En el último comentario, me refería a la viabilidad teórica del anarco-capitalismo, y propuse como una posible causa para su inexistencia hasta el momento el hecho de ser un sistema caro, que precisaba para su implantación un nivel mínimo de riqueza que aún no se había alcanzado en la sociedad, pero que eventualmente se alcanzaría. En este contexto, el Estado no dejaba de ser la solución cutre y chapucera que se habían dado "espontáneamente" los individuos para solventar la defensa de los derechos de propiedad.
Por supuesto, la solución "Estado" presenta muchísimos problemas que padecemos continuamente en nuestras carnes. Y uno de los más importantes es que el Estado, por su propia naturaleza, contribuye a la destrucción de la riqueza, con lo que alarga el proceso de acumulación de la misma hasta el nivel necesario para una solución anarco-capitalista. La razón por la que el Estado destruye riqueza es porque acopia recursos contra la voluntad de los individuos, utilizándolos contra las preferencias de los mismos; al no ser intercambios voluntarios, no se puede presumir que ambas partes ganan (i. e., se genera riqueza), sino que una de ellas necesariamente pierde, no pudiendo determinarse si se genera o no riqueza con el intercambio por ser imposible la comparación de valores entre sujetos.
En el debate posterior, se expuso una serie de elementos que, según un proponente, el anarcocapitalismo se obstina en ignorar: grupo, zonas comunes, territorios. Por concretar aún más la cuestión, se preguntaba: "¿Es posible una ‘sociedad’ en la cual no haya zonas comunes, relaciones comunales, para que no se tengan que tomar decisiones comunales, comunitarias que afectan a las zonas, tierras, comunes o a las relaciones comunales, del Todos? ¿Es posible una ‘sociedad’ en la que habiendo zonas comunes, y por tanto métodos para gestionar esas zonas comunes, estableciendo un territorio en el cual dichas zonas comunes estén regidas por lo que el común, el Todos, impongan normas de comportamiento a Todos?". Para este proponente, la existencia del Estado es consecuencia de la existencia de zonas comunes y relaciones comunes, que opone a las relaciones privadas entre personas.
El punto de partida para tratar de contestar a estas cuestiones es la definición de "zona común". Sería la existencia de estas zonas comunes dentro del territorio ocupado por la sociedad la que haría necesarias relaciones y decisiones comunales. El Estado sería la forma en que la sociedad (Todos) se asegura de que Todos cumplen estas decisiones.
Entiendo que zona común sería aquella que es propiedad de todos los individuos del grupo, sin necesidad de hacer un acto consciente de apropiación. Si la zona común es propiedad de un cierto número de individuos, pero no de todos, serían ellos mismos los que se dotarían de organización para resolver el uso de la zona común que han adquirido de común acuerdo, y no sería necesaria la existencia de Estado.
Dentro de este caso se encontrarían, por ejemplo, las llamadas zonas comunes de las comunidades de vecinos, o los activos de las sociedades anónimas. Sin embargo, ninguno de estos casos de zona común resuelve sus problemas mediante una organización tipo Estado. Aunque es cierto que su gestión presenta en muchos casos problemas, derivados posiblemente de las normas que precisamente a tal efecto impone el Estado. Léase la normativa de propiedad horizontal o la Ley de Sociedades Anónimas.
Así pues, las únicas zonas comunes que requerirían relaciones comunales protegidas por un Estado son aquellas que son de todos. La cuestión pasa a ser: ¿es necesario que existan este tipo de zonas para que una sociedad se pueda organizar?
Para avanzar en la respuesta, tratemos de identificar zonas comunes concretas que existen en la actualidad: las calles, las carreteras, el alumbrado, el alcantarillado, los colegios públicos y hospitales públicos, los servicios de justicia, los cuarteles de la policía… Obsérvese que estas zonas comunes coinciden plenamente con los servicios que "presta" el Estado a los individuos. Surge inmediatamente la duda de si son "zonas comunes" y por eso las gestiona el Estado, o si son "zonas comunes" porque las gestiona el Estado.
Si este análisis lo estuviéramos haciendo hace 50 años, nos hubiéramos encontrado con que, por ejemplo, las redes de telecomunicaciones eran "zonas comunes" en la mayor parte de los países europeos. Visto desde la actualidad, parece una broma.
Pero centremos aún más el debate: llevémoslo a las calles (no literalmente, para eso ya están los revolucionarios). La calle es el paradigma de zona común: cualquier individuo puede salir de su casa, darse un paseo libremente y encontrarse con sus vecinos. Nadie en su sano juicio discutirá la existencia de las calles y su gestión comunal por parte de los Ayuntamientos.
Pero ¿es que acaso la calle es una zona intrínsecamente común? Lo cierto es que tampoco: todos conocemos casos de urbanizaciones privadas en que el acceso a sus calles está limitado a los propietarios de inmuebles en la misma. La gestión de estas calles privadas se hace de la forma que estos propietarios consideren, de la forma que libre y voluntariamente decidan en cada momento. Y al que no le guste, siempre tiene la opción de vender su propiedad (y su derecho sobre la calle) e irse a otro sitio.
Así pues, estamos donde estábamos. La habitación por parte de un grupo en un territorio no implica la existencia de zonas comunes (zonas de todos). Por tanto, la existencia de Estado no es intrínseca a la ocupación de un territorio por parte de un grupo. Más bien al contrario, parece que dichas zonas comunes son creadas por el Estado para justificar su existencia, de manera que el Estado tendería a incrementar el ámbito de dichas zonas comunes, lo que también podríamos llamar interés general.
En el anarco-capitalismo precisamente dejan de existir estas innecesarias y artificiales "zonas comunes". Todos los bienes tienen un propietario definido (o una comunidad de propietarios); y, justamente porque cada bien tiene un propietario, éste tiende a maximizar el valor de su propiedad mediante la gestión que considere óptima. En esas condiciones, lógicamente la riqueza del grupo, obtenida de la agregación de las riquezas de los individuos, se incrementa.
En la medida en que el modelo de sociedad se separa más del anarco-capitalismo, aparecen más "zonas comunes", que son de todos y de nadie, y que no se gestionan de forma óptima por sus gestores, puesto que no pueden apropiarse de su producto, al no ser suyo el recurso. Es lo que se conoce como la "tragedia de los comunes", y con la que todos estamos familiarizados.
Podemos cerrar este comentario respondiendo a las cuestiones planteadas a su principio: efectivamente, es posible una sociedad sin "zonas comunes de Todos", puesto que todas dichas zonas comunes podrían ser propiedad de un número definido de propietarios que las gestionaría para dar servicios a los demás individuos, si de esta forma incrementaran su valor. Y lo dicho entronca con la demostración aludida en el comentario del mes pasado de que todos los servicios públicos pueden ser prestados en el libre mercado.
Dejamos para otro análisis la siguiente pregunta que se planteó hace un mes: ¿y cómo suministraría el servicio de justicia el libre mercado?
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