No siempre que se enciende una bombilla es símbolo de una buena idea. En los próximos meses se van a encender miles que demuestran lo contario. En plena crisis económica, cuando los esfuerzos del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero deberían estar dirigidos a que los ciudadanos dejen de engrosar las listas del paro, las ideas brillantes se centran en salvar el planeta de nosotros mismos y si es posible a nuestra costa.
El Plan de Acción 2008-2012 de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética en España (E4), del Ministerio de Industria es un fastuoso proyecto que se aprobó el 20 de julio de 2007 y cuyo objetivo se podría resumir en el eslogan de una de sus medidas "Con tu ahorro ganamos todos. Cada pequeño gesto cuenta". La idea está clara, el ciudadano es despilfarrador por naturaleza, desconoce cómo gastar adecuadamente la preciada energía, es consumidor compulsivo, no sabe ahorrar y para colmo, está destruyendo a la Madre Tierra. Hay que indicarle, recordarle, incluso obligarle a que vuelva al buen camino. Para ello, los poderes públicos han tomado de los contribuyentes la no desdeñable cantidad de 2.367 millones de euros y la han destinado a un plan que terminará con la madre de todos los despilfarros. Cabría preguntarse qué cosas hubieran hecho los españoles con tal cantidad de euros aún en sus bolsillos, pero hay quien diría que eso es antipatriótico.
Si todo sale bien y nada se tuerce, si nadie se convierte de la noche a la mañana en un saboteador peligroso, el plan reducirá las emisiones de CO2 a la atmósfera en 238 millones de toneladas. ¡Oigan señores, los españoles serán más pobres, pero el planeta estará más sano que es lo importante!
Como eran muchas las medidas a tomar –sólo en las de ahorro se alcanza la extraña cifra de 31–, por alguna parte había que empezar y que mejor manera de hacerlo que cambiando las bombillas de los españoles. El ministro Sebastián dio una alegría inmensa a la industria "bombillera". Convocó un concurso público para hacerse con 49 millones de bombillas de bajo consumo que repartiría gratuitamente a los titulares de un contrato eléctrico. No sé cuántos ciudadanos se han dado cuenta, pero si me quitan dinero antes de darme una cosa, gratis no me sale. De hecho he pagado porque sí, no ha sido voluntario; tampoco lo he hecho sólo yo, los que no son titulares de algún contrato también lo han hecho porque impuestos pagan hasta los niños que se compran chuches. Pero eso les pasa por despilfarradores.
Sebastián está contento porque las bombillas que nos ha "regalado" suponen un ahorro del 80%. Poco se podrá hacer con una sola bombilla, pero es que algunos dudan del carácter benéfico de semejantes armatostes. El profesor Ron Hui, de la Universidad de Hong Kong asegura que estas bombillas tienen mercurio y que al no reciclarse convenientemente terminan contaminando nuestro amado planeta. También afirma que el dispositivo electrónico que lleva no es tan bueno como se dice, que es demasiado sensible a los cambios de temperatura y que no dura la burrada de horas que los fabricantes certifican, o sea, que nos estafan con todas las de la ley.
Pero contamine o no, funcione 10.000 horas o sólo 1, a fecha de hoy hay dos cosas muy claras. Las bombillas de bajo consumo que entrega Sebastián y que nos han costado la friolera de 64 millones no las quiere ni el tato porque hasta la fecha se han entregado en toda España 3.271.814, de los 13.358.036 vales repartidos, es decir, un 24,5%. La previsión del Ministerio es entregar 22 millones de vales. La otra es que tenemos que tragar bombillas de bajo consumo, queramos o no.
A partir del 1 de septiembre ha quedado proscrito en la UE la fabricación de bombillas incandescentes de 100 W. La CE ha avanzado más: en 2010, serán las de 75 W. En 2011, las de 60W. Por último, para 2012, no podrá fabricarse ninguna bombilla de este tipo. Empresas como Phillips, General Electric u Osram deben estar dando saltos de alegría, Phillips asegura que en tres años el precio de las lámparas será mínimo, pero ¿dónde se situará ese mínimo? ¿Se habrán tenido en cuenta además los costes de sustitución y adaptación a las nuevas bombillas de los aparatos que usan las viejas y lo que parece más importante, las toneladas de CO2 que esto supone? ¿Se han previsto todos los efectos colaterales de tan magno proyecto? Ya sabemos que con la salud del planeta no se debe jugar.
El temor lógico es que los poderes públicos colaboren con estas empresas, o sea subvencionen o ayuden de alguna manera su producción, de la misma manera que favorecen las energías alternativas frente a las tradicionales. No es la primera ni será la última alianza entre Estado y Empresa. Luego aseguran que estamos en un régimen de libre mercado y que si las cosas salen mal es por el ultraliberalismo aterrador que nos invade. Pues para muestra, un botón. Pero luminoso.
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