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¿Multinacionales explotadoras?

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Los movimientos anti-globalización acusan a las multinacionales de explotar a los trabajadores en los países pobres o en desarrollo y en buena medida las responsabilizan de los males que aquejan a esas naciones. Pese a la buena voluntad de muchos de sus integrantes, los movimientos anti-globalización o alter-globalización yerran en el grueso de sus críticas y hacen un flaco favor al progreso de los pueblos menos desarrollados cuando se oponen a la extensión y a la profundización del libre de comercio.

Lo primero que hay que entender es que la pobreza es el estado natural del hombre y que para salir de ella es preciso acumular capital, elevando así la productividad del trabajo. El trabajador francés o estadounidense es más productivo que el trabajador vietnamita no porque sea más trabajador o más inteligente, sino porque se sirve de multitud de bienes de capital (instalaciones e infraestructuras, equipamiento y tecnología, etc.) y tiene una formación más especializada. La productividad de los vietnamitas aumentará conforme vayan acumulando capital. Una mayor productividad resulta en una mayor producción, así como en la producción de bienes antes irrealizables, y de la mano de este fenómeno vienen las mejoras en las condiciones del trabajo, la reducción de la jornada laboral o la escolarización de los hijos. Los salarios altos, las buenas condiciones de trabajo, etc. son, por tanto, fruto del desarrollo. Sólo cuando una sociedad es lo suficientemente productiva puede permitirse tales cosas. De este modo no tiene sentido exigir el pago de salarios altos y el cumplimiento de estándares laborales occidentales en aquellos lugares donde la productividad es más baja. Ninguna multinacional va a trasladarse a China o a Vietnam para pagar a los trabajadores más de lo que producen, por mucho que los grupos anti-globalización insistan en que ése es el precio o el salario "justo".

La acumulación de capital es el antídoto contra la pobreza (lo cual presupone, naturalmente, un entorno institucional que no obstaculice este proceso). Así es como prosperó Europa durante la Revolución Industrial y, en tiempos más recientes, los llamados tigres asiáticos. La ventaja de los países en desarrollo contemporáneos es que pueden capitalizarlos desde fuera, no hace falta que creen ellos solos todo el capital como tuvo que hacer Europa durante la Revolución Industrial, produciendo y ahorrando "desde cero". Las empresas extranjeras, atraídas por los bajos salarios y las escasas regulaciones, pueden aportar el capital y acortar ese proceso, pueden acelerar la acumulación de capital y hacer que prosperen más deprisa de lo que prosperó Occidente en su momento.

Las multinacionales en los países pobres o en desarrollo, sobre todo las del sector textil, son acusadas de pagar salarios de miseria, ofrecer unas condiciones laborales pésimas o emplear mano de obra esclava. Lo cierto es, sin embargo, que los estudios realizados muestran que las multinacionales pagan salarios más elevados que las empresas autóctonas, a menudo mucho más elevados. También ofrecen mejores condiciones de trabajo y compensaciones no-monetarias. En un clarificador artículo publicado en The American Enterprise, el economista Jagdish Bhagwati destaca el estudio de Paul Glewwe sobre los ingresos de los trabajadores vietnamitas en 1997-98 en empresas autóctonas y en empresas extranjeras (estando la mitad de los trabajadores ubicados en el sector textil). El estudio revela que los trabajadores empleados en las empresas extranjeras y en las joint ventures obtienen casi el doble de ingresos que el empleado medio de una empresa vietnamita. Estudios de este tipo se han llevado a cabo en Bangladesh, Mexico, Shanghai, Indonesia y otros lugares, llegando a conclusiones similares.

Algunos detractores admiten que las multinacionales pagan salarios más altos, pero apuntan que la explotación se da en las empresas subcontratadas, concentrando su crítica en la industria textil. Benjamin Powell y David Skarbek, en un estudio que abarca a 10 países en desarrollo, han comparado los salarios pagados en la industria textil (donde supuestamente tiene lugar esta explotación) con el ingreso per cápita nacional, concluyendo que en 9 de los 10 países dicho salario excede el ingreso per cápita. En la República Dominicana, Haití, Honduras y Nicaragua los salarios de la industria textil son entre tres y siete veces superiores al ingreso per cápita nacional. Powell y Skarbek han estudiado también 43 casos de compañías particulares y sus empresas subcontratadas que han sido acusadas por los activistas, encontrando que la inmensa mayoría paga el salario medio del país o un salario superior (y que en cualquier caso 41 de ellas pagan más de un dólar al día y la mayoría pagan más de dos dólares al día, las cantidades consideradas como umbral de la pobreza). Ello sin tener en cuenta las compensaciones no-monetarias (los empleados de Nike en Indonesia, por ejemplo, reciben asistencia médica y comida además del salario).

El hecho de que las multinacionales paguen salarios más elevados (y ofrezcan mejores condiciones laborales, etc.) no es sino el corolario inexorable de la competencia entre empresarios y el aumento de la productividad. Las multinacionales que llegan deben ofrecer mejores salarios y condiciones laborales para captar a los trabajadores, de lo contrario estos permanecerían donde estaban. Al mismo tiempo, el aumento de la productividad es el que permite que haya un margen para elevar los salarios y mejorar las condiciones de trabajo. En China los salarios están aumentando un 14% al año, pero eso solo sucede porque la productividad aumenta un 20%, consecuencia de abrazar la globalización y empezar a acumular capital.

El caso a favor de la globalización y la capitalización desde fuera, a través del desembarco de multinacionales y capital foráneo, es evidente. Pero lo dicho tampoco debería llevarnos a desestimar cualquier acusación lanzada contra una multinacional, pues no olvidemos que vivimos en un mundo plagado de intervenciones estatales y no es extraño que haya empresas que busquen cobijo en ellas para lucrarse a costa de los demás.

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