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Los sindicatos: un apéndice más del Estado

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La acción sindical es inmoral por numerosas razones. A su modus operandi claramente violento (véase piquetes), y a su supuesta representación (totalmente falaz), se le une su forma de financiarse.

Una de las contribuciones que cabe destacar del sociólogo alemán Franz Oppenheimer es su distinción entre medios políticos y medios económicos. Creo que viene muy a cuento al hablar de los sindicatos.

El berlinés explicaba que el ser humano dispone básicamente de dos medios (opuestos entre sí) para obtener los medios necesarios para vivir y alcanzar sus deseos y fines: a) el trabajo de uno mismo y el intercambio equivalente de su propio trabajo por el trabajo de otros, y b) la apropiación no recompensada del trabajo de otros (robo). Los denominó medios económicos y medios políticos, respectivamente.

Una sociedad libre está regida por medios económicos. Las organizaciones, empresas y particulares obtienen su financiación mediante acuerdos y transacciones voluntarias.

Los sindicatos no obtienen su financiación de esta manera. Saben perfectamente que ellos no se pueden regir por reglas de libre mercado, voluntariedad y la libertad de elección. Ellos deben seguir una estrategia de coacción y obligatoriedad (a través de medios políticos) porque con simplemente un 10-15% de trabajadores afiliados les sería imposible existir. La sociedad le está diciendo a este tipo de organización que no es útil, que no es rentable y que está desperdiciando los valiosos recursos escasos de que dispone (capital y trabajo) en unos proyectos deficientes, en lugar de destinarlos a otros más demandados y prioritarios.

La fuente de financiación directa más importante de los sindicatos la encontramos en los Presupuestos Generales del Estado. Cobran del Ministerio de Trabajo cerca de 16 millones de euros. Eso sin contar con lo que ingresan de las comunidades autónomas. Por ejemplo, de 2004 a mediados de 2009, la Junta de Andalucía concedió subvenciones a UGT y CCOO por importe de 260 millones de euros. Sólo en el segundo trimestre de 2009, las organizaciones sindicales recibieron 125 millones de euros del Estado. Y para qué hablar de lo que reciben para cursos de formación y para los liberados sindicales… Todo esto a costa de nuestros salarios.

Depender de las subvenciones del gobierno de turno reduce terriblemente la independencia, la autonomía y la libertad de los sindicatos, hasta el punto de no ser más que un mero apéndice del Estado. No en vano, los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO han sido los principales aliados de Zapatero por su silencio y complacencia con la política económica del gobierno.

Si George Sorel levantase la cabeza y viese cómo los sindicatos se han convertido en organizaciones burocráticas financiadas por el “Estado Burgués”, se volvería inmediatamente a la tumba para no verlo.

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