Una cadena de ropa inglesa lanza bikinis con relleno para niñas de entre 7 y 8 años… Se crea un cierto escándalo, con el tabloide sensacionalista The Sun de por medio y con el líder conservador David Cámeron calificando la prenda de “asquerosa”. A continuación la cadena de ropa retira el producto de la venta y para tratar de lavar su imagen: decide donar los beneficios, bastantes escasos por cierto, a una ONG infantil… Se acabó el problema.
Pero ¿Qué hubiese pasado si la reacción de Primark, que así se llama la susodicha cadena, hubiese sido otra? ¿Y si resulta que decide mantener el artículo en venta porque hay demanda -es decir, porque los consumidores lo desean- que es la razón principal por la que las empresas deciden mantener los artículos en venta? Pues nada, que el que quisiera le compraría el bikini a su hija; y el que no, no se lo compraría… Y también se acabaría el problema.
Porque aquí lo único que hay es una cuestión de si a una empresa le interesa libremente vender un producto y si hay consumidores dispuestos a hacerse con el. Pero seguro que si la reacción de la compañía hubiese sido seguir con las ventas, una parte de la opinión pública hubiese exigido que los poderes públicos tomen cartas en el asunto, prohibiendo la prenda. Y rápidamente los políticos se hubiesen lanzado a tratar de capitalizar dicho estado de animo, pensando ¿cómo no? en la posible rentabilidad electoral…
Ministerios de Igualdad, Agencias de Protección de la Infancia, Defensores del Menor, Concejalías de Juventud… El caso parece de libro para que toda una tropa de funcionarios justifiquen su sueldo y se lancen a tratar de prohibir la polémica prenda… “Bikini para pederastas”, “Convertir a niñas de siete años en objetos sexuales”, “Explotación temprana de la mujer": realmente los argumentos en contra del bikini pueden ser infinitos. E infinitamente vacíos.
En primer lugar, ¿por qué ir contra el bikini?, ¿por qué no atacar los zapatos de tacón para niñas o las falditas cortas?, ¿por qué no prohibir la nueva colección primavera verano infantil de El Corte Ingles?, ¿y los maquillajes de la Señorita Pepis?. ¿Cual es el criterio? Y si prohíben que se venda dicho artículo, ¿también habría que prohibir que de forma artesanal se pongan relleno en un bikini? ¿Qué se hace con una madre que tiene una niña con una prenda prohibida, ya sea comprada en un comercio o cosida artesanalmente? ¿Se le pone una multa? ¿Se le quita la custodia?
Con los fabricantes y distribuidores de goma espuma de relleno susceptible de ser utilizada para dichos fines, ¿qué hacemos? ¿un sistema de cuotas? ¿inspecciones periódicas para confirmar que no se ha usado su material para las prendas proscritas?
Por otro lado, cuando acabarán las responsabilidades penales. ¿Una niña de 11 años sí podría usarlo?, ¿y una de 13 acomplejada porque no tiene tetas y sus compañeras de clase ya han desarrollado podría? Realmente no hay ningún criterio absoluto y definitivo. Sólo gente que se siente indignada y trata de imponer su voluntad a los demás. Y mientras lo consigan mediante campañas de opinión pública, me parece perfecto.
Lo malo es cuando no lo consiguen así y son los poderes públicos, haciéndose eco de una opinión pública mayoritaria los que mediante coacción imponen dicha voluntad. Porque la libertad no es una cuestión de opiniones mayoritarias… ni de democracia.
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