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Mingote y el lagarto gigante

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Es sin duda la figura más relevante del humor gráfico en la prensa española. Desde sus inicios en La Codorniz a mediados de los cuarenta y, a partir del año 53 hasta hoy, con su cita diaria con sus lectores desde las páginas del ABC, ha diseccionado, reflejado, criticado y analizado la sociedad española como pocos han sabido hacerlo.

Así, en sus viñetas han desfilado filosóficos mendigos debajo de un puente; señoras estupendas; maridos pequeñitos, calvos y con gafas, resignados al lado de su santa esposa descomunal; señores de negro; náufragos, y por supuesto el célebre Gundisalvo que retrata perfectamente al político hispano, oportunista y de amplias tragaderas… Y qué decir de obras maestras como "Hombre solo".

Maestro, genio, referente, son muchos los calificativos para definir a Antonio Mingote, aragonés de nacimiento y madrileño de adopción.

Alfonso Ussía cree que merece un museo. Estoy completamente de acuerdo.

Y se lo ha pedido al Alcalde de la Villa y Corte… Estoy completamente en desacuerdo.

No solo por el gasto que representaría, que, diluido en el mar de deuda en el que el manirroto mandatario ha hundido a los contribuyentes madrileños, es simplemente una gota… Aunque no olvidemos que el océano está formado por gotas… y que el goteo de las arcas públicas es monzónico…

Es por respeto a la gente y a su dinero. Es muy humano tratar de que el dinero de los demás se destine a aquello que nos gusta, nos interesa o nos satisface. Y todos vamos a ser capaces de dar mil razones de por qué ese dinero vaya hacia nuestra causa… "Mingote es un genio, es un referente cultural…", eso nadie lo discute.

Pero también hay que salvar al lagarto gigante de la Isla de Hierro, un lacértido endémico de dichas islas, una joya biológica exclusiva de la fauna macaronesia, que, debido a la competencia de otras especies introducidas por el hombre, gatos y ratas, se encuentra en franco peligro de extinción y su pérdida sería un revés para biodiversidad isleña.

Y no nos olvidemos de salvar al oso pardo asturiano, al lince ibérico, potenciar el tenis femenino, restaurar la Iglesia parroquial de Cervera del Llano, contribuir a la lucha contra la fibrosis quística, dar becas Erasmus a nuestros jóvenes universitarios, o restaurar los humedales manchegos… Las causas que necesitan apoyo son infinitas, y, aunque a algunos les parezca increíble, los recursos son limitados.

Y sí, es muy fácil desacreditar otras causas, otros intereses, pensando de buena fe o mala fe que el dinero debería ir a nuestra causa, mucho más justa y necesaria que las de los demás. "Me vas a comparar la lucha contra la malaria con la recuperación del Carnaval de Xinzo de Limia". "Es increíble que no se apoye la halterofilia, con los valores de esfuerzo y superación que tiene". "Un país que no subvenciona la I+D es un país sin futuro". "La pérdida del silbo gomero sería una pérdida cultural irreparable".

Pero no hay un criterio lógico y objetivo de prioridades; cada uno de nosotros tenemos las nuestras, siendo todas respetables.

Hay que elegir.

Y las opciones son que elijamos cada uno de nosotros qué causas apoyamos con nuestro dinero o que los políticos decidan qué causas apoyan… con nuestro dinero.

En el primer caso, muy limitado en nuestro país debido a las ingentes cantidades de nuestro dinero que ya nos son requisadas, somos soberanos, todos y cada uno de nosotros, aunque eso no significará que el resto de la sociedad nos apoye. Nos apoyará quien quiera hacerlo y siempre faltará dinero para salvar al lagarto negro gigante de Hierro, donar libros para los niños saharauis o crear comedores de Cáritas para indigentes…

En el segundo caso, dominante en nuestro país, la soberanía residirá en el presidente, ministro, alcalde o concejal que maneje las arcas públicas. Él decidirá… Y bueno, en fin, también faltará siempre dinero para el lagarto negro, los saharauis o los indigentes, para todo, excepto para los propios intereses del susodicho presidente, ministro o concejal…

En resumen, que Mingote tiene tanto derecho a tener un museo pagado con dinero público como el lagarto negro de Hierro a no acabar en uno.

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