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Sobre aliens, guerras y bromas: el show de Krugman

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En estas dos últimas semanas se ha desatado una fiebre krugmanita sólo comparable a modas como llevar botas con pantalones cortos en verano y otras igualmente absurdas. El detonante ha sido la visita del premio Nobel a la Fundación Rafael del Pino. Krugman venía a presentar su último libro Acabad con la crisis y fue presentado por dos economistas de renombre y prestigio: Pedro Schwartz y Manuel Conthe. Uno fue crítico y el otro condescendiente.

A partir de ahí, se han sucedido los artículos, entradas en blogs y comentarios en Twitter por parte de sabios e ignorantes acerca de lo acertado de las tesis krugmanitas, sus recomendaciones, el keynesianismo y la solución a la crisis. Uno de los ataques más obvios ha sido su intervención en un programa de televisión estadounidense en el que, conversando con Kenneth Rogoff, afirmaba que la crisis del 29 fue solucionada, en parte, por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y bromeaba con la necesidad de que estallase una tercera. Además, para reforzar su argumento, Krugman explicaba que si hubiese una falsa amenaza de invasión alienígena, dejaríamos de preocuparnos tanto por la eliminación del déficit y nos centraríamos en la construcción de edificios para defendernos de los extraterrestres y la economía despegaría.

Me parece un ataque falaz el que pretende poner en boca de Krugman la defensa de las guerras o de las invasiones alienígenas. Fueron ejemplos. Bromeaba. También bromeaba al parecer cuando afirmó que la burbuja inmobiliaria era necesaria. Lo peor no son los ejemplos, que personalmente me resultan muy gráficos. Lo terrible es el mensaje que hay detrás.

La idea de Krugman es que cuando hay una deficiencia de la demanda el Estado debe intervenir generando consumo, y para ello, nada como las obras públicas, o cualquier otro gasto público que se perciba como necesario y que genere rentas para los trabajadores de manera que éstos consuman y se active la economía. Y, como decía Krugman en el vídeo, si después resulta que no hay aliens, tanto mejor.

Esta idea está fuertemente enraizada en las mentes de economistas, políticos y ciudadanos normales y Krugman lo único que hace es refrendarla. De hecho, no es suya, sino de su maestro John Maynard Keynes. Es una de las ideas que ha catapultado el keynesianismo a los periódicos, televisiones, universidades y colegios. Por eso es tan perniciosa, porque siendo errónea es intuitiva y satisface la necesidad de la gente de que ante una situación dramática "alguien tiene que hacer algo". Y ese alguien, desde luego, ha de ser el Estado.

Pero lo que hay detrás, el "cristal roto" de estas tesis es veneno para la economía. Básicamente el Estado aparece como sustituto del empresario como generador de rentas y riqueza. La lógica empresarial nos enseña que un empresario invertirá en aquel negocio que más rentable le resulte, es decir, aquel que produzca los bienes y servicios más deseados y, además, que consista en la inversión en la que el equilibrio riesgo/rentabilidad sea más sólido. Un empresario se guiará por lo que sucede en los mercados, el de bienes y servicios, el de capitales, etc. Para tomar sus decisiones de inversión y de contratación. Buscará en el mercado de trabajo el empleado más eficiente y barato. Venderá en donde su producto sea más valorado. Y lo hará por lucro, desde luego, pero generará riqueza de diferentes maneras.

Para empezar, los trabajadores tratarán de especializarse en aquellas tareas más remuneradas, intentarán ofrecer trabajo de calidad y también buscarán su lucro personal. Además, los más meritorios serán quienes logren una mayor remuneración. Asimismo, aquellas inversiones más sólidas y rentables se verán favorecidas y los negocios que no respondan a las necesidades de la economía desaparecerán. Es decir, habrá un filtro espontáneo.

Pero al ser el estado el que se hace cargo de la generación de rentas se pervertirán los incentivos. Las inversiones elegidas no serán necesariamente las mejores, sino las que los políticos decidan, sea para proteger a la población de una amenaza externa de este mundo o de otros, sea para favorecer a sus lobbies, sea porque creen que es lo mejor para todos. Y ese es el punto. Una cosa es creer que se sabe lo que es mejor para todos, y otra muy diferente que se manifieste espontáneamente lo que es mejor para todos, no por arte de magia, sino mediante el mecanismo más antiguo del mundo: el mercado.

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