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Si usted no tiene conciencia ecologista no es un inmoral

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Conviene aclararlo pues los gurús del ecologismo, los máximos representantes de los grupos ambientalistas, los políticos más implicados en sacarnos los cuartos para acabar de una vez por todas con las agresiones medioambientales, llevan años sugiriendo que el que no comparte su punto de vista es un insolidario, un inmoral, en definitiva una mala persona. La satanización del contrario es desde luego uno de los pasos propagandísticos esenciales para el control de masas.

Hace poco Cristina Carbona, ministra de Medio Ambiente, criticaba a los votantes del PP en la Comunidad Valenciana y los acusaba de falta de conciencia ya que a su entender la política urbanística del Partido Popular, ganador por mayoría absoluta en las recientes elecciones autonómicas, es depredadora y destructora del entorno, y que los ciudadanos no son conscientes de “de las consecuencias a medio y a largo plazo de algunas actuaciones que se están desarrollando”. Lo cierto es que Cristina Carbona olvida que las prácticas urbanísticas de su partido en otros lugares de España, incluso en la propia Comunidad Valenciana, no distan mucho de las del PP y muchas veces es cuestión de matiz, de añadir el concepto “vivienda pública” en unas cuantas páginas del legajo para hacer la construcción más políticamente correcta. El suelo es público y comunidades y ayuntamientos, sean del color que sean, viven de la venta de suelo.

Pero quizá eso no es lo más grave de las declaraciones de la ministra sino que para esta política el español, en especial el votante del PP, es medio lerdo ya que no ve las consecuencias de su nefasta elección ante las urnas, presuponiendo de esta manera una debilidad mental, una incapacidad insultante. La inconsciencia forma por tanto parte de una moral desviada o en el peor de los casos, de una falta de moral y de ahí, la necesidad de una asignatura en la educación pública española como “Educación para la ciudadanía”. El mesianismo es un defecto (puede que desde su punto de vista sea una virtud) de los políticos populistas, un insulto hacia él que dicen servir. Las declaraciones de la ministra no dejan de ser una mera comparsa de un plan mucho más profundo y peligroso para nuestros bolsillos, el de José Luis Rodríguez Zapatero que ha anunciado 170 medidas concretas y urgentes para luchar contra el cambio climático, con un “calendario claro y disposición de recursos”. Hay que justificar semejante latrocinio.

Zapatero considera el cambio climático como el mayor problema al que se enfrenta la humanidad y por tanto la sociedad española, aparcando a un lado otros mucho más nimios como el terrorismo de la ETA o una economía, la española, que parece dirigirse hacia épocas de vacas flacas. El cambio climático es una excelente excusa para la regulación y control del sector energético, a través de la promoción de las energías renovables, es un excelente vehículo para el “ordenamiento” de sectores tan básicos para la economía española como el turismo y sí, el ladrillo y la infraestructura pública de la que viven tanto nuestros políticos como un buen puñado de empresarios, es una buena excusa para la adopción de medidas educativas básicas como la ya mencionada asignatura de “Educación para la ciudadanía” o de otras iniciativas del ministerio. Pero esto no es inmoral, no para el ingeniero social.

El ganador de un Óscar, Al Gore, ha declarado recientemente que la lucha contra el cambio climático es “una cuestión moral”, que el deshielo de Groenlandia es mucho peor que los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, que estamos inmersos en un enfrentamiento entre “nuestra civilización y la Tierra”. Está claro cuál es el malo en esta película, y lo dice alguien que no duda en consumir más energía que la inmensa mayoría de los habitantes del planeta, lo dice alguien alguna de cuyas inversiones es de las más contaminantes que existen en Estados Unidos, lo dice alguien que no se aplica los principios que el mismo predica, pero al que le parece inmoral el que no los cumple. A eso se le suele llamar hipocresía, por mucho que uno lo disfrace. No es extraño que Al Gore haya recibido otro premio, además del óscar, del Gobierno español, el “Príncipe de Asturias de Cooperación”, Zapatero y Gore son tal para cual.

Concluyo, desengáñese, si usted no piensa como todos estos sacacuartos no es un inmoral, incluso es posible que se encuentre muchos tramos de escalones por encima de de ellos. Es posible que piense en otras posibilidades, que no perciba el problema como ellos y le importe muy poco. También es posible que considere que de existir, se puede solucionar de otra manera, dejando actuar al capitalismo y al libre mercado, dejando de lado a ingenieros sociales y a iluminados verdes, que se puede acometer según surgen los conflictos, experimentando cuál debe ser la respuesta más adecuada en cada momento, pero no destinando dinero a algo que no se sabe cómo, cuándo y con qué fuerza va a surgir. De hecho es posible hasta que el problema ni siquiera exista pese al supuesto “consenso” científico que dicen que existe, no al menos como está planteado. En cuanto a inmoralidad, algunos deberían hacérselo mirar.

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