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Los temores del PSOE

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Andan preocupados en la calle Ferraz por lo que pueda depararles el futuro. Curioso, cuando menos. En efecto, hace no mucho tiempo, de la mano de Rodríguez Zapatero rompieron consensos básicos como el relativo a la lucha contra el terrorismo de ETA o la organización territorial del Estado. En ambos casos, el objetivo era estigmatizar al PP y restringirle indefinidamente las opciones para gobernar.

Lo más grave de aquel modus operandi es que los socialistas lo trasladaron a la calle. ¿Quién no se acuerda de los gritos de "asesinos" dirigidos a los votantes del PP por el tema de Irak? Todo valía con tal de llegar al poder. Una vez en él, multiplicación de fuegos artificiales y medidas liberticidas que en un primer momento solaparon algo que ahora se hace obvio: que el socialismo español mostraba síntomas de división.

En efecto, la formación de UPyD supuso el primer ejemplo. Posteriormente, voces aisladas, como Joaquín Leguina, se encargaron de mostrar que en la dirección de Rodríguez Zapatero había más ruido que nueces. Aún con ello, las huestes gubernamentales preferían hablar del idilio con el PSC (subrayando la autonomía de éste como una gran aportación a la democracia), de la España plural (y sus diferentes naciones integrantes) o de la paz en el País Vasco (cuya traducción era la claudicación ante ETA).

Dentro de este modus operandi, resucitar a Franco ocupó un lugar destacado. Convocar las elecciones generales de 2011 un 20 de noviembre significó el último y desesperado intento de señalar a la derecha. A ésta, el sectarismo socialista sigue sin aceptarla como parte del sistema democrático español, de tal modo que cuando gobierna, parece más bien una concesión recibida de la bondadosa izquierda.

Con todo ello, en la actualidad el PSOE recoge lo que sembró entre 2003-2011. Sin embargo, no parece haber escarmentado a tenor de lo que alguno de sus futuribles secretarios generales espeta. Al respecto, nuevamente se baraja la alianza con la izquierda visceral (y radical) como herramienta, en lugar de buscar el consenso en determinadas materias con el principal partido de la oposición, al que opta por insultar, pese a que disfruta de la mayoría absoluta.

Por tanto, resulta probable que la pedante (y vacua) expresión "derecha extrema" reaparezca. Con ella buscarán tapar lo que realmente existe en España: una extrema izquierda tan peligrosa como callejera o mejor dicho, peligrosa precisamente por ser callejera, que se amamantó durante la hegemonía zapateril.

Esta extrema izquierda (a la que insistimos, gente del socialismo no hace ascos) es la encargada de expedir los carnets de demócrata y refleja una peculiar concepción de la libertad de expresión. Además, tiene un curioso modo de funcionar, en cualquier caso nada democrático, en el que sobresale la preferencia por el escrache y el acoso al disidente.

Nada diferente a las actuaciones que sufrieron en carnes propias tiempo atrás los Josep Piqué, Rosa Díez, Alejo Vidal-Quadras o Albert Rivera, cuyos actos eran boicoteados y su integridad física amenazada. En el colmo del surrealismo, Otegui fue presentado como un "hombre de paz", se menospreció a las víctimas del terrorismo poniéndose en cuarentena su dignidad o se pactó con ERC la gobernabilidad de España, nación que para Zapatero era "discutida y discutible". A nivel exterior, tampoco el panorama resultó ser mejor pues se combinó el rancio antiamericanismo con la visión paternalista de la dictadura cubana, al mismo tiempo que bajo el paraguas de la Alianza de Civilizaciones, el ejecutivo se dotó de una misión cuasi-mesiánica.

En definitiva, el cainismo está instalado en el PSOE, cuyos complejos a la hora de posicionarse hacia temas fundamentales sobresalen tanto como la demagogia conceptual practicada.

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