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Miedo a pactar

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La piel política de Pedro tiene alergia a Rajoy, pero no a independentistas o proetarras.

Transcurrido un mes desde las elecciones del 20 de diciembre, los españoles seguimos sin saber quién va a gobernar el país, quién va a gestionar nuestros dineros, y quién va a marcar la senda política de los próximos cuatro años. ¿Por qué? Porque no hay un pacto entre las diferentes fuerzas políticas. Si no hay consenso en un par de semanas habría que convocar nuevas elecciones. ¿Qué impide que se pongan de acuerdo? ¿Miedo? ¿Avaricia? ¿Una mezcla de ambas cosas? Me levanto por las mañanas y leo los titulares, en los que cada día un político sentencia con gravedad algo que sé que indefectiblemente no va a mantener más de 48 horas. “No pacto con éste”, “Sí pacto con aquel”, “Bueno, pacto siempre que me asegure esto o lo otro”… Y al final, les aseguro que ya no sé qué quiere cada uno de ellos excepto ocupar el gobierno, que no es lo mismo que gobernar.

Pedro, niega y reniega

El peor papel en el reparto, desde mi punto de vista, es el de Pedro Sánchez (PSOE). Lo único que sabemos es que no va a pactar con el PP. O, al menos, con Mariano Rajoy. No sé si sabe que es el candidato a presidente más votado por los españoles. Entiendo que tanto Pedro como los demás grupos de izquierda argumentan que aunque el PP haya ganado las elecciones, la suma de los votos de los españoles que votaron un partido que proponía un cambio es mayor que los votos del Partido Popular. Claro, es que solamente el PP no quiere cambiar, porque ya están en el poder. Cada vez que el PSOE ganó sin mayoría absoluta parlamentaria, siguiendo la “doctrina Sánchez”, el presidente tendría que haber sido designado por los demás. Esta idea de que no permitir que se forme el gobierno y crear ruido a ver si alcanzo el sillón presidencial es indicativo de los intereses de este señor y de quienes le apoyan. La piel política de Pedro tiene alergia a Rajoy, pero no a independentistas o proetarras.

Por otro lado, Pedro es capaz de pactar con Podemos, negociar con la independencia de Cataluña, o cualquier cosa que haga falta y su único freno es… su partido. Porque se le olvida también a Pedro Sánchez que en este país uno vota a un partido, no a una persona (para bien o para mal), de manera que se debe al partido que le ha elevado a las alturas. Y por eso reniega. Reniega de Susana Díaz y probablemente de Antonio Miguel Carmona. Que sí, que Carmona le dio la alcaldía a Manuela Carmena, candidata de Podemos, pero Carmena no cuestiona la unidad de España. Y no es que yo sea “unionista” o “independentista”, pero sí me parece un sinsentido hacer bascular los problemas de la gobernabilidad de España a ese aspecto y perjudicar a tu propio partido, que no se ha definido independentista sino al revés, para acceder a la presidencia y darle a Rajoy en las narices.

El miedo a estar de acuerdo

Es muy español esto de no ponerse de acuerdo ni para pedir un café. Pero ¿por qué? Da la sensación de que aceptar un pacto es una muestra de debilidad, como si al aceptar tu personalidad (o la de tu partido) se diluyera en el éter y fuéramos a desaparecer de repente. Y, bien visto, en este caso es al revés. Si gobierna Rajoy, tanto PSOE como Podemos y Ciudadanos van a tener la ocasión de frenar o no las propuestas que se le ocurran a Rajoy; van a tener la ocasión de denunciar los decretos-ley arbitrarios que se les ocurra proponer; van a poder presentar una moción de censura si el PP se sube mucho a la parra. Es más, el PSOE estaría en una posición mucho más cómoda y podría reagruparse, consolidarse y tomar impulso para las siguientes elecciones, que podrían ser antes de 4 años. Ese es el verdadero cambio en la política española, la ultra supervisión parlamentaria, propiciada por la escasa victoria del PP. ¿Por qué no le convence a Pedro Sánchez? Porque tiene miedo a que le corten la cabeza en su propio partido, donde se ha creado muchos enemigos en muy poco tiempo, y no pueda gobernar nunca. Quiere su momento de gloria. Esa es mi hipótesis.

Los demás partidos, especialmente los que se declaran más puros (pura izquierda, pura independencia, puro lo que sea…), tienen miedo de que el día de mañana les echen en cara haber pactado. Y eso revela la gran verdad: pactar es el mal.

Y mientras, como vacas viendo pasar el tren, los españoles seguimos con el día a día y los inversores van preparándose para levantar el vuelo. Hay que estar preparados para cualquier sorpresa.

 

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