Se ha llegado al final de un modelo. El actual sistema o modelo de sociedad, el llamado Estado de Bienestar, está llegando a su fin tal y como lo conocemos. La presunción de este sistema es la de proporcionar a toda la población subvenciones de salud, educación, prestaciones de desempleo, pensiones, alimentación, etc., a lo largo de toda su vida. Pues bien, esta pretensión se ha demostrado totalmente inviable.
Esto es así porque es un sistema basado en la deuda y no en la riqueza creada. Es el sistema de la ilusión de riqueza. Pero al final, un sistema que gasta el doble de lo que ingresa colapsa irremediablemente.
Existe una ley económica irrefutable que muchos han descubierto en esta crisis: si gastas más de lo que tienes sistemáticamente estás inherentemente quebrado y suspenderás pagos. Y esta ley se aplica tanto a particulares como a los Estados. Es pura lógica, este modelo de sistema es insostenible y ahora se ha llegado a un límite físico.
Y esto lo han visto hasta los indignados. Han visto que a nivel estatal hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, como se suele decir de los particulares. Han visto que ningún sistema puede sostener (en el sentido amplio de la palabra) a población que no sea activa, que no trabaje, que no aporte nada a la sociedad. Han visto que el intento de prometer el paraíso en la Tierra era una falacia. Han visto que el Jardín del Edén, en la que todo es abundante y nada escaso, no existe. Ni existirá nunca. Nada está dado en el mundo real.
La situación que viene, al menos a medio plazo, es una en la que no existe la manutención estatal. Ya no se va a poder vivir a costa de "Papá Estado". Habrá que salir a la calle todos los días, pero no para reclamar más subvenciones del Estado ni cantar canciones de Mayo del 68, sino para buscar trabajo desesperadamente.
Algo que mucha gente no está acostumbrada a hacer. Quizás el parasitismo sea científica y evolutivamente normal: el ser humano tiende a adaptarse a situaciones que son más fáciles y que le conllevan menos esfuerzo para alcanzar los mismos objetivos. Es la famosa Ley del Mínimo Esfuerzo. Pero las cosas han cambiado: no somos ricos ni lo hemos sido. Toca moverse, sufrir y sudar mucho. Todo ello sin seguridades de ningún tipo. Sólo las que buenamente te puedas asegurar tú mismo. La verdad es que esto no es nuevo, siempre ha sido así. Los últimos tiempos eran simplemente una ilusión. Una borrachera, ni más ni menos. Y ahora toca lidiar con la cirrosis.
Por eso los indignados son un colectivo tan variopinto. Esta formado por todos aquellos que no aceptan esta situación de cambio de modelo. Y lamentablemente, en España, son muchos.
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