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Pacta despacio que tengo prisa

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No es aceptable un pacto hecho de retales para pasar este mal trago y no poder aprobar una ley inmediatamente después.

Según parece, nos encaminamos al segundo “pasapalabra” de Mariano Rajoy, término que le tomo en préstamo a la periodista Esther Jaén. El lunes por la mañana fue el turno de Pablo Iglesias para visitar al monarca y volver a decirle que no habrá pacto ni con Ciudadanos ni con lo que llama “comando Corcuera”. Nada nuevo. Las afinidades suelen ser recíprocas. 

Como un arma de doble filo, la imposibilidad numérica aparece ante los ojos de algunos como una aliada y de otros como una enemiga. Aliada especialmente para aquellos como Rajoy que quiere atrasar cuanto sea posible el fatídico momento de la votación de investidura. Fatídico porque no dispone de apoyos, o bien porque puede ser que no sea él el designado para ser investido.

Por otro lado, para quienes no quieren que Rajoy gobierne (que son todos los que no son Rajoy y sus seguidores), la imposibilidad numérica es la espada que va a encargarse de cortar la cabeza del actual presidente en funciones, y entre estos, están algunos miembros del propio PP cansados de la rémora que supone un no-líder como Mariano Rajoy al timón de un proyecto herido de muerte.

Y es en este bando anti-rajoyano en donde la ansiedad por cerrar pactos se está volviendo enfermiza. Es cierto que, en general, como sucede con los alumnos más vagos, es al final, cuando queda muy poco tiempo, cuando los políticos se apresuran a ceder. Mientras tanto, simplemente esperan a ver qué hacen los demás, observan quién está más desesperado y se burlan del que se baja los pantalones, incluso si en unos días son ellos mismos los que se los bajan y además pagan la cama. Pero no faltan analistas con intereses o sin ellos que fabulan con ideas que aunque me parezcan peregrinas, no por ello, visto lo visto, hay que desechar. Todo es posible. Por ejemplo, la idea de que el rey Felipe proponga formar gobierno a alguien con una minoría escandalosa (como Coalición Canaria, por poner un ejemplo), y así forzar un no en el Congreso y la puesta en marcha del tiempo de descuento de dos meses para convocar nuevas elecciones. No estaría mal, pero no creo que entre en los planes del rey. Supongo que le dará a Rajoy alguna oportunidad más para que niegue como San Pedro.

Otra idea es que el Partido Popular, amparándose en alguna ocasión del pasado reciente, en concreto del “tamayazo” de la Comunidad de Madrid, decida convocar elecciones sin más, sin pasar por la penalidad de un debate de investidura en el que a Rajoy le iban a sacar los colores.

Pactar no siempre es lo mejor

La palabra pacto es amable. Parece que quien pacta está dispuesto a ser generoso para llegar a un acuerdo. Pero no hablamos de acordar quién lava y quién seca la loza en casa. Hablamos de la gestión de un país, que no ha terminado de salir adelante, con un número aún escandaloso de desempleados (a pesar de las buenas cifras), en un entorno inestable, y con varios peligros rondando nuestro horizonte. Esta situación no la maneja un grupo heterogéneo de políticos en busca de un sillón de presidente. No es aceptable un pacto hecho de retales para pasar este mal trago y no poder aprobar una ley inmediatamente después. No, cuando tenemos mucho déficit que disminuir, una deuda pública y una deuda extranjera enormes, un sector inmobiliario que retoma su importancia, con lo que ello significa. ¿Dónde está el famoso “nuevo modelo productivo español” que iba a diseñar como quien diseña el último grito del prêt à porter?

El espectáculo de estos políticos que desfilan camino de la Zarzuela a ver quién lo pone más difícil, o dice la perogrullada más gorda, o la lía más en su partido, o es el más rápido a este lado del Mississippi, deberían hacer pensar a los españoles y si, como parece y decía Esther Jaén, Rajoy va a mirar al techo de nuevo, votar en unas nuevas elecciones. Si puede ser, al menos corrupto, al menos incoherente, al menos falso. Es decir… Pasapalabra.

 

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