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Posmodernismo y pensamiento mágico

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¿Por qué una crítica al modernismo ha degenerado en nuevas ideologías?

No son pocas la veces que hemos oído hablar sobre el posmodernismo, en especial en referencia a la variedad de nuevas ideologías de la izquierda y sus distintas manifestaciones, que parecen invadir todos los ámbitos de la sociedad. Por lo general suelen tener una estructura similar, comparten una base fuertemente emocional, una tendencia a la generalización y al prejuicio basada en la identidad grupal y una gran susceptibilidad a sentirse atacados.

El posmodernismo fue impulsado por distintos intelectuales como Derrida, Foucault o Baudrillard entre otros y, en términos generales, se plantea que la realidad se construye con base en nuestras propias subjetividades, ya sean individuales o de grupo, de modo que desplaza la posibilidad de llegar a una realidad más o menos objetiva para enfocarse en las percepciones y las emociones, en cómo yo veo el mundo y cómo el mundo se conforma según mi visión. Pero al margen de que estemos de acuerdo o no con este pensamiento, podemos notar una clara distinción entre esos intelectuales y los integrantes de las nuevas ideologías de la izquierda. Los primeros han desarrollado obras dignas de consideración, estemos o no de acuerdo con ellas, y en cambio los segundos distan de tener algún tipo de planteamiento bien argumentado para pasar a plantear postulados dogmáticos basados en un pensamiento único y de identidad grupal. De algún modo es como si hubieran usado el posmodernismo para desmontar lo que les interesaba y luego no supieron con qué reemplazarlo, así que fueron surgiendo planteamientos nuevos para ocupar ese espacio y darle nueva forma a la realidad para reforzarse, justificarse y expandirse.

¿Y cómo ha podido suceder eso? ¿Por qué una crítica al modernismo ha degenerado en estas nuevas ideologías? Para responder estas preguntas tenemos que observar cómo funciona la mente humana cuando un planteamiento existencial le supera. El posmodernismo cuestiona nuestra capacidad racional, interpretativa y lingüística, porque se da cuenta de que la realidad es compleja y se compone de múltiples narrativas según la cara del prisma con el que se esté enfocando, de modo que la objetividad es un imposible y lo que cuenta es la propia subjetividad personal o cultural ya que conforma la realidad en función de la narrativa empleada. Este planteamiento es muy interesante y a mi modo de ver necesario, pues nos hace estar alerta continuamente acerca de las motivaciones y sesgos de cada paradigma, lo que podría conducirnos a formas más desarrolladas de comprender la realidad, pero lamentablemente todo esto nos vino grande, y la mente humana cuando es abrumada por algo que la sobrepasa en determinado nivel, en este caso el nivel del ego mental, regresa a un estadio anterior al afectado, y en mi opinión en las nuevas ideologías de la izquierda se ha regresado en gran medida al pensamiento mágico de las antiguas sociedades tribales. No quiero decir que sean exactamente lo mismo, sino que en estas ideologías ha emergido parte de ese sustrato inconsciente prerracional, herencia de nuestros ancestros, que permanece en nuestra psique y que aún todos experimentamos de manera total en nuestros sueños.

Los seres humanos tribales de la antigüedad no habían desarrollado aún el logos ni el ego mental, carecían de lenguaje y capacidad racional, estaban en un paso intermedio entre la indiferenciación con el entorno, como les ocurre a los animales, y la plena diferenciación individual del ego mental propia de sociedades más modernas, de modo que estaban como en un sueño, en el que tenían cierta autonomía pero seguían aún mágicamente interrelacionados con su entorno y medio fusionados a él, de modo que los procesos cognitivos de esta etapa confunden al sujeto con el objeto y a la parte con el todo. Esto se conoce como adualismo, la incapacidad de distinguir entre las propias subjetividades mentales y las realidades del mundo externo, todo está “mágicamente” interrelacionado. En palabras de Jean Gebser:

“Cualquier punto, sea real o irreal, vinculado causal o simbólicamente con la totalidad, no sólo puede relacionarse con cualquier otro punto sino que también puede llegar a identificarse completamente con él… Cualquier punto puede desempeñar el papel de otro con plena validez y eficacia… El mundo mágico es, por consiguiente, un mundo de pars pro toto, un mundo en el que la parte puede representar, y de hecho representa, a la totalidad”.

Aquí ya podemos encontrar puntos en común con el posmodernismo en cuanto a la importancia de la experiencia subjetiva. Particularmente en este caso se ve claramente en la ideología de género: cómo las realidades interiores modulan la realidad externa y cómo esta realidad externa está íntimamente conectada con el interior de la persona, de modo que si uno se siente de tal manera ha de ser verdad, puesto que mi propia experiencia es suficiente validación para ser tomada como una realidad sólida y debe tomarse como tal por el resto.

James George Frazer, antropólogo escocés, define estos mecanismos del pensamiento mágico con dos leyes: La ley de la similitud y la ley del contagio, la primera ley se resume en que lo similar produce lo similar. Freud denomina a esto “desplazamiento”, esto vendría a decir que los miembros de, por ejemplo, una clase social son iguales, que cada uno de sus integrantes son intercambiables, que los individuos se definen por la similitud que conforma el colectivo. La segunda ley explica que la proximidad se confunde con identidad, denominado esto por Freud como “condensación”, si una parte o entidad estuvo en contacto con un todo, esa parte o entidad es y contiene esa totalidad, siguiendo el ejemplo de las clases sociales sería confundir a un integrante de la clase con la clase misma, es no poder diferenciar sujeto de predicado.

Todo esto plantea una serie de problemas que hacen estar al individuo en constante alerta, ya que el mundo exterior está íntimamente relacionado con el sujeto y lo convierte a este en un ser vulnerable a los influjos externos, así pues si uno tiene un predicado que lo hace parte de un colectivo y este está atacado por uno de esos influjos peligrosos, mágicamente el sujeto estará también siendo atacado en todo momento por el mismo influjo y tendrá que defenderse continuamente, esto explicaría la constante actitud defensiva de los integrantes de las mencionadas ideologías de izquierda, ya que se identifican con sus predicados sacrificando su individualidad y erigiendo identidades colectivistas de pensamiento único que tienen por enemigo realidades abstractas y flexibles que pueden invocarse en cualquier momento y lugar. También se suele tachar a las nuevas ideologías de la izquierda como infantiles, incluso esto tiene un sentido en relación con el pensamiento mágico, pues el nivel de consciencia de las antiguas sociedades tribales se corresponde al nivel de consciencia de la niñez, en el que la persona sigue entremezclada con el mundo y aún no se ha diferenciado totalmente ni ha desarrollado un ego mental ni una individuación fuerte.

En conclusión, el posmodernismo es un planteamiento intelectual legítimo en mi opinión, una fase que hay que cruzar para entender más profundamente la realidad, del mismo modo que el modernismo fue necesario, con todos sus fallos, para superar el premodernismo. Así que en esencia son saltos “fallidos”, al menos para cierta mayoría, pero útiles, permite que unos pocos, aquellos que no han caído en la regresión, aprovechen el posmodernismo como plataforma o herramienta para aspirar a modalidades más complejas e integrales de entendimiento. Y en la medida de lo posible lo ideal sería invertir esa regresión y canalizar la fase posmoderna hacia adelante integrando todo los niveles anteriores.

2 Comentarios

  1. Lamentablemente creo que en
    Lamentablemente creo que en el artículo campean imprecisiones, explicaciones psicológicas infundadas y demasiados términos vagos. El relato lineal (y casi diría hegeliano) según el cual el postmodernismo es una expresión legítima que debemos superar carece de sentido. Recomiendo leer a Stephen Hicks: “Explicando el postmodernismo. La crisis del socialismo “ para una visión más precisa del problema. Saludos.

    • Soy consciente de que para un
      Soy consciente de que para un tema tan complejo un artículo se queda corto y no todo se puede explicar con la profundidad que me gustaría, de todos modos tomo en consideración el libro que recomiendas. Cuando hablo de expresión legítima me refiero a que, como fase reactiva a la anterior, merece ser considerada con sus pros y sus contras, ya que quizás podríamos sacar algo interesante y de provecho que nos permita enriquecernos, y no directamente considerar el posmodernismo como un error, ya que a mi parecer toda manifestación intelectual, social y cultural tiene un sentido que entronca con nuestra tendencia, con sus tropiezos, a ir más allá y evolucionar a formas más sofisticadas de existencia. Saludos.


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