A Bitcoin no la respalda nada ni nadie en concreto más allá de la valoración que haga el mercado sobre su capacidad para satisfacer determinadas necesidades.
Mucho se ha debatido sobre qué o quién respalda Bitcoin, cómo se toman las decisiones y quién está detrás de esas decisiones. Muy habitualmente las “acusaciones” se centran sobre los mineros y los programadores.
Los mineros son los que voluntariamente procesan las transacciones, y reciben a cambio una recompensa en Bitcoin siempre y cuando las transacciones que procesen cumplan las reglas. Por ejemplo, no valdría una transacción que pretenda gastar los mismos bitcoin dos veces. Los programadores son los que codifican las reglas que han de cumplir las transacciones.
Sobre quién o qué respalda Bitcoin la duda se despeja rápido: a Bitcoin no la respalda nada ni nadie en concreto más allá de la valoración que haga el mercado en general sobre su capacidad para satisfacer determinadas necesidades. Es decir, no es distinta al petróleo, al oro o al azúcar.
Despejada esta duda pasamos a las “acusaciones”. La acusación sobre los mineros es que pueden tener la capacidad, si se ponen todos de acuerdo, de decidir qué transacciones se han de procesar y cuáles no. Con lo que podrían así censurar a usuarios concretos. La realidad es que los mineros no tienen ningún incentivo a hacer esto, además, identificar las transacciones no es tarea fácil y hay que tener en cuenta también que los equipos de los mineros funcionan de forma desatendida y procesarán cualquier transacción si el minero no hace nada para evitarlo expresamente. El esfuerzo de coordinación necesario para bloquear una transacción es enorme porque tiene que hacerse en menos de diez minutos para que la persona que quiere hacer esa transacción no pueda trocearla y diluirla con el resto de transacciones de manera que ya no sea posible saber realmente qué transacción o a quien se está censurando.
En cuanto a los programadores, supuestamente podrían hacer absolutamente cualquier cosa que se les antojara, pues son ellos quienes codifican las reglas. Pero, ¿son ellos quienes deciden cuáles son las reglas? Rotundamente no. Las reglas las decide el mercado. Ningún programador, por mucho que tenga la llave del repositorio “oficial” de Bitcoin, puede imponerle al mercado, a los usuarios, ninguna regla. Es al revés, si el programador ya sea intencionadamente o por error codifica algo que incumple con lo que el mercado espera de Bitcoin, los usuarios simplemente ignorarán esa versión o aquellos que hubieran llegado a actualizarla volverán a la versión anterior.
Es como si Apple o Google (Android) sacaran una calculadora para tú móvil que intencionadamente o por error no suma correctamente. Sería descartada por los usuarios de inmediato. Lo determinante y esencial de la calculadora no es el software en sí mismo ni el buen nombre de quien lo escribe, sino la utilidad que el usuario espera de ella. El usuario manda.
En términos de teoría económica es lo que Carlos Bondone, partiendo de los descubrimientos de Carl Menger, resume gráficamente como la causalidad Necesidad → Bien económico. La causa de que una cosa como Bitcoin o una calculadora sea un bien (cosa útil) o un bien económico (cosa útil y escasa) no es otra que la necesidad que satisface. Por tanto, son quienes satisfacen necesidades, los usuarios, quienes tienen la última palabra, los que mandan en Bitcoin.
No creo que volvamos a tener un buen dinero hasta que se lo quitemos al Gobierno de las manos, es decir, no podemos quitárselo violentamente, todo lo que podemos hacer es introducirlo astutamente de tal forma que no lo puedan parar.
F.A. Hayek, 1984
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