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Margaret Thatcher debería ser el espejo para Mariano Rajoy

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La situación actual de España y la de Reino Unido en 1979 guardan muchas semejanzas en el terreno político, económico y moral. Thatcher heredó un país en bancarrota en los tres ámbitos, lo mismo que Mariano Rajoy. A aquélla en ninguno de ellos le tembló el pulso a la hora de tomar medidas, radicales algunas, pero en cualquier caso, necesarias.

Como en Reino Unido, Rajoy recibe una España menguada, adormilada y aborregada, producto de una cultura política anterior (2004-2011) basada en sólo en derechos, nunca en obligaciones y responsabilidades. La "juventud" que se manifestó en Valencia es el mejor ejemplo de esta tesis: menosprecia la autoridad y busca que el mantenimiento de su cultura hedonista sea un deber para la clase política.

Como le ocurre a Mariano Rajoy, Thatcher tuvo que hacer frente más que con su rival político, el Partido Laborista, con organizaciones que habían colaborado en el hundimiento británico de los años setenta como los sindicatos, acostumbrados a vivir de la subvención y que habían creado una cultura parasitaria.

En España actualmente sucede algo parecido. Nos encontramos con un PSOE que navega sin rumbo y que practica un lenguaje y modos característicos de la ultra-izquierda, no de la socialdemocracia europea con la que tanto le ha gustado compararse, pero de la que está a años luz, puesto que el elemento principal de su programa es jalear las algaradas sindicales o defender al 15M.

Michael Foot, en este punto, era más coherente, en lo que a sus principios (mayoritariamente filocomunistas) se refiere, que el socialismo español. Él siempre los había defendido, si bien eran compartidos por una minoría dentro de su partido, como bien ilustró la legislatura 1979-1983 y el desarrollo histórico posterior del laborismo.

Así las cosas, Margaret Thatcher se encontró con una oposición en el parlamento débil y dividida, por lo cual, durante la primera legislatura, su gran rival no fue la bancada laborista, sino el sindicalismo acostumbrado a marcar la agenda del gobierno y la dirección del país. Ella demostró que las Unions no eran imbatibles, sino todo lo contrario. Poco a poco les fue restando los privilegios que habían adquirido y de los que disfrutaba sólo la elite dirigente, la cual estaba absolutamente desconectada de la clase obrera.

El resultado trascendió lo cuantitativo (triunfo por mayoría absoluta en 1983) y fueron muchos los votantes naturales del laborismo que le dieron su confianza (el fenómeno conocido como Essex Man). La razón de que así fuera es que demandaban un gobierno que asumiera el liderazgo de la nación, que tomara decisiones y que no se dejara amedrentar por intereses corporativos. La recompensa se hizo evidente: tres mandatos consecutivos y la mejora del bienestar de sus compatriotas.

En España puede producirse algo similar. El 20 de noviembre Rajoy recibió una mayoría absoluta como sinónimo de que es percibido como el "cirujano" reparador de todos nuestros problemas, empezando por los económicos pero sin olvidar los de carácter ético y moral. Mientras tanto, los sindicatos se arrogan una representación no se sabe muy bien de qué ni de quién, pues no dejan de ser los peones de un socialismo de cuello blanco que, a falta de programa, opta por salir a la calle. ¿No es eso crispar y desestabilizar?

Continuando con las organizaciones sindicales, más que un mensaje, lo que tienen es un conjunto de cánticos, unos coristas de sobra conocidos por todos (el auto-denominado "mundo de la cultura" que de pobre tiene poco) y sobre todo, una táctica basada en el chantaje y la amenaza, como pudo comprobarse el pasado domingo 11 de marzo con "la manifestación" convocada por CCOO y UGT. Ausencia de discurso constructivo y superávit de demagogia es la receta que ofrecieron Toxo y Cándido a los escasos asistentes.

En definitiva, si Rajoy copia el modus operandi que caracterizó la trayectoria en política de Thatcher, esto es, la combinación de sentido común y determinación, guiará a España a la Champions League de las naciones.

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