La vehemencia con la que una persona critica la libertad de empresa suele ser inversamente proporcional a los esfuerzos que ha hecho por meterse en la piel de un empresario. Por eso, ante la pregunta “¿Qué haría usted si fuese un capitalista?” suelen quedarse desarmados y perplejos. Nunca se lo han planteado seriamente. Han soñado con ser voluntario, presidente, dictador o superhéroe para salvar al mundo de los taladores de árboles, de los especuladores urbanísticos y de los fumadores. Pero jamás se han planteado cual sería su comportamiento al mando de una empresa privada.
¿Dice que si dejamos el mercado inmobiliario totalmente liberalizado y desregulado, los especuladores impondrían precios prohibitivos? ¿Es lo que haría usted?
Bueno, tendría varias opciones:
Podría compincharse con todos los demás competidores para mantener los precios muy altos. Pero, ojo, aquí jugamos a lo grande, libre mercado mundial, la globalización, ya sabe. No habría forma de evitar que ni un solo competidor en todo el mundo viniese a su mercado a reventar precios. Podría usted quedarse un margen de beneficios, claro, pero cada intento por parte de usted de abusar del cliente sería una oferta en bandeja de plata para que viniese la competencia a reventarle los precios. Claro que, si fuese usted realmente malo, malo, lo que se dice malo, igual conseguiría redefinir las reglar, establecer cierta regulación del mercado, imponer unos mínimos de seguridad y estética, licencias, permisos, concesiones públicas, estándares y antes de que el incauto público se hubiese dado cuenta, ya podría usted hacer y deshacer en ese mercado nebulosamente regulado “por el bien del consumidor”.
Otra posibilidad sería el extremo contrario: podría ir a reventar precios desde el principio para acaparar mercado. Claro que correría el riesgo de quedarse sin fondos. Así que sólo lo hará si puede ahorrarse gastos. Si lo hace a costa de perder calidad es muy posible que no atraiga clientes ni mucho menos acapare el mercado, si lo hace bajando salarios puede quedarse sin trabajadores, si lo hace estrujando a los proveedores, tres cuartos de lo mismo. Podrá reducir costes y atraer clientes pero sin bajar del mínimo necesario para pagar los gastos. Por supuesto, como todo buen capitalista malvado que se precie siempre le queda el as en la manga de maquinar entre los bastidores del poder para ganarse alguna subvención. O que se graven con algún impuesto a la competencia.
Observe que lo más terrorífico para un malvado capitalista no es el tener a sus espaldas una miríada de agencias públicas que le vigilan. En absoluto, siempre puede comprarles algún favor. Lo peor es no tenerlas porque entonces sólo puede llegar a fin de mes satisfaciendo a clientes, trabajadores y proveedores. Aunque siempre le quedaría el recursos de invertir fondos en la creación de un bonito Estado del Bienestar que saque una bonita ley para proteger esto o aquello o prohibir lo otro o lo de más allá.
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