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¿Quién nos sacará de la crisis?

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Una de las películas que casi indefectiblemente suele exhibirse por televisión en la temporada navideña es «Qué bello es vivir». En ésta se nos narra cómo George Bailey, interpretado por el inigualable James Stewart, a base de esfuerzo, sacrificio y tesón, va manteniendo y levantando la compañía de empréstitos, que heredó de su padre, frente a distintas adversidades que se van presentado.

La película, analizada desde una óptica económica, nos permite extraer algunas conclusiones. Una de ellas es, sin duda, que la compañía de empréstitos no hubiese podido sobrevivir sin todo el sacrificio que el protagonista realizó. Así, acepta dirigir la compañía, cosa que a principio no quería, accede a no ir a la universidad por tener que encargarse de la compañía, o, en el mismo día de su boda, sacrifica su luna de miel y sus ahorros familiares, para sostener la compañía frente a un pánico bancario. Fue el tiempo, esfuerzo y dinero de George Bailey lo que permitió que la compañía sobreviviese frente a numerosos avatares, incluida la crisis del 29.

Sin duda alguna, cualquier empresa que veamos hoy en día es el resultado del tiempo, dinero y esfuerzo de distintas personas. Indudablemente serán de una naturaleza distinta a los que podemos encontrar en la película, pero habrán realizado sacrificios de diversa índole. La historia de cada empresa suele tener tras de sí el esfuerzo de muchas personas, ya sean trabajadores, empresarios o amigos y familiares de los anteriores.

A la hora de desarrollar políticas económicas para afrontar la crisis, suelen emplearse términos como demanda agregada, gasto público, tipos de interés, déficit público, estimulación del consumo, etc. A menudo, sólo se suele emplear determinada jerga técnica, omitiéndose cualquier referencia a aquellas personas con cuyo esfuerzo y sacrificio se han levantado las distintas empresas que existen hoy en día. Incluso aunque, a veces, se hable de personas, se suele hacer referencia a ellas como meros peones que han de cumplir fielmente la misión de consumir, función que, como tal, buscan determinados planificadores estimular y conducir. Pero es muy raro que se recuerde el papel que tienen las personas a la hora de crear y mantener una empresa.

Si se pretende desarrollar una política económica que permita afrontar la crisis con mayor facilidad, ésta ha de tener en cuenta al núcleo de la economía, es decir a la persona. Es el esfuerzo de millones de personas lo que permite a todas las empresas que existen hoy en día sobrevivir y avanzar. Por tanto la política económica debe de dejar de considerar al Estado como el elemento sin el cual no se puede salir de la crisis, pasando dicho papel al individuo. Para ello debe permitirse que la persona pueda gozar de plena libertad para que pueda dedicar su tiempo, dinero y esfuerzo en aquellas labores que estime oportuno, y pueda así tomar el papel de protagonista que le corresponda, sin que dicha actuación venga dictada por el Estado.

La salvación de la crisis, por tanto, no vendrá ni del gasto público, ni de las políticas de estimulación de la demanda, sino del esfuerzo y sacrificio que innumerables personas, como George Bailey en la película, realizan día a día de manera anónima y encomiable.

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