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Receta para un país próspero

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España en pie de guerra; huelga de transportistas, los agricultores en las calles, la inflación disparada, la hostelería arruinada, los autónomos asfixiados, las victimas del terrorismo humilladas, el empleo estancado, la deuda desatada, el mundo rural abandonado, la delincuencia e inseguridad como norma… Con este contexto, todo hace presagiar que los días de este gobierno en el poder muy pronto verán su fin. Ante esto, la alternativa ya se renueva y se prepara. ¿Pero qué hará falta para que se revierta esta desastrosa situación? No hablamos de nombres, pues serán los ciudadanos quienes elijan libremente ese aspecto. Sino las medidas y reformas ineludibles, que puedan conseguir sacar a la nación del agujero en el que se encuentra, en prácticamente todos los aspectos, y que hagan olvidar a este gobierno, tan ruidoso como incompetente.

Lo primero, sería asegurar la propia supervivencia del gobierno y del Estado, que con una deuda del 120% del PIB, un déficit anual del 6% y la ministra de Economía yendo cada semana a Europa a pedir permiso para gastar aún más, no está asegurada. Son necesarios grandes ajustes y urgentes. Estos deberán venir por la vía del gasto, a todas luces disparado, puesto que por la vía de los ingresos hay poco margen. Los ingresos del Estado marcan records año tras año y la gente no puede aportar más. Es el gasto lo que es inasumible y habrá que recortar. Eso no es una mala noticia, por mucho que se empeñen algunos. Cada euro que el Estado deja de gastar, es un euro que no te quita del bolsillo o endeuda a tus hijos. El equilibrio presupuestario debe ser sagrado.

Todo esto se podría acompañar de un plan de atracción de la inversión, para relanzar la economía, mediante la rebaja impositiva, que no tiene por qué afectar negativamente a la recaudación. Véase Andalucía últimamente, bajando impuestos año tras año y recaudando cada vez más.

De todas las reformas, la del sistema público de pensiones será probablemente la más complicada, pero también la más inevitable, por la relevancia que tienen, ya que suponen más de un 37% de todo el gasto público del país. El inmenso déficit estructural que producen a la Seguridad Social, hace imprescindible una reforma hacia un sistema como mínimo mixto, de capitalización, como en Suecia, Chile… Que lo haga viable en el largo plazo.

Mucho más sencillo, al menos un mínimo, se plantea en política exterior. Teniendo en cuenta que somos una democracia occidental, con un sistema económico de mercado, al igual que nuestros aliados, bastará con la expulsión del gobierno, de los defensores del comunismo, para que las relaciones con nuestros socios se normalicen y España vuelva a pintar algo en el panorama internacional.

En materia energética, la única solución viable, es el fin de la desastrosa moratoria nuclear del año 1983, y la entrega de licencias para la construcción de centrales, como anunció Francia hace solo unos meses y que incluso Alemania (histórica antinuclear) se lo está planteando. A esto habría que sumarle la legalización del fracking, para extraer recursos energéticos como nuestro gas, igual que hacen EE.UU. o Francia.

Se acabaron las medias tintas y el hablar. Solo el tiempo y los electores dirán si nuestro próximo ejecutivo tiene un aire gallego. Si bien, está claro que España requiere cuanto antes de un gobierno reformista y cabal que encare la terrible situación en la que se encuentra el país. El socialismo ha fracasado, una vez más.

2 Comentarios

  1. Creo que al autor se le ha olvidado en su acertada receta un punto transversal pero fundamental: la EDUCACIÓN.

    Por ello hace falta como el llover una revolución liberal para REVERTIR LA ESTATALIZACIÓN de nuestro «sistema» educativo
    (frente al monopolio adoctrinador producto de la ‘larga marcha’ gramsciana por el control de las instituciones que hemos vivido).
    En esa dirección, como alternativa valiente, es impagable la labor callada que realiza la Iglesia católica.

    Y recuperar la universidad y la educación en general como la institución LIBRE y descentralizada que nunca debió dejar de ser,
    como apuntó Michael Oakeshott «The voice of a liberal learning/education»:
    — Elizabeth Corey/ Michael Oakeshott: https://lawliberty.org/classic/the-adventure-of-learning/
    Sería quizás la única manera de evitar que nos introdujeran en continuas situaciones «de excepción» como excusa para aplicar por la fuerza lo que dicen ser los criterios de los «expertos» (siempre sospechosamente vinculados al gobierno):
    — John G. Grove/ Robert Nisbet: https://lawliberty.org/classic/the-forever-war-state/


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