Lamentablemente, está extendida la idea de que la sociedad es un orden que puede construirse intencionalmente. Los socialistas de todos los partidos (y todo el sistema en general) nos bombardean continuamente con esta idea. Es el típico pensamiento antiliberal de que la gente dejada «a su aire» puede provocar resultados no deseados. ¿Qué es lo que hay que hacer entonces? Dirigirla. Obvio.
¿Qué significa dirigir la sociedad? Pues básicamente tutelarla, es decir, marcar los fines de los individuos. O lo que es lo mismo: identificar los fines sociales que ellos determinan con los fines del individuo. La coordinación social debe, por tanto, ser impuesta.
Esto supone no entender nada del proceso social, ya que la sociedad es un complejísimo proceso espontáneo de interacciones humanas, movidas todas ellas por el deseo de alcanzar sus propios fines.
Una palabra clave aquí es espontáneo. Una gran aportación de Carl Menger consiste en haber desarrollado la teoría del surgimiento espontáneo y evolutivo de las instituciones a partir de la concepción subjetiva de la acción humana. Como manifestara Menger: «el problema más importante de las ciencias sociales es explicar cómo las instituciones que sirven al bienestar común y que son extremadamente importantes para su desarrollo llegaron a existir sin una voluntad común dirigida a establecerlas».
Hayek señala entre otras instituciones que son el resultado de la acción espontánea evolutiva nada menos que al lenguaje, la moneda, el derecho de propiedad, el comercio, la lex mercatoria que rige los intercambios internacionales y la misma Common Law. Las instituciones sociales son el resultado de conductas regulares no planificadas por los individuos para hacer frente a los problemas que enfrentan. Se forman inintencionadamente, es decir, sin una programación previa.
Vemos en el orden social un vínculo interno producido endógenamente, lo que equivale a concebir la sociedad como un orden espontáneo. Esta es la naturaleza interna del vínculo social.
La teoría social comienza con el descubrimiento de que existen estructuras ordenadas que son producto de la acción de muchos hombres, pero que no son resultado de una planificación humana. Es ese permanente fluir de iniciativas individuales, que son de tal modo seleccionadas y agregadas a un nivel de conocimiento que ninguna mente humana particular es capaz de alcanzar.
La idea de que la sociedad puede construirse intencionadamente debe ser rechazada. Deberíamos confiarnos a ese gran mecanismo productivo que es el proceso social abierto a la cooperación de todos, ya que sólo de esta manera es posible el desarrollo económico y el aumento de conocimiento.
Y, sin embargo, los enemigos de la libertad siguen queriendo tutelar al individuo y sus opciones innovadoras. Quieren dirigir el mundo, cuando lo mejor sería que nos dejasen relacionarnos en paz.
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