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Oxfam vuelve a hacer de las suyas contra el capitalismo

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Len Shackleton. Este artículo fue publicado originalmente en CapX.

¿Qué le pasa a Oxfam? Esta enorme organización benéfica internacional, fundada en 1942 como Comité de Oxford para el Alivio de la Hambruna (Oxfam) para ayudar a los hambrientos ciudadanos de la Grecia ocupada por los nazis, ha realizado durante décadas una excelente labor en el mundo en desarrollo; o lo que ahora debemos llamar el Sur Global. Pero en los últimos años parece haber perdido el rumbo.

Escándalos sexuales y antisemitismo

El comportamiento escandaloso de sus agentes en Haití y Chad, y más tarde en la República Democrática del Congo, y la forma inadecuada en que Oxfam reaccionó ante las denuncias de graves conductas sexuales inapropiadas, intimidación y acoso. En dos ocasiones se ha prohibido temporalmente a la organización optar a fondos de ayuda del gobierno británico. Éstos constituyen una parte importante de sus ingresos.

Ha habido acusaciones de que Oxfam ha sido sistemáticamente anti-israelí, si no directamente antisemita. Y en 2015 su filial belga fue acusada de financiar indirectamente el terrorismo palestino.

Más cerca de nosotros, se ha afirmado que sus tiendas benéficas, que pagan impuestos más bajos y están exentas de IVA, han contribuido al declive de la High Street británica. Y han destruido negocios privados, especialmente en el comercio de libros de segunda mano.

Lenguake woke y anticapitalismo

En marzo de este año, la organización se metió de lleno en la guerra cultural. Publicó un documento de 92 páginas en el que instaba a sus empleados a cambiar palabras como «madre» y «padre» por «progenitor», más inclusivo. Y a llamar a las futuras madres, «personas que se quedan embarazadas». Unas semanas más tarde, a este discurso habitual le siguió un extraordinario vídeo en el que se celebraba el Mes del Orgullo. En él, aparecía JK Rowling como una odiosa «Terf».

Dejando todo esto a un lado, una constante en la personalidad pública de Oxfam desde hace varios años ha sido su gusto por los ataques en toda regla contra el sistema capitalista. Afirma que es una estafa que empobrece a los pobres, una afirmación naturalmente acompañada de demandas de intervención política masiva y niveles confiscatorios de impuestos.

Impuestos a los ricos

Así, cada año, coincidiendo con la reunión de Davos del Foro Económico Mundial, Oxfam publica un informe en el que ataca a los multimillonarios y a las grandes empresas y aboga por una redistribución a una escala sin precedentes. A menudo estas afirmaciones se basan en estadísticas poco fiables y en una mala interpretación de los datos, mientras que las propuestas políticas son ingenuas en extremo.

A estas diatribas anuales se suman de vez en cuando otras de tono similar. La semana pasada vimos un buen ejemplo, cuando Oxfam unió fuerzas con ActionAid para afirmar que 722 grandes empresas obtuvieron más de 1.000 millones de dólares de «beneficios extraordinarios» en 2021 y 2022, mientras que «mil millones de trabajadores de 50 países sufrieron un recorte salarial real de 746.000 millones de dólares» en 2022.

A raíz de esto, Oxfam y ActionAid propusieron un impuesto del 50%-90% sobre estos beneficios extraordinarios para recaudar entre 523.000 y 941.000 millones de dólares. Esta cantidad podría utilizarse para «ayudar a las personas que luchan contra el hambre, el aumento de las facturas energéticas y la pobreza en los países ricos, y para proporcionar cientos de miles de millones de dólares para apoyar a los países del Sur Global».

Amitabh Behar

El director ejecutivo interino de Oxfam Internacional, Amitabh Behar:

La gente está harta de la codicia de las empresas. Es obsceno que las empresas hayan obtenido miles de millones de dólares en beneficios extraordinarios mientras la gente de todo el mundo lucha por conseguir alimentos suficientes o productos básicos como medicinas y calefacción… unas pocas empresas cada vez más dominantes están monopolizando los mercados y fijando precios por las nubes para llenar los bolsillos de sus ricos accionistas. Las grandes farmacéuticas, los gigantes de la energía y las grandes cadenas de supermercados engordaron descaradamente sus márgenes de beneficios durante la pandemia y la crisis del coste de la vida.

¿Es esto cierto? Casi seguro que no. Un vistazo a la metodología empleada por los autores del informe sugiere que han vuelto a las andadas.

Las trampas de Osfam

Para medir los «beneficios extraordinarios», comparan los beneficios de 2021 y 2022 con la media de los beneficios de 2017-2020, pero sin ajustarlos a la inflación. En cambio, la caída de los salarios de los trabajadores es una caída en términos reales. Así que no están comparando lo mismo con lo mismo. En cualquier caso, es exagerado suponer que todos los aumentos de beneficios se deben a la subida de precios, sin tener en cuenta la evolución de las ventas y otros factores que determinan los beneficios. No es de extrañar, por ejemplo, que «Big Pharma» -uno de los villanos de pantomima habituales de Oxfam- haya aumentado sus beneficios dada la mayor demanda de vacunas durante y después de Covid.

El mecanismo para recaudar y distribuir los ingresos adicionales que los impuestos propuestos por Oxfam podrían teóricamente recaudar (en la práctica sería mucho, mucho menos) es inexistente. Todo este ejercicio no es más que otro palo con el que golpear al perro capitalista. Sin duda hace que las personas que escriben este tipo de informes se sientan orgullosamente enfadadas. Pero, ¿de qué sirve?

Oxfam depende del capitalismo

En realidad, todo lo que hace Oxfam depende del sistema capitalista. Los alimentos y el agua que distribuye son producidos por alguien con ánimo de lucro. También los vehículos que los distribuyen. También los equipos que utiliza para cavar pozos o construir escuelas.

En algún recóndito lugar del cerebro de la organización benéfica seguramente se reconoce este hecho. En su informe anual, por ejemplo, Oxfam reconoce su asociación con empresas como IKEA y Unilever. Imagino que muchas de estas empresas colaboradoras habrán obtenido algunos de esos «obscenos» beneficios inesperados. Hay que tener la piel gruesa para asociarse con Oxfam. Tal vez se unirían más si la retórica antiempresarial se atenuara un par de grados.

En última instancia, esta retórica, al igual que el comportamiento del personal de la organización, es responsabilidad de los fideicomisarios de Oxfam. Pocos de ellos tienen mucha experiencia empresarial, y los que la tienen tienden a estar en el extremo más apacible de la economía. El Presidente de Oxfam GB también preside Guardian Media, y ocupó un cargo similar en Channel 4. Otros fideicomisarios han trabajado en marketing y publicidad. Otros fideicomisarios han trabajado en marketing, en bufetes de abogados o para otras organizaciones benéficas y organismos sin ánimo de lucro.

Tal vez deberían contratar a algunos administradores que hayan trabajado en las partes más duras de la economía y que tengan una visión más positiva de las empresas que la de los fanáticos de la virtud que parecen constituir una gran proporción de sus empleados.

Ver también

Las trampas de Intermón Oxfam contra los paraísos fiscales (Juan Ramón Rallo)

Oxfam: mentiras sobre autoridad y pobreza (Juan Ramón Rallo)

Camelos Oxfam (Carlos Rodríguez Braun)

Oxfam: la libertad amenaza y la desigualdad mata (Carlos Rodríguez Braun)

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