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Malos tiempos para las renovables, buenos para el negocio

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No está siendo un buen año para Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola. A los problemas originados por el intento de EDF, la eléctrica francesa de capital público, de controlar a la española, hay que unir los mejorables resultados financieros de Iberdrola Renovables. El resultado bruto de explotación durante 2007 disminuyó un 7,7%, hasta los 777,3 millones de euros, mientras que el beneficio neto de explotación se redujo un 10,9%, hasta los 432,7 millones y el beneficio neto fue de 117,5 millones de euros, lo que supone un descenso del 38% respecto al ejercicio anterior. Desde el uno de enero y hasta final de febrero, los accionistas de Iberdrola Renovables han perdido uno de cada cuatro euros que invirtieron en el capital de la empresa y desde que empezó a cotizar el 12 de diciembre de 2007 a 5,3 euros, la perdida ha sido de 1,2 euros, un 22,64%.

A la hora buscar explicaciones de la disminución del beneficio, los analistas se han centrado en tres razones, los menores precios de la energía en el mercado mayorista español, la escasa producción eólica en nuestro país, en especial durante los últimos tres meses del año, y los efectos del tipo de cambio. En este sentido debemos recordar que Iberdrola tiene una presencia significativa, aunque no mayoritaria, en el volumen del negocio en Estados Unidos y Latinoamérica y el dólar no pasa buenos momentos gracias a las artes del presidente de la FED, Ben Bernanke.

Pese a las cifras, las perspectivas de negocio para el futuro son bastante halagüeñas si nos atenemos a los números presentados por la compañía. En 2007, la potencia instalada total alcanzó los 7.704 megavatios lo que representa un incremento del 74% respecto a 2006. De esta capacidad, 7.362 megavatios corresponden a parques eólicos y 342 megavatios a centrales minihidráulicas. Iberdrola Renovables tiene actualmente una potencia en construcción de 1.373 megavatios y cerró 2007 con una cartera de proyectos de más de 42.000 megavatios.

El sector de las energías renovables es uno de los más mimados por las ansias intervencionistas de los políticos de todo signo y condición. Tanto el PSOE como el PP (puntos 607, 746, 1.135, 1.162, 1.497, 1.504, 1.505, 1.515, de su programa electoral) han optado por apoyar las energías renovables y potenciar su uso durante los próximos cuatro años. ¿Acaso no resulta paradójico que un sector que recibe tanta ayuda institucional no termine aparentemente de despegar?

Las energías renovables son un negocio para estas empresas porque sus resultados no dependen directamente de la producción de energía, y de su venta, sino de la naturaleza de su negocio, que es recompensado independientemente de su eficiencia. Una parte importante de sus ingresos viene de las arcas del Estado y mientras este flujo de dinero que parte del contribuyente y consumidor y termina en las empresas pasando por las administraciones públicas, continúe, este tipo de compañías tendrán un futuro pese a las malas perspectivas técnicas. Y este es un punto importante porque no muchos lo perciben así debido a la propaganda: el dinero de los contribuyentes termina en las cuentas de resultados de empresas como Iberdrola Renovables o Acciona, que han convertido las energías alternativas en una importante fuente de recursos financieros, dinero que los ciudadanos podrían dedicar a otros usos que le sean más útiles, incluido, desde luego, la apuesta por las empresas de energías renovables.

Las empresas implantan sus parques eólicos independientemente de si estos van o no a producir energía y por esta acción son premiados por el Estado que se encarga de controlar y regular desde el emplazamiento de la planta hasta cuánto va a generar y cómo. Las perspectivas son buenas porque el mercado de precios, que no funciona bajo los principios del libre mercado, apunta al alza y porque los partidos políticos con posibilidades de gobernar han apostado por mantener una política que favorece a unos pocos a costa de muchos (los objetivos de energías renovables en el pool solo se pueden obtener ofreciendo generosas subvenciones y precios regulados que supongan ingresos suficientes y condiciones financieras atractivas), todo ello, desde luego, con el disfraz de la sostenibilidad y la protección medioambiental.

Para las empresas de renovables, la ausencia de viento es una circunstancia temporal que no tiene porque estropear demasiado unas cuentas que no dependen necesariamente de una gestión acertada y eficiente. De hecho, no deja de ser contradictorio que los parques eólicos no produzcan energía, no sólo cuando el viento no sopla, sino cuando sopla demasiado. Las energías renovables no responden a los criterios de disponibilidad que debería tener la generación eléctrica para garantizar que la oferta cubra la demanda.

Y es ahí donde las energías renovables, dejando aparte el problema de sus "infladas" tarifas, tienen su punto débil. Si un anticiclón se planta encima de la Península, el viento desaparece y como consecuencia, los aerogeneradores no funcionan, pero la demanda de consumo sigue ahí. Algo similar sucede con la energía solar, que si hay nubes no funciona; o la energía hidráulica, que si hay sequía no se puede turbinar, como sucede actualmente con muchas plantas, en especial en Cataluña.

Es en este contexto donde cabe preguntarse por la fiabilidad del sistema eléctrico español y su apuesta por las energías renovables. Aún obviando los problemas de precios, está claro que no se puede confiar en ellas para garantizar el suministro ya que no garantizan la potencia necesaria de forma continua y basta ver los informes del gestor de la red, REE, para darse cuenta que su principal problema no es otro que su incapacidad para asegurar las necesidades instantáneas. Y es aquí donde entraría el debate nuclear.

La eficiencia y la reducción de la contaminación puede conseguirse a través del I+D de las empresas y por la presión de los usuarios que buscan ahorro y un medio ambiente más limpio, y estas investigaciones y avances no tienen porque ir regidas por donde indique el poder político, sino por donde los procesos sean más útiles para todos, para empresas, para usuarios y sobre todo, para el contribuyente que al fin y al cabo paga los desmanes de unos y los negocios del otros.

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