Existe una absoluta conexión entre el desarrollo de los mercados libres y el ethos del Evangelio.
Como ya habrán podido leer en las Píldoras de nuestra web, este mes de febrero falleció el escritor, filósofo y diplomático estadounidense Michael Novak. Además de ofrecer un pequeño relato de su vida, con ese colorido dibujo en el que aparece junto a F. Hayek y Juan Pablo II, se quiere destacar la importante labor de mediación que pudo tener para poner en contacto al premio nobel con el pontífice (precisamente les hablaba aquí de ello hace algún tiempo).
Es importante conocer bien el contenido y el desarrollo histórico de la Doctrina Social de la Iglesia: esa parte del Magisterio que aborda algunas cuestiones alejadas del Credo y más discutibles, como la Economía, en las que no se puede esperar una definición dogmática como algunos católicos desearían (además, unos en un sentido y otros en el contrario). Se trata ésta de una controversia a veces un tanto agria, como pueden advertir en los mismos comentarios a la Píldora citada o en otros Análisis del Instituto. Es por eso que no me gusta demasiado entrar en la discusión, con creyentes o no creyentes, sobre si el liberalismo es compatible con la doctrina cristiana; aunque personalmente, estoy convencido de una absoluta conexión entre el desarrollo de los mercados libres y el ethos del Evangelio.
Así pensaba también nuestro autor, compartiendo esas ideas con otras personas e instituciones que hoy le recuerdan como Jay Richards, el Acton Institute (en Google encontrarán artículos interesantes) o el Centro Diego de Covarrubias en España. Y así lo expresaba Michael Novak en el prólogo a la primera edición de un libro querido para los simpatizantes del IJM: Christians for freedom, de Alex Chafuen. Allí aparecen dos ideas que quiero destacar: el protoliberalismo de los Maestros de Salamanca y su influencia en la Escuela Austriaca de Economía. Respecto a lo primero les copio el siguiente párrafo:
El Dr. Chafuen demuestra que algunas de las raíces del pensamiento clásico-liberal yacen en las contribuciones de los grandes escolásticos tardíos hispánicos, particularmente de la Escuela de Salamanca… De hecho, las percepciones y formulaciones de esta Escuela ayudaron a establecer la amplia tradición y el sentido común al que por lo general apelaban los liberales británicos, presentándose a sí mismos no como pensadores revolucionarios, sino como sistematizadores de la experiencia común de los siglos. Chafuen nos ayuda a ver que para finales del siglo XVII, las doctrinas comunes de estos autores escolásticos ya contenían en forma rudimentaria presuposiciones que ahora catalogamos como «liberales» o «capitalistas»…
Los intelectuales del mundo anglosajón tienden a olvidarse de que, en la cúspide de su poder, España tenía una gran actividad mercantil y comercial. Hasta que Francia y Gran Bretaña alcanzaron el mismo nivel, muy pocos pueblos tenían tanta experiencia en actividades económicas de complejidad, fin e innovación comparables. Los moralistas rodeados de laicos involucrados en negocios tuvieron enfrente todo un nuevo cuerpo de experiencias, tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo. Bien enseñados por las doctrinas de Aristóteles y Aquino en la senda del sentido común, en una ética basada en la sabiduría práctica y alerta a las circunstancias, contingencias y consecuencias, los escolásticos estaban bien posicionados para pensar en forma amplia y concreta”.
Esa amplitud de pensamiento es lo que, a mi juicio, les permitió adelantarse a la comprensión de situaciones económicas complejas como la inflación, la actividad bancaria y los tipos de interés, la defensa de los derechos de propiedad o los límites del poder político en la gestión de los impuestos. Y por eso creo que también tiene sentido buscar alguna relación intelectual con los postulados de la Escuela Austríaca de Economía (recordando esa expresión de M. Rothbard: “Raíces escolásticas”). Justamente al final del prólogo escribe Novak la siguiente propuesta: “en los años que siguen, esta tarea de ligar las raíces de la Escuela austríaca a las contribuciones de sentido común de los escolásticos de Salamanca puede convertirse en un evento de significancia en la vida intelectual.
Novak escribió más de 25 libros sobre filosofía, teología, política, economía y cultura. Algunas de sus obras traducidas al español son: La ética católica y el espíritu del capitalismo (1993); Personas libres y bien común (1988); Este hemisferio de libertad. Una filosofía de las Américas (1990); Los negocios como vocación (1988); Discusiones sobre Teología de la liberación, ¿en verdad liberará? (1988); Raíces evangélicas del capitalismo democrático (1989); El pensamiento social católico y las instituciones liberales (1992) o El espíritu del capitalismo democrático (1982). Quizás sea este último su libro más famoso, aunque también debido al escándalo de cierta progresía, que enseguida lo adscribió al pérfido bando ultraliberal, ya que defiende la enorme vinculación entre las prácticas de una economía de mercado y el mejor desarrollo de la democracia, critica la permanente acusación a los países desarrollados de ser la causa de la pobreza en el Tercer Mundo o plantea esas ideas ya comentadas sobre una “tradición capitalista cristiana”. Merece la pena conocerle bien antes de emitir un juicio sobre su pensamiento: les animo a que lo lean.
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