y princesas. Pero, además, esta actitud acomodaticia y pueril encaja con los gobernantes cuentacuentos que tenemos. Con un pueblo maduro no estarían aún al mando.
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