El pasado domingo, los vascos y vascas, gallegos y gallegas, como diría un político “progreta”, acudieron a las urnas a expresar su voluntad. Periódicos, radios, televisiones y redes sociales se volcaron en el seguimiento de los resultados. Pero yo decidí dedicar mi domingo a cualquier otra cosa. Me sobraban las razones.
La pantomima electoral
Disfrazada de sacrosanta democracia, los ciudadanos, informados o no, acuden a depositar su voto. Y frente a quienes creen que deberían estudiar los programas electorales, informarse de qué propone cada cual, etc., yo creo que, dado que en este país mentir en campaña no es mentir, da lo mismo. Se vota al que mejor mienta, al que lo haga a tu favor, o al que creas que miente menos. Y no pasa nada. Al parecer, tampoco es para tanto. Nos toman el dinero de la cartera mientras nosotros nos dejamos como madres benevolentes (e irresponsables) que hacen la vista gorda cuando el hijo les “sisa” dinero en las vueltas de la compra. Eso sí, nos hemos empobrecido casi un 40% según dicen los expertos, moneda a moneda, y ese dinero que ya no tenemos no está en hospitales, carreteras o tejido industrial. Se evaporó en votos comprados a golpe de subvención y privilegio.
Además, los ciudadanos votan en un sistema electoral que es manifiestamente deficiente, penaliza a los pequeños nuevos, y perpetúa el bipartidismo. Quien pone la norma electoral se lleva el gato al agua. No es nuevo, también lo hacen los propios partidos en su organización interna. Manipulan para que salga el/la candidato/a que debe. Y si no, pues directamente designan al más conveniente. ¿Por qué iban a estar dispuestos a exponerse aplicando un sistema electoral diferente pudiendo asegurarse el escaño?
El significado de las elecciones vascas y gallegas
Tanto en el caso del País Vasco como en Galicia, se trata de elecciones anticipadas por razones que no han quedado del todo claras. Lo más probable es que, como indica el instinto de los analistas políticos, ninguno de los presidentes autonómicos quieran afrontar los recortes y prefieran ceder la batuta para que se queme otro, o bien emprender lo que sea pero reforzados.
Pero en el panorama político nacional, no es relevante si a Feijóo le queman en una pira por recortar, sino que el déficit se ajuste al previsto por Bruselas y el Gobierno. Le pese a quien le pese, las autonomías son importantes en cuanto que nos conducen al abismo. Los focos ahora mismo están en el rescate o “eso que ustedes llaman rescate”, el ajuste al déficit, los presupuestos, la destrucción del euro, y cuestiones macro en los que el País Vasco, Cataluña, Andalucía o Galicia no dejan de ser “un problema regional de España”.
Una comunidad autónoma tendrá atención periodística si es capaz de chantajear al Gobierno para conseguir más dinero. Algunas lo hacen como la Cataluña de Mas. Pero incluso si gana Bildu las elecciones (aunque sea moralmente) y ya son dos las partes de España dispuestas a poner su poder político particular por delante del interés de los españoles (e incluyo a vascos y catalanes), Bruselas no desaparece, ni la deuda, ni el Memorando de Entendimiento. Así que Rajoy habrá de respirar hondo y dar un paso al frente.
Todos ganan, todos pierden
Sea como fuere, bien en la semana de Halloween y de don Juan Tenorio, o más tarde, Rajoy tomará la decisión de reclamar el dinero de la banca concedido por Europa y, tal vez, pedir un rescate general para activar que el Banco Central Europeo compre deuda soberana. Si, como opina Huw Pill, economista jefe de Goldman Sach para Europa, lo peor está por llegar porque la recesión se quedará con nosotros también en el 2013, las reclamaciones independentistas van a tener poco sentido. Especialmente si, como pretende Mas, la separación debería producirse en el 2014… una vez pasado el temporal, pero el ingreso del fondo de rescate autonómico ha de ser inmediato.
Mientras los políticos autonómicos parecen jugar a superman, los políticos europeos ya han inventado la manera en que van a evitar ser salpicados por el temporal español: el default interno. Para el 2013, según parece, la deuda viva interna en manos domésticas (tal y como sugiere Daniel Lacalle) será el 85%. ¿Eso qué quiere decir? Que si hay impagos, atrasos, problemas… el globo nos estalla en la cara. Y habrá quiebra interna. Y entonces sí que vendrá el hombre del saco a rescatarnos.
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