La resistencia de una teoría a las críticas imparciales, duras, inteligentes e informadas indica que la teoría de algún modo es sólida, consistente, resistente, correcta, verdadera, relevante, importante.
Con este artículo comienzo una serie con la cual pretendo analizar los problemas de la Escuela Austriaca de Economía (EAE), sus debilidades, límites o errores. Para comprobar la solidez de una teoría no basta con defenderla, con intentar probarla o demostrarla con argumentos a favor o datos que la apoyen: es esencial intentar criticarla, atacarla, destruirla, romperla, ponerla a prueba, buscar sus puntos débiles, sus aspectos más flojos. La resistencia a las críticas imparciales, duras, inteligentes e informadas indica que la teoría de algún modo es sólida, consistente, resistente, correcta, verdadera, relevante, importante.
Para criticar con fundamento es necesario poder y querer hacerlo. Un análisis crítico (con el colmillo afilado) desde el conocimiento (nunca completo) y cierta simpatía (parcial, pero al menos no con antipatía) puede permitir reconocer lo valioso y válido y diferenciar lo que debe ser abandonado o revisado. Algunas críticas o ataques externos pueden deberse a desconocimiento o malicia: el conocimiento de una escuela de pensamiento a menudo se debe a pertenecer a dicha escuela, y desde un grupo puede percibirse a otros diferentes como enemigos a quienes destruir. Las críticas desde dentro pueden ser más difíciles por parcialidad, subjetividad o falta de perspectiva.
Si los problemas son reales y no se reconocen y corrigen o superan, entonces tal vez se enquisten y se vuelvan progresivamente más difíciles de extirpar. Algunos asuntos pueden ser discutibles, cuestiones de matiz o interpretación; otros pueden ser errores graves, flagrantes pifias o meteduras de pata que pueden dejar en ridículo a quienes las cometa. Las ideas erróneas, arbitrarias o absurdas, pero que se mantienen, se repiten, son creídas y defendidas con intensidad y sin actitud crítica, tal vez sean señales honestas costosas de pertenencia y lealtad a un grupo con ciertos rasgos sectarios: indican credulidad, conformidad, fanatismo, deferencia a los líderes y deseo de simpatizar con individuos y organizaciones con cierto poder (profesores, catedráticos, universidades, institutos).
Sería extraño que una escuela de pensamiento fuera perfecta, completa, intachable: el conocimiento humano es falible. Si las falacias existen y persisten es porque están bien construidas para engañar a sus portadores: su superación o eliminación requiere cierto esfuerzo y flexibilidad intelectual; es fácil ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. Una de las muestras más valiosas de integridad intelectual y científica es el reconocimiento de los errores propios: desgraciadamente es algo que no sucede a menudo, lo cual es comprensible dada la naturaleza humana con su preocupación por la reputación y el estatus.
Cuando los miembros de una escuela son incapaces de ver sus defectos tal vez no puedan o no quieran hacerlo: porque no son tan inteligentes como ellos mismos se consideran, porque están autoengañados, porque sufren de sesgos de confirmación sobre lo que creen, porque quieren defender su capital intelectual, porque disfrutan teniendo razón (o creyendo que la tienen) y sufren al descubrir errores en su pensamiento (sienten que pierden pie, que les falta apoyo), porque han aprendido una serie de consignas o dogmas que se limitan a repetir de forma poco reflexiva.
La EAE no es un grupo homogéneo de pensadores idénticos, de modo que algunos problemas seguramente no están generalizados sino que sólo son aplicables a algún subgrupo particular. Sus mayores debilidades probablemente estén en los más puristas e integristas, en los defensores de un pensador como si fuera un dios infalible o la única referencia posible: conviene tener mucho cuidado con los personajes carismáticos; ser atractivo no equivale a tener razón. Algunos problemas pueden no ser exclusivos de la EAE sino compartidos por otros grupos intelectuales, quizás de forma generalizada: reconocerlos en la EAE no implica que todos los demás sean inocentes. Algunos problemas pueden estar en lo que los austriacos defienden, mientras que otros pueden estar en lo que critican de otros, tal vez caricaturizando a quienes discrepan de ellos.
La EAE es minoritaria, no tomada muy en serio o incluso considerada pseudocientífica por algunos: tal vez sea una joya menospreciada por críticos que hablan de oídas sin entender lo que critican, tal vez la gente tiene fobia al liberalismo con el cual está estrechamente relacionada, pero también existe la posibilidad de que esté correctamente valorada en el mercado de las ideas.
Soy consciente de que algunos economistas o simpatizantes de la EAE pueden sentirse disgustados por este análisis crítico: tal vez me digan que no sé de qué estoy hablando o me recomienden que me dedique a criticar a otros. Un rasgo que detecto en muchos austriacos es su fanatismo y su tozudez, aunque es posible que se dé igualmente en otras escuelas de pensamiento. Mises tenía como lema Tu ne cede malis sed contra audentior ito (Jamás cedas ante el mal, sino combátelo con mayor audacia). Para muchos seguidores esto tal vez significa: eres un héroe que lucha valiente e incansable contra el mal; siéntete moralmente superior, no reconozcas jamás un error, no concedas nada a quien piense diferente, no transijas; tú no puedes estar equivocado porque eres lógico y partes de axiomas apodícticos irrefutables; mantén tu posición pase lo que pase, sé testarudo, terco, obstinado, cabezota; huye hacia adelante, no matices, siéntete seguro de que en tus análisis no hay nada importante que puedas haber pasado por alto; no explores los límites, defectos o problemas de tus ideas, y si los descubres no pienses en ellos, no los reconozcas como tales o no hables de ellos; si reconocieras un error parecerías poco inteligente, o menos inteligente que quien te lo ha hecho ver, y eso es inaceptable.
Algunos problemas de la AEA ya los conozco de primera mano y llevo varios años comentándolos. Por ejemplo en “Metodología de la ciencia en general y la economía en particular” en Procesos de Mercado, Vol. 6, Nº. 1, 2009, pp. 177-198. Y en “Cuestiones para economistas austriacos” y “Malas respuestas de un presunto economista austriaco”. La crítica contra la reserva fraccionaria de la banca es el error concreto más grave y vergonzoso (especialmente por la torpeza que refleja y la negativa a reconocerlo) de cierto sector de la EAE (Murray Rothbard, Jesús Huerta de Soto y seguidores), que además parece creer que lo sabe todo sobre dinero y banca; mis comentarios al respecto están en esta recopilación de artículos sobre dinero, crédito, banca y finanzas.
En estos artículos voy a aprovechar e investigar críticas ya existentes de pensadores que considero muy competentes: entre ellos Bryan Caplan, Lord Keynes (pseudónimo de un postkeynesiano), Milton Friedman, David Friedman, George Selgin y Arnold Kling. Agradeceré otras recomendaciones de los lectores. Juan Ramón Rallo ya ha ofrecido respuestas muy completas a algunos críticos (ver aquí y aquí).
Una de las críticas más conocidas a la EAE procede de Bryan Caplan, economista profesor de la George Mason University. En “Why I Am Not an Austrian Economist” (y en el artículo prácticamente idéntico “The Austrian Search for Realistic Foundations”, Southern Economic Journal 65(4), April 1999, pp. 823-838), Caplan explica por qué ya no es un economista de la EAE después de haberlo sido en el pasado: conoce la EAE en profundidad y sus ideas merecen atención. La crítica continúa en un debate con Peter Boettke (video), profesor de la misma universidad que defiende la EAE. Para Caplan los austriacos esenciales o referentes más distintivos son Ludwig von Mises y Murray Rothbard, cuyo pensamiento es casi equivalente; Friedrich Hayek sería un caso aparte.
Según Caplan los economistas austriacos han hecho contribuciones valiosas a la ciencia económica, pero han fracasado al intentar reconstruir la economía desde fundamentos diferentes de la escuela neoclásica moderna, la cual no han entendido bien; también han exagerado las diferencias entre ambas escuelas; además algunas afirmaciones típicamente austriacas son falsas o exageradas; y algunos descubrimientos de la escuela neoclásica moderna han sido ignorados por los austriacos. Estos se dedican frecuentemente a la metaeconomía (filosofía, metodología, historia del pensamiento) pero aportan escasos resultados sustantivos a la economía. Yo estoy esencialmente de acuerdo con estas afirmaciones genéricas.
En el ámbito de los fundamentos de la microeconomía, Caplan critica a los austriacos que sólo consideren o acepten preferencias estrictas que se manifiesten en la acción: insisten en que la indiferencia no puede motivar la acción, que no hay otra forma de conocer las preferencias que observar las acciones que estas motivan, y que si las preferencias no motivan una acción son económicamente irrelevantes. Los austriacos ignoran que la indiferencia puede ser parte (grande o pequeña) de una acción, y que existen preferencias que no se manifiestan en ninguna acción o inacción y que pueden resultar difíciles de conocer pero que pueden ser importantes para el bienestar de los individuos.
Se manifiesta indiferencia cuando escoges al azar, sin ninguna razón de por qué una cosa y no otra (por ejemplo que te dé igual el color blanco o azul de una camisa). No todas las elecciones son totalmente racionales en el sentido de tener una razón para todos los detalles, ni todas las elecciones manifiestan solamente preferencias: también pueden manifestar, al menos en parte, indiferencia.
Para que haya una acción intencional debe haber alguna preferencia: se escoge entre lo que se hace y todas las alternativas que no se realizan. Que sólo haya indiferencia en la acción sería raro, sería una conducta totalmente aleatoria que implicaría algún coste o consumo de recursos para no obtener ningún valor neto, no habría una mejora de la satisfacción psíquica. Pero parte del conjunto de alternativas posibles puede ser valorado por igual, y entonces la elección entre esas opciones debe ser por azar. Algunas cosas te dan igual: puedes elegir comer carne en vez de verdura pero te da igual qué tipo de carne; puedes preferir comer a no comer pero te da igual qué comer.
La acción revela preferencias, pero puede que no esté claro qué preferencias revela: si compro una camisa blanca puedo preferir una camisa blanca a una roja, o puedo preferir una camisa blanca o azul a una camisa roja, o a no comprar ninguna camisa. La acción no siempre revela preferencias estrictas, a veces hay una indiferencia que desde fuera de la mente del propio agente no es posible reconocer: pero el agente quizás sí sea consciente de qué le importa y qué es irrelevante.
La acción no revela todos los detalles de la preferencia: sólo muestro que estoy dispuesto a pagar algo por un bien, pero no si habría estado dispuesto a pagar más (siempre estaré dispuesto a pagar menos). El acto real revela parte de la información en mi mente, pero no toda la información: los agentes al negociar de forma estratégica suelen intentar mantener oculta buena parte de la información; algunas instituciones sociales sirven para intentar que las partes involucradas revelen honestamente sus preferencias (sin fingir poco o demasiado interés).
El insistir en que la indiferencia no motiva la acción no invalida el estudio de las curvas de indiferencia (la representación gráfica o funcional de combinaciones de bienes para los que la satisfacción del consumidor es idéntica). Las curvas de indiferencia son interesantes porque separan zonas del espacio de posibilidades: a un lado el agente escoge una cosa, y al otro escoge la otra. Justo en la curva se escogería al azar o el agente se quedaría bloqueado y sería incapaz de elegir; pero esta indiferencia se manifestaría entonces en la acción de elegir que no consigue llevarse a cabo (porque pensar y elegir son también acciones realizadas por el cerebro).
La relación entre acciones y preferencias es más complicada de lo que parece, y esto puede entenderse si se estudia también psicología en lugar de limitarse a la praxeología. No toda la conducta o acción humana es intencional (y no solamente los humanos son capaces de acción intencional): a veces la gente hace cosas sin saber por qué, sin planificar, de forma automática, sin ser consciente de que ha hecho algo cuando de pensarlo tal vez podría haber hecho otra cosa (reacciones, hábitos); también es posible autoengañarse sobre las motivaciones de las acciones e inventarse explicaciones que uno mismo sinceramente cree (como muestran diversos experimentos de economía conductual y neuroeconomía).
La EAE no se queda sólo en los hechos externos objetivos sino que reconoce la importancia de los fenómenos mentales subjetivos, pero su análisis de estos y su relación con la acción y el bienestar psíquico es incompleto. La gente tiene preferencias que no se manifiestan en la acción propia, y que a veces se expresan verbalmente (con la posibilidad de la mentira) como deseos de que alguien haga algo o de que ocurra algo (quiero que me hagas un favor, me gustaría que no lloviera mañana, prefiero tal forma de organización política): no se trata de preferir decir algo a otro o no decírselo, sino del contenido de la expresión del deseo o preferencia. Preferimos cosas en ámbitos que no podemos controlar (desear que llueva o no) y esas valoraciones muestran su existencia e importancia en cambios en nuestro estado de ánimo al suceder o no lo deseado: disfrutas del buen tiempo, sufres con el mal tiempo. Es posible mentir y engañar con las declaraciones verbales de preferencias, pero esto no significa que no existan, que no puedan conocerse de ninguna manera o que no sean relevantes para la ciencia económica en la medida en que esta se interesa por el bienestar humano: este no depende solamente de lo que elige y hace cada uno; también depende de lo que hacen los demás y puede afectarnos, y de cosas sobre las que apenas podemos hacer nada.
Igual que las acciones revelan preferencias de forma incompleta o imperfecta, tampoco está siempre claro qué información revela una inacción: no compras algo porque no quieres o porque no puedes (no tienes con qué pagar, o la cosa no existe aunque te gustaría que existiera, como un bien o servicio que aún nadie ofrece). La compra indica querer y poder, pero la no compra no aclara si es por no querer, por no poder o por ambas cosas (problema lógico de la negación de la conjunción).
La acción intencional suele explicarse de forma didáctica en primer lugar como la elección entre posibilidades existentes que se valoran de forma diferente (escala de valor o utilidad): las capacidades o medios están dados (son finitos, escasos) y sobre ellos operan las preferencias subjetivas (potencialmente inagotables) y la inteligencia para combinar los medios de modo que produzcan la mayor satisfacción posible. Un aspecto positivo de la escuela austriaca es el estudio de la empresarialidad como una inversión de este proceso: el empresario desea algo que quizás no existe, lo imagina, y se pregunta qué necesita, exista ya o no, para alcanzarlo: genera nuevos fines y medios. Los problemas relacionados con la empresarialidad serán analizados más adelante en esta serie de artículos.
El economista austriaco a menudo se defiende de estas críticas restringiendo el ámbito de lo que estudia: puede reconocer todos estos fenómenos relacionados con las preferencias, pero entonces argumenta que él sólo estudia la praxeología, sólo analiza formalmente la acción intencional, en la cual un agente actúa motivado por preferencias estrictas conscientes; además como praxeólogo no investiga la naturaleza de las preferencias: por qué existen, cómo se forman, por qué son unas y no otras, cómo están relacionadas las de unas personas con las de otras (todo eso sería psicología o sociología). El praxeólogo sólo conoce de forma abstracta una pequeña parte del mundo cuya importancia enfatiza y en la cual quizás se siente muy seguro, pero no es consciente de la relevancia y complejidad de lo que desconoce, e ignora que quizás las separaciones tan nítidas que propone (entre praxeología y psicología) son problemáticas: quizás no debería sorprenderse por que el resto del mundo no lo entienda o valore.
17 Comentarios
Admito que no entiendo muy
Admito que no entiendo muy bien la crítica. A lo mejor porque la introducción es demasiado larga para que se entienda la importancia de esta critica en particular y uno se pierde.
Por lo que he entendido, los economistas austríacos admíten que existen otros aspectos, psicológicos, sociológicos, etc. importantes que no analizan como economistas en el acto de elegir. Pero desde el punto de vista económico (estudio de los medios para lograr fines) solo pueden observar la no-acción desde el punto de vista de la acción manifestada en preferencias (no las declaradas verbalmente como en algun momento creo entender que se argumenta en esta crítica, si no las registradas en la actuación de los individuos en el mercado. En este sentido es lícito afirmar que no existe indiferencia económica , aun cuando la preferencia sea de un orden muy marginal. Y como la indiferencia no se puede observar es básicamente inútil. Si existe indiferencia entre una camisa roja y una azul entonces es porque el color de la camisa es irrelevante para la tomada de decisión y solo el hecho de que en el universo las camisas tienen que tener un color hace parecer que esa decisión es económicamente relevante.
Un empresario, si quiere analisar por que motivo las personas prefieren una camisa roja a una azul pueden utilizar las investigaciones de psicologos y sociologos para el efecto, pero no creo que esas distinciones sean relevantes para a ciencia económica, excepto si queremos hacer de la ciencia económica una ciencia del todo. A mi me parece prudente por parte de los economistas (austríacos o de lo que sea) delimitar el objecto de sus estudios.
Por otro lado, las curvas de indiferencia son tan solo construcciones abstractas para explicar el comportamento de determinados modelos económicos (como el de competencia perfecta). Creo que su utilización en la modelización es abusiva porque sufre de los mismos problemas que limitan el anális de las preferencias manifestadas fuera del mercado (los agentes también pueden mentir sobre su indiferencia) con la agravante que no existe ni existirá nunca, un evento que pueda confirmar la precisión de esa indiferencia, como existe en la preferencia cuando manifestada en el mercado.
En suma, admito que para Caplan este aspecto (no considerar la indiferencia) sea muy importante para que decida no ser austríaco, pero creo que este artículo no ha logrado transmitir la importancia de considerar la indiferencia como una herramienta util para el análisis económico.
Hola Ricardo, gracias por tu
Hola Ricardo, gracias por tu interesante comentario:
Este artículo tiene dos partes muy diferentes que quizás contrasten demasiado: una primera de introducción general a la serie y explicando por qué creo que esto es importante y las dificultades que puede haber; la segunda ya empezando con críticas concretas y con un detalle específico aportado por Bryan Caplan.
Los austriacos critican las curvas de indiferencia como herramienta inadecuada de análisis económico; yo las defiendo brevemente (no tienen por qué usarse sólo en modelos de competencia perfecta) y aprovecho para explicar el papel que juega (o no) la indiferencia en la elección. También se fijan de forma exclusiva en las preferencias demostradas en la acción: yo indico que eso no es todo lo que hay; esto se verá más adelante al estudiar economía del bienestar (tratando de hacer análisis de costes y beneficios sociales) y al criticar aquello de que en un intercambio voluntario todo el mundo se beneficia o al menos permanece igual (no es así).
Está bien que la economía delimite su ámbito, pero los austriacos lo delimitan demasiado y se apartan ellos solos a una esquina: muchos economistas hoy día consideran perfectamente legítimo incluir conceptos psicológicos y estudiar cómo se forman las preferencias. Y si todos estudian curvas de indiferencia quizás sea por una buena razón: limitarse a decir que la indiferencia no mueve a la acción es un argumento muy pobre.
Es posible que este tema sea un asunto menor, de detalle, que no baste para dejar de ser austriaco: pero habrá bastantes más, y algunos serán más graves.
Hola Francisco, gracias por
Hola Francisco, gracias por la contestación.
Referi el tema de los modelos de competencia perfecta porque son una utilización bastante inócua de las curvas de indiferencia, y el tema, como bien dices, es un asunto mejor. Pero en realidad me preocupa más la utilización de las curvas de indiferencia en el análisis de costes y beneficios sociales porque (y esto a lo mejor es un tema que tratarás en una posterior crítica) lo que dicen los austríacos es que ese cálculo no se puede hacer de forma centralizada. En este caso, más que un instrumento inadecuado, la indiferencia sirve como justificación para aquello que, de ningun modo, puede ser estimado adecuadamente. Pero supongo que podemos esperar a una próxima entrada para debatir ese tema. Un abrazo.
Hola Francisco, gracias por
Hola Francisco, gracias por la contestación.
Referi el tema de los modelos de competencia perfecta porque son una utilización bastante inócua de las curvas de indiferencia, y el tema, como bien dices, es un asunto mejor. Pero en realidad me preocupa más la utilización de las curvas de indiferencia en el análisis de costes y beneficios sociales porque (y esto a lo mejor es un tema que tratarás en una posterior crítica) lo que dicen los austríacos es que ese cálculo no se puede hacer de forma centralizada. En este caso, más que un instrumento inadecuado, la indiferencia sirve como justificación para aquello que, de ningun modo, puede ser estimado adecuadamente. Pero supongo que podemos esperar a una próxima entrada para debatir ese tema. Un abrazo.
Hola Francisco, gracias por
Hola Francisco, gracias por la contestación.
Referi el tema de los modelos de competencia perfecta porque son una utilización bastante inócua de las curvas de indiferencia, y el tema, como bien dices, es un asunto mejor. Pero en realidad me preocupa más la utilización de las curvas de indiferencia en el análisis de costes y beneficios sociales porque (y esto a lo mejor es un tema que tratarás en una posterior crítica) lo que dicen los austríacos es que ese cálculo no se puede hacer de forma centralizada. En este caso, más que un instrumento inadecuado, la indiferencia sirve como justificación para aquello que, de ningun modo, puede ser estimado adecuadamente. Pero supongo que podemos esperar a una próxima entrada para debatir ese tema. Un abrazo.
Perdona por la triple
Perdona por la triple contestación, no por decirlo más veces tendré más razón.
Pero el behavioral economics
Pero el behavioral economics muestra que con la repetición la gente tiende a creer más las cosas. Además repetir cosas tres veces es muy eficiente. Buena táctica 😉
La retahíla de
La retahíla de justificaciones no pedidas para explicar la necesidad de un análisis crítico de la EAE con la indisimulada intención de destruirla para comprobar su consistencia, denota cierta sensación de estar haciendo algo dudosamente adecuado, anteponiendo la integridad intelectual al conflicto con amigos, exconmilitones y popes varios.
Me parece loable esta tarea de refutación y de compromiso con el estudio en vez de con los prejuicios, aunque no arrendaría la ganancia de esta fundación del capellismo.
Si la economía es la coordinación de competencias y cooperaciones entre individuos y organizaciones y resulta que el universo de intenciones/indiferencias/azares/verbalizaciones/mentiras/intensidades/variabilidades/duraciones/raciocinios/emociones/imperativos sociales… que operan en los individuos son inabarcables pero señalizables mediante la acción-inacción, parece sensato que la empresarialidad trate de la gestión de esas señales. Este planteamiento de la EAE me parece consistente.
Como mi opinión es que la economía es un resultado de la concepción ética del ser humano y sus correspondientes instituciones normativas, esto de la EAE me coge un poco a desmano aunque en su momento fui un estusiasta lector de sus autores.
En realidad tras leer La
En realidad tras leer La Acción Humana pensé que más que un Tratado de Economía es un Tratado Antropológico que te da una cosmovisión de la realidad humana. Tuve la impresión de ser un árbol con un tronco descomunal y con ramas muy densas, muchas en su sitio pero otras en ocasiones caóticas, en ocasiones podrían recortarse, podrían … Pero es igual, el árbol es monumental y su tronco y sus principales ramas son descomunalmente fuertes. Esa fue la impresión que me dejó. Dicho lo cual, no veo incompatible lo indicado por Capellán con la EA y soy de la opinión que, por ejemplo, el behavioural económic no es otra cosa sino otra pata dentro de la propia Acción Humana.
Estimado Paco: Admiro tu
Estimado Paco: Admiro tu filosofia de ver las ideas desde distintos ángulos. Pero las ideas de Caplan me parecen aberrantes estereotipos de quien sufre influencias ajenas al dogma económico. Una ciencia que solo admite dos únicas variables: el monismo vs el dualismo metodológico. Veo casi infantil la argumentación critica de Caplan a Rothbard sobre la imposibilidad empresarial de preveer en una economía digitada por un banco central . Se ve que la hemiplegia conceptual del Sr Caplan , que manifesta en sus escritos casi con increible sarcasmo, es la de un profesor de la Madison que jamas incursiono en el riesgo empresario.
Eso de “Why I Am Not an Austrian Economist” me recuerda a aquello de «Why I´m not a Christian» de un Russell en sus años juveniles . Pero Russell evoluciono en su madures a la duda razonada. Caplan involuciono (extraño en quien ha meditado tanto el tema) al keynesianismo demócrata ¿Compromisos académicos en un ambiente socialista?
Por otro lado asustas con tu énfasis critico a quienes no son fans de la reserva fraccionaria. Comparto contigo que esta no causan los ciclos per se , pero no olvides que en definitiva es creación de crédito inflacionario, que pone «on the edge» a los lúdicos administradores financieros.
Saludos.
Siento decir que el estilo
Siento decir que el estilo del señor Capella se me antoja algo farragoso y prolijo ¿Habría manera de que no se dispersara tanto y fuera un poco más al grano?
Me centraré en su defensa de la reserva fraccionaria. Parece una obviedad que cuando el usuario de banca es consciente de la situación exacta y de los riesgos que corre no puede existir estafa. Sarna con gusto no pica. Por lo mismo, el señor capella también podría defender eso que prohibió la ley de Peel, la libertad de emisión de dinero fiduciario al portador, o sea, los billetes sin respaldo, siempre que quien los aceptara comprendiera que se la juega, o como poco financia de balde, al admitir la promesa de pago de un bien aún inexistente a interés cero.
No sé de dónde saca que los detractores de la RF, de los impuestos o el comunismo quieran prohibírselos a quienes los gocen. No, no, lo que no queremos es que nos los endilguen sin otra opción.
No creo que nadie sostenga que una banca libre con reserva fraccionaria sea incompatible con el liberalismo, pero sí que previsiblemente no conseguiría muchos clientes, pues no se ve la gracia que tiene perder la propiedad de un dinero, para ahorrarse una comisión de guarda y custodia, a cambio de “ser dueño de un derecho de cobro a la vista” incierto (sobre todo con reservas menores del diez por ciento, que disparan el riesgo de quiebra al infinito), ni, mucho menos, aceptar medios de pago tan insolventes y propensos a la depreciación como los procedentes de los prestatarios de dicha banca.
Un grave error intelectual me parece a mí pretender facilitar el crédito (que tampoco entiendo que se deba facilitar ni dificultar, pues todo tiene su justa medida) prestando lo que no hay. Tampoco los problemas de liquidez se rebaten con hipotéticas enajenaciones de activos ilíquidos. Por otra parte ¿qué sentido tiene una reserva fraccionaria sin descalce de plazos? Aspirar a aumentar la producción (“al existir más facilidades para venderla”) a golpe de expansión crediticia o creación de medios de pago es una falacia típicamente keynesiana. ¿Es Capella keynesiano?
Estimado Berdonio.
Estimado Berdonio.
Magistral tu comentario. Y si este es una corrección subliminal a mi acotación » que la reserva fraccionaria no provoca per se los ciclos», te diré que tienes toda la razón al no haber aclarado que no provoca ciclos solo en ausencia de una banca central .
La RF como tu dices, tienta a la irresponsable administración bancaria. La realidad muestra sin lugar a dudas, que la existencia de reservas fraccionarias ayuda a expandir un crédito que al no estar respaldado en ahorro real causan el ciclo económico . Sin embargo, sin banco central, en en un sistema de banca libre de libre competencia de bancos emisores y con el contrapeso del sistema de compensacion bancaria, este ciclo es casi improbable
Escocia, ejemplo paradigmatico de Rallo, funciono durante años en forma estable y con un encaje de solo el 3% .
El monopolio de emisión podría no llegar a causar ciclos en el caso químicamente puro que no existiera el “problema del conocimeinto” de Hayek y principalmente los irresistibles “ incentivos” personales de la oligarquía gobernante, develada por Buchanan es su “Public Choice Theory”
Por ultimo comprendo tu duda sobre el “ Keynesianismo de Capella” pero te diré que este comparte con Rallo al su equidistancia con Rothbard cuando afirmó que esa Escocia aun sin banco central podría haber ocurrido el ciclo si hubieran ocurrido desequilibrios generalizados en todos los bancos. Algunos bancos pueden equivocarse pero no todos al unisono continuarían expandiendo su crédito. Esa Escocia , no digitada por un banco central, no podria haber caido en una crisis porque el propio mercado hubiera corregido los desequilibrios Saludos
Perdón que haya abusado de
Perdón que haya abusado de tu paciencia por mi aun mas «farragosa» sintaxis 😉
Pero escribí de madrugada , a la luz del fabricante de velas, flotando en un dionisíaco éter de Malbec .
Un saludo
Perdón que haya abusado de
Perdón que haya abusado de tu paciencia por mi aun mas «farragosa» sintaxis 😉
Pero escribí de madrugada , a la luz del fabricante de velas, flotando en un dionisíaco éter de Malbec .
Un saludo
Gracias, César, celebro que
Gracias, César, celebro que apruebes mi modesto comentario, que en nada pretendía corregir sino apoyar el tuyo, tan diáfano y óptimo como de costumbre.
Sin duda dominas el tema mejor que yo, que básicamente me muevo por planos generales e intuiciones.
Es un placer leerte (con cualquier sintaxis) y aprender de ti. Saludos.
Gracias a ti
Gracias a ti
Gracias a ti
Gracias a ti