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¿Por qué ha quebrado Grecia?

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La tragedia griega no es nueva sino que ha sido algo constante a lo largo del siglo XX. No en vano, ha quebrado en diversas ocasiones en las últimas décadas, como resultado de sus grandes déficits públicos, déficits por cuenta corriente y altas tasas de inflación. Nada de esto cambió tras su entrada en la Unión Monetaria.

Así, tal y como explica Philipp Bagus en La tragedia del euro, cuando Grecia entró en la moneda única tres factores se combinaron para seguir manteniendo sus crónicos déficits fiscales y comerciales. En primer lugar, entró con un tipo de cambio muy alto, provocando que muchos de sus trabajadores no resultasen competitivos en comparación con los países del norte, altamente capitalizados. Para afrontar este problema, en lugar de flexibilizar al máximo su economía, permitiendo la reducción de salarios para aumentar la productividad -devaluación interna-, sus políticos aumentaron aún más el gasto público, acrecentando el tamaño del Estado vía prestaciones de todo tipo, generosas pensiones y prejubilaciones y engordando aún más el cuerpo de funcionarios.

En segundo lugar, como miembro de la zona euro, el Gobierno heleno disfrutó de tipos de interés artificialmente bajos, ya que contaba con la garantía implícita del rescate en por parte del BCE y el resto de estados miembros -Alemania inclusive-. La rentabilidad de la deuda griega cayó en picado gracias a la menor percepción de riesgo que conllevaba pertenecer a la Eurozona. Es decir, el coste marginal de los déficits crecientes se redujo, facilitando un mayor endeudamiento público y privado en los mercados, como si se tratase de un país sólido y solvente.

Por último, Grecia pudo externalizar parcialmente sobre los demás miembros de la zona euro las consecuencias de su irresponsable política fiscal y económica gracias al BCE. Los bonos griegos eran aceptados como colateral por el banco central en sus operaciones de préstamos bancarios. Al contar con una prima marginal con respecto al bono alemán, los bancos europeos acudían gustosos a las subastas de deuda helena para, luego, descontar estos títulos en la ventanilla del BCE a un interés más bajo, y viceversa, beneficiándose así del arbitraje de tipos, en lo que se conoce como carry trade. Así es como Grecia pudo monetizar parcialmente sus déficits. El chorro de financiación destinada a Grecia se traducía, en un primer momento, en subida de precios a nivel nacional que, posteriormente, se trasladaba al resto de la Unión Monetaria. El BCE creaba más euros aceptando como colateral los bonos griegos, el Estado heleno empleaba este dinero para aumentar el gasto público y su artificial nivel de vida, y cuando los precios subían en Grecia el dinero huía hacia otros países de la zona euro, haciendo que las inflación subiera más rápido que sus rentas. Dicho de otro modo, todos los europeos han costeado de una u otra forma los excesos griegos mediante un impuesto invisible llamado inflación.

Algunos datos para ratificar lo expuesto:

1. El peso del Estado sobre el PIB se disparó hasta el 52% en 2009, superior a la media del resto de países periféricos. El crecimiento desmesurado de las transferencias sociales (del 8% del PIB en 1970 al 21% en 2009) y del empleo público (del 8% del PIB en 1976 al 12,7% en 2009) explican esta evolución. En el ámbito de las transferencias destaca el gasto de las pensiones públicas, que se tragaban casi el 12% del PIB en 2007 y que supondrán casi el 20% de la riqueza nacional en 2035 de mantenerse el actual sistema frente al 1,7% previsto para la UE-27.

2. Y todo ello creció sin necesidad de más ingresos fiscales, cuya media es muy inferior al de la UE-15. Mucho gasto y pocos ingresos causaron un déficit público estructural, incluso en pleno boom crediticio de los últimos años, a excepción del breve paréntesis de mitad de los años 90 y principios de 2000, como consecuencia de tener que ajustar las cuentas para poder entrar en el euro. La deuda pública crece sin parar desde los años 70: del 20% del PIB en 1975 al 100% en 1994, 140% en 2010…

3. La clave de la pérdida de competitividad griega reside en el drástico aumento del endeudamiento externo, sin que éste fuera compensado por un crecimiento del ahorro nacional. El conjunto de la economía griega gasta mucho más de lo que produce, teniendo que cubrir la diferencia a base de crédito exterior (deuda). Esta variable se mide a través de la balanza por cuenta corriente. Ésta empezó a deteriorarse en 1981, se agravó a mitad de los años 90 y el déficit exterior, finalmente, se disparó en los ejercicios siguientes con tasas anuales superiores al 12% del PIB. Sólo desde 2004 el déficit por cuenta corriente añadió casi 50 puntos porcentuales a la deuda exterior neta, hasta alcanzar el 100% del PIB en 2010.

Los bajos tipos de interés a los que se pudo financiar Grecia tras su entrada en el euro dispararon el endeudamiento exterior del país, sin necesidad de grandes esfuerzos. El problema aquí es que, al tiempo que la deuda crecía, el ahorro se desplomaba: desde el 20% del PIB en los años 70 hasta el -12% en 2009. Grecia y Portugal son los únicos países que han registrado tasas negativas de ahorro en la zona euro. Comparado con cualquier otro país de la Europa de los 15, Grecia ha experimentado el mayor declive del ahorro nacional en las últimas décadas.

¿Conclusión? El sobredimensionado sector público que creció al calor de la burbuja crediticia de la última década, sumado a una economía muy poco competitiva y aún menos ahorradora, conforman las claves de la particular tragedia griega.

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