Una de las cosas que más molestan al Gobierno y a José Antonio Marina es que los críticos con Educación para la Ciudadanía digamos que la nueva asignatura adoctrina. El filósofo llama ignorantes a todos los que recelan de EpC, y la vicepresidenta del Gobierno se pregunta sorprendida qué habrá de malo en que los niños sepan qué es la democracia y alerta contra los oscuros designios de la Iglesia.
Tal vez algunos ejemplos sacados de los libros de texto de la asignatura sirvan para clarificar el asunto. Comencemos con Educación para la Ciudadanía ESO de Santillana, una obra colectiva dirigida por Estrella Molina Gete. En su página 78, la primera de la unidad La política y el bien común, las autoras ilustran el asunto con tres fotos: una manifestación de UGT, una declaración de Hacienda y un cartel en el que se lee "Cerrado por huelga general". Tras una somera descripción del sistema político español (sólo dos páginas de las 147 del libro), comienza la sección La participación en la vida política, donde las elecciones se solventan en un párrafo de 6 líneas (el resto de las dos páginas pertenece a los sindicatos y a los grupos de presión). Las fotografías tampoco tienen desperdicio: carteles de propaganda electoral en Irán contemplados por una niña velada, manifestación del partido troskista británico Socialist Worker’s Party,manifestación del 1 de mayo en París y sesión del Foro Económico Mundial. El resto de la unidad está dedicada a los impuestos, el derecho a la huelga (por si todo lo anterior no hubiera sido suficiente, dos páginas más), los derechos humanos (media página) y Amnistía Internacional (una página). Un concepto de democracia bastante extraño, a caballo quizá entre el nacionalsindicalismo falangista y la II Internacional.
La editorial Algaida también tiene un libro de texto de EpC sólo para Andalucía, titulado Educación para la ciudadanía y los derechos humanos y coordinado por David Sánchez Rubio. La unidad 3, Comportamientos democráticos y ciudadanía, abre con la historia de la familia Gutiérrez, en la que las decisiones se toman por medio de una "asamblea familiar" en la que el voto del hijo de 12 años vale lo mismo que el de su madre. "La familia Gutiérrez era un ejemplo para los vecinos; por ello era muy respetada y admirada entre el vecindario. Verlos tan felices y responsables provocaba una adicional motivación en las personas…". La unidad continúa con una exposición de las raíces históricas de los sistemas democráticos, desde Grecia hasta "las democracias liberales y las reivindicaciones de la burguesía". A continuación, los autores abordan la representación y la participación, haciendo hincapié en la responsabilidad de los representantes políticos, y hablan de los votos y las manifestaciones, los movimientos sociales, los sindicatos y por último los partidos políticos. La unidad concluye con los problemas de la democracia: tiranía de la mayoría y "la capacidad que tienen los medios de comunicación para manipular y dirigir la opinión de las personas", un problema que "mucho tiene que ver la excesiva cultura consumista que se nos inculca. En vez de ser ciudadanos comprometidos por los problemas comunes, nos convertimos en personas preocupadas y obsesionadas por gastar y poseer más y más productos de consumo" (pura escuela de Frankfurt). Por último, "hay lugares donde la democracia es más difícil que llegue, como en el mundo económico o en el mundo de los negocios. Frente a ellos, hay quienes apuestan por entender la democracia (…) como un modo de vida y un proceso inacabado que hay que extenderlo por todos los sitios donde se desarrollan las relaciones humanas". Eso de que los precios se decidan por votación a mano alzada me parece un método un tanto extraño para alcanzar esa felicidad, ejemplaridad y responsabilidad logradas por los miembros de la familia Gutiérrez.
El tercer texto es de Anaya y se titula Educación para la ciudadanía. Está editado por Pablo Navarro y Capitolina Díaz. En la unidad Por qué es preferible la convivencia en democracia los autores afirman que el poder político es supremo y que "decide, de manera obligatoria para todos, lo que debe hacerse y lo que no". Su necesidad viene impuesta por su capacidad para "arbitrar los conflictos" e "imponer acuerdos" de forma no violenta. Lo que no aparece es una definición o explicación del concepto de poder. Estas páginas aparecen ilustradas con fotos de Bokassa, Hitler y Stalin como ejemplos de "imponer un poder político absoluto". Más adelante se describe la actitud democrática como una mentalidad caracterizada por la renuncia al uso de la violencia, la tolerancia y la disposición a negociar acuerdos. En cuanto a sus reglas, se opta por el enfoque pluralista que los defensores de la "democracia representativa" tildan de minimalista: gobierno de la mayoría, respeto a las minorías, respeto a la ley, representación, elecciones libres, etc. Este libro dedica mucho más espacio que los anteriores al sistema político español e incluso se habla de la nación española con citas textuales extraídas de la Constitución. Se hace hincapié en el Estado como "red de seguridad", aunque también se menciona su papel como "agente redistribuidor" que "hace posible el bienestar de todos y la justicia social". Entre los retos de la democracia, la diversidad ("todas las culturas tienen derecho a expresarse libre y pacíficamente (…) tienen la obligación de aceptar los valores democráticos…"), el desarrollo tecnológico y sus riesgos (la tecnología "nos ha hecho, en definitiva, más libres", aunque puede volverse peligrosa si se usa mal) y la amenaza del cambio climático (se extracta un artículo publicado en el diario El País dedicado al Panel Intergubernamental para el Cambio Climático). Por lo que respecta a "las causas de la riqueza o la pobreza relativa de los países", los autores señalan el aislamiento de ciertos países, la explotación irresponsable de las materias primas y la carencia de infraestructuras y preguntan al alumno: "¿Existe alguna relación entre progreso económico y democracia?". En general, este texto es más moderado y realista y menos buenista que los anteriores, huye de la simplicidad, proporciona más información y hace hincapié en la existencia de explicaciones alternativas y a menudo rivales para el mismo fenómeno.
En resumen, si usted desea que su hijo se eduque como un buen bolchevique, deberá pedir que el colegio adquiera el producto de Santillana. Si anda a caballo entre el corporativismo, y el neomarxismo y no le importa que sus retoños gestionen su nómina, su texto favorito será el de Algaida. Y si piensa que al fin y al cabo la democracia representativa es el peor de los sistemas si excluimos todos los demás, y además confía en el profesor, optará por el manual de Anaya como mal menor. Todavía no he leído el libro de Marina publicado por SM, que dejo para el próximo comentario por razones de espacio, pues éste comienza a exceder los límites de la buena educación. De todas formas, nada me gustaría más que conocer la opinión del profesor sobre algunos textos de la competencia. ¿Se atreverá a decir que no adoctrinan, o que son unos grandes demócratas? Lo dudo.
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