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Problemas del dinero mercancía

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El dinero como objeto físico es un bien duradero pero no eterno ni inmutable: puede estropearse de algún modo (gradual o abrupto), deteriorarse accidentalmente o intencionalmente, de forma honesta o fraudulenta, y perder calidad o valor, llegando incluso a desmonetizarse. La concentración de valor y la naturaleza homogénea e indistinguible de las monedas las hace especialmente vulnerables al robo. El mantenimiento de reservas monetarias tiene un coste de oportunidad importante, especialmente para los comerciantes que deben realizar grandes pagos con alta frecuencia. Además ocasionalmente puede haber escasez de dinero para las necesidades del comercio.

Los agentes económicos han generado complementos y sustitutos monetarios (fichas, papel moneda como resguardo de depósito o certificado de deuda, cuentas corrientes, cheques, billetes de banco, transferencias, recibos, pagarés, letras de cambio), sistemas y medios de pago que permiten economizar el uso del dinero mercancía y minimizar sus problemas.

Las monedas estandarizadas permiten no tener que analizar y pesar metales preciosos en cada intercambio, sino que basta con contar unidades monetarias. Cada moneda suele llevar grabada alguna imagen o texto que indican la cantidad y pureza certificada de su contenido de metal precioso (oro, plata) recién producida y la identificación del acuñador o certificador. La acuñación ha mejorado históricamente de forma progresiva conforme avanzaban las tecnologías de manipulación de los metales preciosos, produciendo monedas más resistentes, fáciles de reconocer y difíciles de manipular. Los costes de acuñación son relativamente mayores para las monedas de menor valor, lo cual puede originar problemas de escasez de cambio.

El valor nominal coincide con el valor real en una moneda nueva adecuadamente certificada. Con el uso una moneda puede desgastarse, perdiendo contenido metálico y calidad: cierta abrasión por fricción es inevitable; además son posibles diversas manipulaciones deshonestas mediante las cuales se extrae intencionalmente metal precioso de una moneda (raspar, limar o sudar la moneda, recortar los bordes, esquilado). Las técnicas más primitivas de acuñación producen monedas con bordes irregulares: la acuñación del canto permite distinguir si se ha producido algún recorte. En una moneda dañada o alterada el valor nominal no se corresponde con el real, y la diferencia puede ser despreciable o apreciable en distinto grado, dificultando el funcionamiento del patrón monetario.

Puede surgir un conflicto en un intercambio negociado a un precio determinado si el comprador intenta entregar una moneda de mala calidad y el vendedor no la acepta por su valor nominal: entonces o el comprador entrega una moneda de calidad suficiente, o se renegocia el precio, o el intercambio no se produce. Cada comprador puede intentar deshacerse primero de sus monedas de peor calidad, y cada vendedor que acepta recibir una moneda imperfecta debe considerar la posibilidad de que la misma no sea a su vez aceptada por su valor nominal cuando quiera usarla para comprar a otros. La necesidad de vender (preferencia por la liquidez, soberanía del consumidor o comprador) puede llevar a los vendedores a aceptar monedas cada vez más deterioradas mientras que se atesoran las de mejor calidad: así las monedas más gastadas tienden a desgastarse aun más con el uso. Una moneda suficientemente deteriorada puede ocasionar tantos problemas en los intercambios que merece la pena asumir los costes de su reciclaje o reacuñación, en su misma forma o en otra diferente.

Es importante distinguir el buen dinero del que no lo es. Algunas personas pueden intentar producir falsificaciones de las unidades monetarias, objetos que se parecen mucho a las monedas auténticas pero sin su mismo contenido metálico. El oro y la plata son difíciles de falsificar, pero es posible producir monedas con aleaciones impuras o piezas cuyo interior sea diferente de su cubierta exterior. También es posible declarar un valor nominal mayor que el valor real. Los gobernantes a menudo incrementan sus ingresos mediante el envilecimiento de la moneda generalmente combinado con leyes de curso legal forzoso.

Tener el dinero encima implica un riesgo de amenazas y daños físicos por un ladrón violento; es posible esconder el dinero atesorado, pero esto dificulta su uso para intercambio y posibilita el hurto si es descubierto; el transporte de grandes cantidades de dinero implica altos costes de protección. Algunos agentes económicos (joyeros, cambistas, bancos) pueden especializarse en guardar el dinero de otros. Los certificados de las cantidades depositadas para su guardia y custodia pueden intercambiarse en lugar de las monedas, con el problema de que alguien debe asumir los costes de almacenamiento y protección.

Al tener guardado el dinero de muchas personas, un banco puede servir como un sistema de pagos centralizado: en lugar de intercambiarse dinero físico, una persona ordena a su banco que transfiera una cantidad de su cuenta a la del receptor (en el mismo banco o en otro diferente), o que le entregue esa cantidad de dinero físico al presentar algún justificante; la orden puede realizarse directamente por cada comprador a su banco, o mediante la entrega de un cheque del comprador al vendedor, o mediante la presentación previa de una factura o recibo por el vendedor al banco del comprador (debiendo éste aceptar el pago). Los cheques o recibos pueden resultar impagados si el pagador no dispone de fondos en su cuenta en el momento de su presentación a cobro. Los documentos pueden ser falsificados: algunos requieren algún tipo de firma o identificación, otros son impersonales (al portador, sin identificación) y tienen los mismos riesgos de robo que las monedas.

Algunos intercambios no se pagan al instante: son intercambios diferidos en los cuales el vendedor concede crédito al comprador y acepta una promesa de pago en el futuro más o menos próximo. Estas promesas de pago (por el deudor) o derechos de cobro (para el acreedor) pueden ser aceptadas por terceras personas, circular y dar origen al uso de la deuda como medio de pago o dinero.

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