A lo largo de varios siglos de evolución, los agentes del mercado elevaron al oro como el dinero por excelencia, esto es, el activo último de compensación de deudas. No fue un proceso de selección accidental o arbitrario, sino consecuencia de que el oro cumplía, mejor que cualquier otro bien económico, las propiedades que se le exigen al dinero.
Si en nuestro anterior artículo detallamos cuáles son estas propiedades, pasaremos ahora a demostrar que el oro las cumple todas.
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Demanda previa: Desde el principio de los tiempos, el oro ha tenido una fuerte demanda ornamental en casi todas las civilizaciones de la historia. Esto permitió utilizarlo desde muy temprano como un medio adecuado para conservar la riqueza.
En India, por ejemplo, se instituyó la costumbre, con ramificaciones religiosas, de atesorar buena parte de su renta en forma de joyas para la mujer y las hijas. Y es que en el hinduismo, a la diosa Lakshmi, consorte de Vishnú y símbolo de la fertilidad y la prosperidad, se la representa engalanada de oro y con monedas doradas brotando de sus manos. Por este motivo, las joyas concedían prestigio social a la familia y les permitían conservar e incrementar su patrimonio (la adquisición de joyas de oro era un modo de reprimir la tentación de prodigalidad, dado que su enajenación se consideraba una tacha social, salvo en momento de gran necesidad). Uno de los usos más importantes a este respecto lo adquirió en la ceremonia del matrimonio. Debido a que la herencia sólo podía trasmitirse a los varones, las familias vestían a las novias con ornamentos dorados a modo de donación inter vivos. Además, estas joyas permanecían bajo el control de las esposas, sin que sus maridos pudieran enajenarlas. Así, los padres garantizaban una riqueza mínima intocable a sus hijas.
Hoy en día el oro sigue conservando esa fuerte demanda en joyería; cerca del 70% de toda la producción anual va destinada a esta finalidad (2400 toneladas en 2007), si bien hay que tener en cuenta que buena parte de ese 70% va destinado a los ornamentos hindúes, que tienen una finalidad subyacente claramente monetaria. Y ha incorporado otros usos industriales como en la electrónica (300 toneladas en 2007) o la odontología (58 toneladas), debido a su alta conductividad y baja toxicidad. Pero además, contrariamente a lo que creen los defensores del dinero fiduciario, el abandono del patrón oro ha incrementando la demanda dineraria de este metal (650 toneladas en 2007): ha habido una fuga patrimonial hacia el atesoramiento individual de oro en la medida en que ya no puede confiarse en el papel moneda como depósito de valor.
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Accesibilidad: La accesibilidad geográfica del oro ha sido muy grande debido a que sus minas se hallaban repartidas por todos los continentes del planeta. Además la redistribución geográfica del oro producido ha sido posible gracias a sus propiedades físicas, que facilitan su conservación, y a su elevado valor unitario que elevaba la eficiencia de su trasporte (se podían movilizar grandes cantidades de valor en poco espacio). Desde mediados del siglo XIX, Sudáfrica se ha convertido en el mayor productor de oro del mundo, pero gracias a los nuevos medios de comunicación, la accesibilidad geográfica es casi absoluta, con independencia del lugar de producción.
En todo caso, la invención de las letras de cambio y de las cámaras de compensación internacionales redujo enormemente la necesidad y los costes de transporte.
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Facilidad de transformación: El oro es el metal más dúctil y maleable de todos, lo que facilita su transformación en piezas homogéneas. Su dureza (2,5 en la escala de Mohs) es lo suficientemente baja como para poder rayar el metal y efectuar inscripciones (acuñación) pero lo suficientemente alta como para evitar su desgaste en el tráfico diario. Su punto de fusión está en 1.064 grados centígrados, temperatura que puede alcanzarse con relativa facilidad en un horno, incluso con carbón vegetal, pero que es lo suficientemente alta como para resistir las condiciones ambiente de la tierra.
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Atesorabilidad: El oro puede atesorarse con seguridad debido a que no perece ni se descompone, puede reconstruirse con facilidad en caso de deformación (por ejemplo mediante su fusión y reacuñación), es difícil de corroer (no le afectan los agentes corrosivos más comunes como la humedad, el calor o el aire e incluso resiste el ácido sulfúrico) y su elevado valor unitario reduce los costes de almacenamiento. Actualmente el oro es muy fácil de desatesorar debido a la facilidad de transformación. Sin embargo, hasta mediados del siglo XIX, su alto valor unitario hacía que fuese muy costosa su división en unidades lo suficientemente pequeñas para atender al tráfico diario. De ahí que coexistiera el doble estándar monetario entre el oro y la plata: el oro se utilizaba para conservar el valor y efectuar grandes transacciones y la plata como medio de pago común. Los avances de la metalurgia en el siglo XIX, permitieron reducir el oro a unidades molares (1,96 gramos o aproximadamente una dieciseisava parte de onza) de forma económica, lo que provocó la desmonetización de la plata. Baste señalar que durante el siglo XIX la plata solía ser doce veces más barata que el oro, mientras que hoy es unas 60 veces más barata.
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Escasez relativa: Todo el oro que se ha extraído de las minas a lo largo de la historia de la humanidad sigue existiendo: se calcula que aproximadamente hoy en día hay 160.000 toneladas de oro. La producción anual apenas alcanza las 2.500 toneladas, lo que significa que el stock de oro se incrementa sólo un 1,5% al año. Además, este ratio debe ser matizado en dos sentidos: a) una parte de esa producción va destinada a la joyería y b) durante los últimos 50 años la producción de oro ha sido desproporcionadamente elevada (la mitad de todo el stock de oro se ha extraído desde 1960), por lo que es posible que ya hayamos alcanzado un peak gold (la producción de oro alcanzó su máximo en 2001 y desde entonces viene decreciendo alrededor de un 0,5% al año. En otras palabras, el incremento anual del oro con fines monetarios es prácticamente despreciable, lo que pone coto a su depreciación inflacionaria.
Los monetaristas sin duda considerarán este bajo incremento anual de la "oferta monetaria" como un obstáculo para el crecimiento económico. Pero conviene recordar que el oro no tiene por qué usarse como medio de cambio (en ese sentido, las cámaras de compensación han superado desde hace años al oro en eficiencia), sino sólo como mecanismo para compensar los saldos acreedores netos.
El oro cumple de manera casi óptima con todas las características que lo califican como buen dinero. En el próximo artículo abordaremos un análisis de distintos bienes que se han utilizado históricamente como dinero y veremos por qué son muy inferiores al oro en este sentido.
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