Hace más de treinta años, en una época convulsa del mundo, Julián Marías (1914-2005) dictó en Buenos Aires una serie de cinco multitudinarias conferencias en torno a la idea de Occidente. Para el filósofo español, Occidente es una promesa inacabada de libertad y creatividad; una historia inconclusa de eficacia, de dudas, de vida despierta.
Hoy podemos escuchar la voz de Marías, con ese estilo de tersa oratoria característica de los hombres de su generación, ofreciéndonos una visión inteligible de lo que nos pasa.
Julián Marías fue discípulo de Ortega y uno de aquellos oficiales republicanos que coadyuvaron junto a Besteiro y Casado al final de la carnicería española de 1936-1939. Incomprensiblemente, fue represaliado por la dictadura. Se conjuraron contra él una recua de frailes y envidiosos. Pero su Historia de la Filosofía se transformó en manual de éxito –lo sigue siendo– entre los estudiantes. Marchó a la Universidad de Columbia para ejercer la docencia que su propio país le negaba. Liberal y católico, cuando la Real Academia Española le eligió académico, Franco se encargó a su vez de declararle enemigo público nº 1. Marías es autor de Antropología metafísica, obra relevante del pensamiento español del siglo XX. A pesar de que se las hicieron pasar moradas, tuvo la nobleza de afirmar que la cultura, durante el franquismo, no fue un páramo. Después llegaron los reconocimientos: senador real, aconsejó al presidente Suárez durante la transición. Tuvo arrestos, en pleno felipismo, de combatir la restricción de libertades. No entendió la obsesión contemporánea sobre el aborto. Aún octogenario y débil, era capaz de platicar en público durante más de una hora con rigor y sin nota alguna. Es, sin duda, uno de nuestros grandes.
Marías recordaba en Una vida presente. Memorias el ambiente de aquellas charlas encabezadas con el título ¿Qué es Occidente?: "Había agitación política, amenazas, manifiestos, sobra de tanques. Pero me sorprendió que persistiera la convivencia, la conversación, la broma, incluso la burla… El eco que mis palabras despertaron me hizo percibir la sensibilidad que en la Argentina existía para el valor, la posibilidad y también los riesgos de la libertad". En 1971 imperaba, recordemos, la guerra fría, los espadones regían en Argentina y el futuro de las democracias se planteaba incierto.
Occidente, según Marías, va de dentro a fuera. Se trata de una expansión de tres mil años de historia en tres continentes distintos, sin adscripción de raza alguna. Existen varias formas occidentales de hacer las cosas que proceden de tres raíces comunes: Grecia, Roma y el judeocristianismo. Grecia es la teoría; el interés por ver y decir significativamente. Roma es el poder con arreglo a Derecho. Lo judeocristiano ve al mundo como Creación y establece relaciones paterno-filiales con la divinidad. Marías advertía de los intentos de despojar a Occidente de su componente cristiana.
Occidente domina la técnica. La pólvora o la impresión, por ejemplo, no se hicieron técnicas hasta que fueron absorbidas por Occidente. La máquina es la proyección de la mano, la humanización del mundo. "¿Cómo puede alguien –se pregunta Marías– preocuparse por la tecnificación de la vida: acaso es lo mismo acarrear toneladas de tierra con una pala que manejar una excavadora?" Occidente no se fosiliza, nunca se embarranca del todo. Además, las invenciones han doblegado la pobreza, forma dominante de vida en el planeta. Es curioso como en esas grabaciones, en aquel momento que puede parecernos algo remoto, Julián Marías ya formulaba una interpretación sugerente acerca del uso del teléfono como ejemplo de elasticidad social, que quizá hoy haga las delicias de los publicitarios del sector o los consumidores incondicionales al móvil y sus variantes.
Occidente tiene que ser libre. A veces los occidentales se oponen a sí mismos (positivismo, marxismo) o se encuentran en tensión con otros mundos resentidos con ellos. Pero Occidente debe saber de sus pretensiones y necesidades: lo que se tiene que ser, lo que se tiene que tener, lo que se tiene que hacer. Occidente no se repite, se genera perpetuamente y engendra lo distinto. Julián Marías decía que en Occidente siempre aparecen listas con las libertades que faltan.
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!