El su ya conocido Índice de Libertad Económica, el Heritage Foundation analiza la situación económica de 184 economías del mundo considerando los diferentes niveles en los que se encuentran, entre otros, los siguientes factores: efectividad del sistema judicial, libertad para emprender y hacer negocios, libertad monetaria y de comercio, respeto a la propiedad privada, integridad de gobierno o libertad financiera y salud fiscal.
Pero ¿qué es la ‘libertad económica’? La libertad económica es el derecho fundamental de todo ser humano a controlar su propio trabajo y su propiedad. En una sociedad económicamente libre, los individuos son libres de trabajar, producir, consumir e invertir como les plazca. En sociedades económicamente libres, los gobiernos permiten que la mano de obra, el capital y los bienes se muevan libremente y se abstienen de la coerción o restricción de la libertad más allá de lo necesario para proteger y mantener la libertad misma.
Está demostrado que las economías libres y de mercado son las únicas capaces de sacar a la gente de los niveles de pobreza a los que los empujan gobiernos populistas o proteccionistas, sobre todo, en la región de latinoamericana. La economía libre es sinónimo de prosperidad, crecimiento y desarrollo, pero no solo en términos económicos. Economías de este tipo promueven instituciones fuertes y una sociedad que tiende al respeto a las reglas de juego establecidas, y fomentan buenas costumbres como el ahorro, el trabajo y el emprendimiento. La economía y el comercio son dos conceptos que civilizan la sociedad, la hacen prospera, pacifica la sociedad en su conjunto y crecen las oportunidades de los ciudadanos en aquellos países que implementan este tipo de políticas.
Con respecto a su último Índice, correspondiente al 2021, en cuanto a la región latinoamericana, rápidamente se exponen dos conclusiones importantes. En primer lugar, los gobiernos más autoritarios de la región son los que peor están ubicados no solo respecto al entorno, también se encuentran en las últimas posiciones de los resultados globales. Países como Cuba, Venezuela o Bolivia se ubican solo por encima de países como Corea del Norte o Sudán y en la posición más baja en relación a la región.
En cambio, Chile se posiciona en una ubicación favorable, siendo el único país ‘mayoritariamente libre’ de la región. A nivel global se ubica en la posición 19, superando a países como Estados Unidos, España o Alemania.
Aunque las comparaciones sean odiosas, es necesario analizar la realidad económica y política de forma independiente de cada país, en base a las medidas que uno y otro hayan podido aplicar para luchar contra la pobreza, fortalecer su sistema institucional o mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. En ese sentido, Chile se ha convertido en el parangón más importante acerca de los beneficios que producen una economía libre y un sistema económico de mercado, donde el aparato estatal es solo un apéndice que, aunque forma parte, no determina la condición ni la conducta de los actores y factores que interactúan de forma natural en el mercado.
Por supuesto que Chile aún no ha superado del todo sus índices de desigualdad y el desempleo ha crecido los últimos años, aunque las tasas siguen siendo bajas y aceptables, lo que no tiene comparación alguna con los sistemas políticos y económicos impulsados por los regímenes autoritarios de la izquierda latinoamericana vinculados al Socialismo del Siglo XXI, por ejemplo, de Cuba, Venezuela o Bolivia. Los datos hablan por sí solos. El resultado, cayendo en un simplismo que resulta, no obstante, ilustrativo, diríamos: menos intervención del Estado en la política económica, mayor crecimiento y desarrollo del país; menos control del Estado sobre las instituciones públicas, mayores garantías para los ciudadanos y mayor blindaje de sus derechos y libertades.
Sin duda, países como Chile han superado esa barrera anquilosada de los viejos paradigmas proteccionistas y socialistas que han impregnado a la región y ha demostrado que las políticas de la libertad funcionan notablemente. Sin embargo, se ciernen sobre aquel país la sombra de un movimiento vinculado al populismo trasnochado, conocido en otros países del entorno, que bajo un discurso radical ha desprestigiado todos los avances obtenidos y desconocido los resultados que se demuestran con cifras y datos contrastables, pero objetivos.
La nueva Constitución, cuyos trabajos ya han empezado, será una prueba de la resistencia de una sociedad madura que no pude caer en los encantos de la demagogia y las fútiles promesas de los nefastos populismos, que campean a lo largo y ancho del continente.
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