Para que una política pública tenga justificación, se necesita una opinión pública favorable.
Quien esté familiarizado con el concepto de guerra justa sabrá que cualquier conflicto bélico debe tener una justificación. Sin él, ningún Estado, monarca, presidente o líder está legitimado para iniciarlo. Algunas veces, estas justificaciones son una serie de intereses de diferentes naturalezas, otras es el miedo y no pocas veces, se mezclan asuntos de honor. Roma se enfrentó a Cartago por el ataque a su aliado Sagunto, que sirvió a los romanos para justificar la que se convertiría en la segunda guerra púnica. Napoleón, en su labor por unificar Europa bajo su liderazgo, provocó el miedo de otras potencias que vieron, no sin razón, sus propios intereses amenazados. Rusia, desde la época de Pedro el Grande, independientemente del nombre o el régimen que haya tenido, enarbola cuestiones de honor, respeto y liderazgo mundial para iniciar o inmiscuirse en conflictos bélicos, al igual que China. Si los ciudadanos deben dar sus vidas y poner en peligro sus propiedades por una causa, que al menos sea justa, acorde a ciertos principios éticos o los intereses generales del grupo, Estado o nación.
Este proceso que he descrito someramente es el mismo que usan las democracias modernas con su potente estado de bienestar. Cualquier política pública tiene que tener una justificación. Y como en la guerra, las tres razones que Tucídides expone, interés, miedo y honor, pueden adoptarse para justificar las políticas del estado de bienestar. Puede ser en interés del legislador, de un partido, lobby o, algunas veces, de los habitantes del país; puede ser por el honor o la dignidad de una minoría o grupo; puede ser por el miedo (real o inventado) a la pérdida, a que algo no se haga realidad o que se llegue a una situación moralmente inaceptable.
No es tan fácil adoptar una política pública, sobre todo si es demasiado novedosa o rupturista, pero esa dificultad puede ser minimizada por la propia naturaleza del sistema. El Estado, según sus necesidades, articula una serie de instituciones que se terminan convirtiendo en herramientas del legislador. Para que una política pública tenga justificación, se necesita una opinión pública favorable que impulse su instalación y que termine formando parte del propio Estado, haciendo más difícil su erradicación, salvo que la naturaleza del Estado cambie bruscamente.
Un Estado totalitario o autoritario no necesita esa opinión pública a favor, pero a largo plazo es mejor tenerla, así que articula mecanismos para implantar ideas oficiales y perseguir las que no lo son; básicamente, desarrolla herramientas de propaganda y de represión. Las democracias también las crean y pueden ser tan autoritarias como las que se implementan en las dictaduras, pero raramente tan descaradas, así que se sustituyen por una educación pública muy controlada, un periodismo que tiende a estar cerca del poder en vez de ser su eterno vigilante, la creación de medios públicos de comunicación y un mundo cultural que ejerce de político, regado con suculentas subvenciones. ¿Que necesitamos una política medioambiental, una sobre reescritura de un pasado incómodo o redefinir los roles de géneros o minorías? Pues escuelas, medios de comunicación oficiales o semioficiales, e incluso artistas comprometidos se dedican meses, años si es necesario, a insistir en esos temas. No es raro que en este proceso, que suele tener un importante componente ideológico, se creen necesidades allí donde no las había y se olviden otras más reales.
Otro instrumento esencial para los gobernantes y Estados son las instituciones que dedican su tiempo a los informes y estadísticas. Sin ellos, el político no tendría datos y dosieres sobre los que justificar la implantación de estas políticas. Especial importancia tiene la estadística, una mala descripción del pasado basada en magnitudes cuantificables que el político convierte en predicción de futuro. Las encuestas son, quizá, más perniciosas, ya que convierten en generales opiniones particulares y temporales, no pocas veces sesgadas a través de preguntas capciosas, que tamizadas por herramientas estadísticas, terminan convirtiéndose en cosas como intención de voto, principales preocupaciones de la ciudadanía u opiniones sobre cómo se ven los líderes políticos.
El resultado de todo esto es la creación de círculos viciosos que funcionan a largo plazo. Un político, partido o grupo de políticos, incluso un grupo de presión, considera que una política o medida es esencial para el futuro. A través de los instrumentos que tiene el Estado, informa primero y se genera una opinión publicada que favorece una opinión pública. Así se fuerza una inclusión en la educación pública, que favorece la aparición de una mayoría de personas a su favor o una minoría con el suficiente poder de influencia, la cual genera, con el tiempo, estadísticas e informes que justifican la política o medida que se buscaba.
Cierto es que todo este proceso es más complicado de lo que he expuesto. En cualquier momento, algo puede interferir. Hay procesos que son antagónicos y que tienden a anularse entre sí, enfrentando grupos y consumiendo recursos, eso sí. Los políticos pueden ser expulsados de sus puestos antes de que se implanten esas políticas; sin embargo, otras llegan a buen (o mal) puerto. Las políticas medioambientales actuales no tienen mucho que ver con las de hace treinta años y se ha tardado en construir una opinión pública adecuada. Las pensiones, la sanidad o la educación públicas llevan con nosotros décadas, así que cualquier cambio, si se percibe positivo, es fácil de adoptarse, pero las políticas de género o la actual descarbonización, incluso la muy reciente demonización del plástico, apenas llevan unos años con nosotros y a lo mejor es más complicada su instalación. En todas ellas, ha habido este proceso que ha terminado en justificaciones o incluso partidos que han cambiado de opinión en relativamente poco tiempo.
Un ejemplo reciente es el Ecobarómetro del Instituto Balear de Estudios Sociales y las empresas Hidrobal y TIRME. Según el estudio, la masificación de coches es el principal problema medioambiental del archipiélago balear, seguida del deterioro de las playas, el derroche de agua, la masificación de personas y la baja calidad del agua potable. Esta situación no es baladí, es paralela a una serie de denuncias por parte de algunas fuerzas políticas y sociales, principalmente ecologistas, sobre el turismo que consideran exagerado y desregulado, y que, sin embargo, es tan importante para la economía balear. En definitiva, se plantea un antagonismo entre medioambiente y economía, entre la calidad del ecosistema y un sistema más o menos capitalista.
Este Ecobarómetro sirve para que se pueda implantar una regulación más intensa de la que existe sobre el turismo y, como consecuencia de ello, sobre la economía balear. Si observamos modelos políticos que se han seguido en situaciones similares, es factible que se limite el paso de coches o se les ponga alguna barrera medioambiental y se refuerce la política fiscal elevando a los impuestos, en especial a los turistas, que podrían tener que pagar una tasa por estar en la región o pasar una noche en el hotel. Esto debería engrosar las arcas públicas, que dedicarán el dinero a instalar éstas y otras políticas. Y no creo que haya un excesivo rechazo, porque después de unas cuantas décadas de inculcar en los habitantes de las islas estas ideas (estén o no basadas en alguna realidad), es normal y razonable que terminen tomando peso, incluso siendo mayoritarias en la opinión pública y que se acepten sin pocas críticas. Y una vez que se ha conseguido, ahí están los políticos para cumplir lo que los ciudadanos piden.
6 Comentarios
Enhorabuena, Alberto. El
Enhorabuena, Alberto. El análisis de tu artículo es perspicaz y clarividente, especialmente al mostrar el paralelismo entre los conflictos bélicos y las políticas del llamado estado del bienestar (cuando utilizan medios coactivos). No solo con el interés (y el honor), también con el ‘miedo’ debemos tener cuidado cuando se deciden políticas, porque apenas hay un paso entre «defenderse» y comenzar a agredir.
Y una puntualización histórica. Muy bien traído el comentario de la toma de Sagunto por Aníbal como origen de la II Guerra Púnica . Pero mi interpretación es que esa no fue una guerra «buscada» por Roma; de hecho estuvieron en un tris de desaparecer. Se salvó gracias a un abuelete, Quinto Fabio Máximo apodado Cunctator (el retardador), que cuando ya habían perdido las dos mitades de su ejército en el lago Trasímeno y tenían a Aníbal frente a sus murallas, se dio cuenta que no podían seguir actuando como era su costumbre (batalla a campo abierto), y decidió que debían entrar en operaciones de distracción y desgaste del ejército invasor (guerra de guerrillas). Ese cambio de estrategia, junto con la indecisión de Aníbal (que había tenido una mala experiencia tras el sitio de Sagunto; recordar la decisión épica de la población de lanzarse junto con sus posesiones a una hoguera, para que así los cartagineses cuando entraran no encontraran nada) y también el hecho de que los aliados itálicos no dieron la espalda a Roma, dada su trayectoria previa de confiabilidad, permitieron que no solo no desapareciera sino que de hecho «llegara a ser»… ‘Roma’.
Es verdad que ese momento supuso un punto de inflexión, y que a partir de ahí sí que «Roma» aprovechó excusas para meterse en guerras de invasión por interés (casus belli), por ejemplo en la propia Hispania.
Mi felicitación se extiende a todos quienes escribís «Análisis Diarios» en el IJM, y a quienes los enriquecéis con comentarios (desde luego menos «rolleros» que este que acabo de relatar yo ahora).
Sobre “justificaciones”,
Sobre “justificaciones”, opinión publica, complicidades, el círculo vicioso y su posible solución, el librito de Étienne de La Boétie “Discourse of Voluntary Servitude” se adelantó (¡en cinco siglos!) a su tiempo: https://mises.org/library/politics-obedience-discourse-voluntary-servitude )
Para entender el espíritu de nuestro tiempo al que el artículo de Alberto Illán apunta, dos trabajos muy alejados en cuanto enfoque el uno del otro pero muy próximos en cuanto a su diagnóstico:
– Esta entrevista a Michel Maffesoli (que impartió este pasado 16 de enero en Valencia la interesante conferencia «Libertad y control social»): https://blogs.mediapart.fr/emmanuel-tugny/blog/031218/lheure-du-malgre-tout-entretien-avec-michel-maffesoli
– El libro “Boundaries of Order”, de Butler Shaffer: https://mises.org/library/boundaries-order-private-property-social-system
Estoy muy agradecido por los
Estoy muy agradecido por los libros que ha recomendado, ojalá pueda recomendarme mas lecturas sobre los diversos temas que se tocan en esta pagina, muchas gracias.
Estoy muy agradecido por los
Estoy muy agradecido por los libros que ha recomendado, ojalá pueda recomendarme mas lecturas sobre los diversos temas que se tocan en esta pagina, muchas gracias.
¡Gracias a tí por animarme !
¡Gracias a ti por animarme !
Este artículo me recuerda:
Este artículo me recuerda a este otro también de Alberto Illán: “¿Es visibilizar sinónimo de politizar?» https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/es-visibilizar-sinonimo-de-politizar
Y ligado con ello al de las 3 (o 4) razones por los que “La política nos convierte en enemigos”, de Ignacio Moncada: https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/la-politica-nos-convierte-en-enemigos
Un resumen del primero podría ser: «[…] la visibilización muestra consecuencias, pero no ahonda en los procesos y las causas, y no es extraño que se acompañe de una explicación sencilla para una situación en la mayoría de los casos compleja. […] algo que gusta mucho a los políticos, sobre todo a los populistas y demagogos, porque suele encajar muy bien en sus políticas y programas (ligadas a un presupuesto que puede no llegar y a señalar a los supuestos culpables cuando los haya) [… ] alejándola de la sociedad civil, incluso cuando ésta ya ha dado pasos para enfrentarse al problema.»