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No podemos mejorar la movilidad social sin libertad económica

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Por Vincent Geloso. No podemos mejorar la movilidad social sin libertad económica fue publicado originalmente en CapX.

La movilidad social en el Reino Unido viene experimentando un declive desde los años setenta. Esto, unido al estancamiento del nivel de vida en los últimos años, ha reavivado la preocupación por la desigualdad y la equidad. ¿Cómo puede la sociedad justificar una riqueza extrema mientras se niegan oportunidades económicas a los menos favorecidos?

Una sociedad desigual corre el riesgo de desarrollar diferencias sostenidas en los resultados de una generación a otra. Esto se debe, se argumenta, a las disparidades en el acceso a las oportunidades. Las familias más ricas pueden permitirse una mejor escolarización de sus hijos que las más pobres. Estos niños también tienen conexiones sociales mayores y más influyentes, lo que conduce a una desigualdad persistente en el estatus socioeconómico. Por consiguiente, aunque la sociedad se haya enriquecido, la posición relativa de todos puede seguir siendo la misma. Los que nacen en la cima se quedan allí. Los que nacen en la parte baja, trágicamente, a menudo se quedan encerrados.

Impuestos y regulación contra la movilidad

El remedio más citado contra la desigualdad es la subida de impuestos y una mayor redistribución a través del bienestar y los servicios públicos. Estas políticas bienintencionadas pretenden crear más oportunidades de movilidad socioeconómica ascendente.

Pero si queremos impulsar eficazmente la movilidad, como analizo en un artículo reciente, debemos reconsiderar esta estrategia. Aunque unos impuestos elevados pueden financiar programas que ayuden a las personas de rentas más bajas a acceder a nuevas oportunidades, crean incentivos débiles para la creación de riqueza y un menor crecimiento económico; dos factores que repelen activamente la movilidad.

Los llamamientos a una mayor intervención estatal tampoco tienen en cuenta cómo las normativas existentes empeoran la movilidad social. Tomemos el ejemplo de nuestro sistema de planificación, que inhibe la oferta de viviendas y, a su vez, aumenta los precios de la vivienda. Éstos han sido la principal causa de la crisis inmobiliaria británica, que ha hecho que las ciudades sean inaccesibles para las personas con bajos ingresos.

Esto es obviamente problemático por muchas razones, pero lo es especialmente porque las ciudades han sido durante mucho tiempo grandes centros de oportunidades. Su densidad, dinamismo y diversidad las hacen altamente productivas, lo que se traduce en salarios e ingresos más elevados para los trabajadores. Los elevados precios de la vivienda dificultan el acceso a los empleos urbanos. Las familias con rentas más bajas, al estar geográficamente excluidas de estas oportunidades, también se ven atrapadas en sus clases sociales.

Licencias y planificación

Otro ejemplo son las licencias profesionales. A menudo pensamos que los empleos altamente cualificados, como médicos y abogados, son los más afectados por estas normativas. Esto es incorrecto. En los países occidentales, sobre todo en Gran Bretaña y Estados Unidos, la concesión de licencias ocupacionales ha crecido en alcance y escala hasta afectar a numerosas ocupaciones de ingresos bajos y medios.

Por ejemplo, trabajar en la construcción o la seguridad y, en algunos lugares, incluso pasear perros. En algunos sectores en los que la concesión de licencias tiene más sentido, como la abogacía y la medicina, los regímenes reguladores son extremadamente estrictos, y a menudo se limita el número de personas que pueden obtener las cualificaciones necesarias. El resultado es que una serie de ocupaciones que podrían permitir a la gente ascender en la escala social son inaccesibles para todos, salvo para unos pocos.

Estos son sólo dos ejemplos, aunque de gran envergadura. En ambos casos, un planteamiento de «primero, no hacer daño» mejoraría las cosas. La liberalización del sistema de planificación y concesión de licencias profesionales fomentaría la movilidad social al ampliar el abanico de oportunidades económicas a las que puede aspirar la gente.

Finalmente, la libertad

Podemos ampliar estos ejemplos examinando los datos internacionales sobre la movilidad intergeneracional de los ingresos de las personas nacidas en las décadas de 1970 y 1980 en más de 100 países. Cuando se combinan con datos relativos a los niveles de libertades económicas (libertad para comerciar, regulación limitada, derechos de propiedad, seguros, etc.), podemos ver que estos últimos están fuertemente asociados con los primeros. Incluso dentro del grupo de las democracias liberales, los países con mayores niveles de libertad económica disfrutan de una mayor movilidad social.

Tipos de datos similares muestran lo mismo a nivel local. Por ejemplo, en Estados Unidos, alguien nacido en el cuartil económicamente más libre de todas las áreas metropolitanas experimentará entre un 5 y un 12% más de movilidad de ingresos (en relación con sus padres) que alguien nacido en el cuartil económicamente menos libre.

De manera crucial, en toda la literatura sobre libertad económica y movilidad social, encontramos que la libertad económica mitiga los efectos de la desigualdad. De hecho, en los lugares económicamente más libres, los efectos adversos de la desigualdad de ingresos sobre la movilidad social se anulan.

Estos resultados son cruciales para informarnos sobre las formas más eficaces de impulsar la movilidad social. A veces, menos es más. En este caso, más libertad económica es mejor que menos. Antes de plantearse nuevos injertos en el disfuncional Estado del bienestar británico, quizá sea hora de considerar el planteamiento de «primero, no hacer daño».

Ver también

Desigualdad a largo plazo. (Carlos Rodríguez Braun).

Mitos y realidades de la desigualdad en España. (Informe).

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