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Pablo Iglesias y José Antonio

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Podemos se ha convertido en un caso apasionante desde el punto de vista del análisis político, social e ideológico. Han obtenido un resultado relevante en las elecciones europeas, y las expectativas que han generado son enormes; de hecho, apenas tienen límites. Se cuenta con que formarán su propio grupo parlamentario, lo cual sería ya un éxito, e incluso se estima que podría convertirse en la primera fuerza dentro de la izquierda española. Si estará a la altura de esas expectativas es muy difícil de saber. Depende de su comportamiento, de la fortaleza del Partido Socialista y de la evolución del paro.

¿Cuál ha sido el análisis que se ha hecho este grupo de profesores de universidad que ha llevado a un partido de la izquierda más extrema a esta situación de preeminencia y expectativas? Se puede reconstruir a partir de diversos elementos que ha ido dejando grabados en youtube Pablo Iglesias, su líder inmarcesible, y el resto de colaboradores, además de la realidad política española. Pero él los ha engarzado todos en una charla de una hora, en Bolivia. En ella relata sus «intimidades políticas«, es decir, la realidad (o parte de ella) de su análisis, su estrategia, su discurso, sus resultados.

El objetivo que se plantea Podemos es el poder total. No debe extrañarnos, pero tampoco lo debemos olvidar, porque de otro modo no le entenderíamos. Otras formaciones, como UPyD o Izquerda Unida, no tienen ambiciones reales tan altas. Cuba, como ejemplo del camino hacia el poder, ha dejado de ser atractiva. No hay más remedio que aceptar la vía, «tan poco erótica, tan poco épica», de la democracia «burguesa».

Pero llevar a una victoria electoral un mensaje que no deja de ser revolucionario no es fácil. Es más, es implanteable cuando las cosas parecen ir bien. Pablo Iglesias le pide a la audiencia que se haga a la ida de «lo que representaba para nosotros en el año 2002, 2003, 2004, 2005, 2006, ser ciudadanos de la Europa del Sur. Era algo tremendamente triste». Ellos habían visto el triunfo de líderes socialistas en América Latina en situaciones de crisis, pero legó «la crisis de todas las crisis, esa crisis que empieza en 2007» y que «sirvió para crear en los países del sur de Europa situaciones de crisis de régimen, de crisis de la gobernanza europea, de crisis de la estabilidad. Abrió una suerte de estructuras oportunidad política para el cambio».

Sí. Hay una desconfianza de un número creciente de ciudadanos en el sistema político. El juego político pasa por hacer promesas a los votantes con la renta y la riqueza ajenas, o que se asegura que es ajena. Cuando esta riqueza se destruye, las promesas se incumplen. Y como el incumplimiento es generalizado, cunde la desconfianza hacia la clase política. Como los sucesivos gobiernos han hecho lo necesario para evitar una crisis de deuda aún más grave, y esas medidas no son las que desean los votantes, se dice que el sistema no es plenamente democrático.

Esta sensación de fraude se produce de forma generalizada. Dice Iglesias: «Cuando se produce una crisis que provoca injusticias que son palpables por todo el mundo, son momentos en los que a la gente que procede de valores conservadores, la crisis también les duele y les afecta. A la gente de derechas tampoco le gusta que le roben. A la gente de derechas no les gusta que les tomen el pelo». Llega el 15M, y se pregunta Iglesias: «¿Qué es lo que ocurre cuando gente que jamás se ha manifestado sale a la calle y dice son unos sinvergüenzas, me están robando? Surge una oportunidad histórica».

Pero esa oportunidad hay que saber aprovecharla. Necesitan un discurso que capte ese descontento, y que sepa encaminarlo hacia una formación política, la suya. Y para eso necesitan un discurso. Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón y demás han sacrificado sin pena el marxismo más ortodoxo para adoptar, con pragmatismo, experiencias e ideas distintas. Las han bebido de América Latina. Pero no son ideas nuevas. Tampoco en España. Es aquí donde encaja el antecedente de José Antonio Primo de Rivera.

No es que lo cite Pablo Iglesias. Pero tampoco hace falta. Hace referencia a Marine Le Pen, cuya formación «amenaza con convertirse en mayoritaria en Francia». ¿Por qué? Pues «cuando están convirtiendo tu país en una colonia, ¿qué mejor discurso que apelar a pueblo y al orgullo nacional? Fue una de las características fundamentales de nuestra campaña electoral, que la izquierda nos criticó. Nosotros dijimos: ‘somos patriotas. Y aquéllos que privatizan, aquéllos que entregan atribuciones soberanas a poderes exteriores, aquéllos que no pagan impuestos, esos son traidores a la patria’. La izquierda se echaba las manos a la cabeza. ‘¿Qué clase de discurso es este?’. Y apelamos a la Policía y a las Fuerzas Armadas».

La izquierda española ha renunciado al discurso patriótico, y ha alimentado sistemáticamente la idea de que las apelaciones a la nación son sinónimo de un peligroso derechismo. A Iglesias, Monedro y demás les ha bastado incluir un discurso patriótico para amenazar al PSOE con relegarle a una posición subordinada dentro de la izquierda. Como dice Pablo Iglesias en la misma conferencia, «la clave para entender el éxito del fenómeno Podemos es que hicimos exactamente lo que la izquierda no se hubiera atrevido a hacer». El lema de José Antonio Primo de Rivera era «patria, pan y justicia», y apelaba especialmente a aquéllos que «por carecer de pan, no pueden apreciar a la patria».

Aunque la referencia de los creadores de Podemos es el de los líderes populistas iberoamericanos que, como Hugo Chávez, se envuelven en la bandera nacional, las ideas de José Antonio se cuelan en este discurso con naturalidad. Los populistas americanos apelan a la nación frente al imperialismo. José Antonio, en su manifiesto ante las elecciones de febrero de 1936, publicado en Arriba, decía «queremos una política internacional para que sea neutral o beligerante por la libre conveniencia de España, no por la servidumbre a ninguna potencia exterior». Y Podemos apela al patriotismo frente a las injerencias de Bruselas, que impone esos recortes que muchos rechazan.

Así, la patria enlaza también con una de las ideas fuerza de Podemos, la democracia, que ha fracasado porque no ha impedido que Bruselas imponga sus designios. Y esta idea enlaza con otra, que es clave en el discurso, y en el éxito, de Podemos: la casta. Iglesias lo expresa así: «Un viejo amigo comunista, que conoce América Latina muy bien, decía: la audacia comunista, el momento leninista, si queréis, supone identificar esos pequeñitos momentos excepcionales en los que la diferencia entre un dirigente audaz y un dirigente mediocre es la capacidad de señalar a los culpables, señalar a los enemigos, y decirles ‘¿veis? Estos son los enemigos del pueblo’. Es la diferencia entre la audacia y ser un conservador que sigue utilizando los mismos métodos».

Pero esa audacia no es sólo comunista. Volvemos a José Antonio, que en el mismo discurso, titulado «Por España una, grande y libre, por la patria, el pan y la justicia», dice: «Banqueros que se enriquecen prestando a interés caro el dinero de los demás; propietarios de grandes fincas que, sin amor ni esfuerzo, cobran rentas enormes por alquilarlas; consejeros de grandes compañías diez veces mejor retribuidos que quienes con su esfuerzo las sacan adelante; portadores de acciones liberadas a quienes las más de las veces se retribuye a perpetuidad por servicios de intriga; usureros, agioistas y correveidiles. Para que esa gruesa capa de ociosos se sostenga, sin añadir el más pequeño fruto al esfuerzo de los otros, empresarios, industriales, comerciantes, labradores, pescadores, intelectuales, artesanos y obreros, agotados en un trabajo sin ilusión, tienen que sustraer raspaduras a sus parvos medios de existencias». No le cuelga el nombre «casta», ni ninguno otro, pero hace referencia a la misma realidad.

No es que José Antonio, por otro lado, fuera completamente ajeno a las ideas de Marx, que había estudiado. En el discurso en el Cine Madrid, del 19 de mayo de 1935, dice: «Las previsiones de Marx se vienen cumpliendo más o menos de prisa, pero implacablemente. Se va a la concentración de capitales; se va a la proletarización de las masas, y se va, como final de todo, a la revolución social».

No se trata de que los creadores de Podemos se hayan basado en José Antonio, algo que desconozco. Pero sí de hacer ver que su análisis les lleva a ver que la tesis internacionalista de Negri y Hart no funciona, y que «el Estado siempre vuelve», pues «cuando se producen situaciones de crisis, la reivindicación del Estado y la soberanía» adquieren protagonismo como «instrumento de intervención política crucial». Entonces es necesario llevar el análisis político socialista al ámbito del Estado. Y el antecedente de este intento de «nacionalizar» la izquierda en España es José Antonio.

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