Skip to content

¿Tienen derechos los animales?

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Los animales en realidad no tienen derechos, o al menos no los tienen ni los pueden tener de la misma forma que los tienen los humanos.

Según Manuel de la Herrán Gascón los animales (no humanos) tienen derechos. Pero en realidad no los tienen, o al menos no los tienen ni los pueden tener de la misma forma que los tienen los humanos: porque no pueden reclamarlos, argumentarlos, reconocerlos o utilizarlos. Porque no son el mismo tipo de entidad y las diferencias son precisamente morales y éticas.

Manuel se apoya en textos de Rallo y míos para afirmar que las normas éticas deben ser universales, simétricas e imparciales, considerando igualmente todos los intereses e “independientes de mi posición en el conflicto”: la reflexión ética debe vencer sesgos egoístas y racionalizaciones para favorecerse o justificarse a uno mismo o a su grupo a costa de otros. Además rechaza que a todo derecho le corresponda un deber, como según él muestra el caso de humanos con derechos pero sin obligaciones como los recién nacidos o los humanos con graves problemas mentales. Y asegura que no damos derechos a los animales porque tenemos poder para aprovecharnos de ellos, esclavizarlos, parasitarlos o depredarlos y ellos no lo tienen para defenderse de nuestras agresiones y atacarnos y someternos a nosotros.

Que las normas éticas sean universales y simétricas sirve para evitar sesgos y parcialidades, de modo que no beneficien a unos a costa de otros. Pero en un sistema simétrico a todo derecho universal sí que le corresponde un deber universal: a un derecho negativo (de no interferencia ajena) le corresponde un deber negativo (de no interferir en lo ajeno); si los demás deben respetar mi libertad y mi propiedad y no pueden agredirme, yo debo respetar la libertad y la propiedad de los demás y no agredirlos. A los derechos positivos particulares les corresponden deberes positivos particulares generados ambos mediante contratos entre partes: yo gano un derecho a exigir algo a otro a cambio de aceptar el deber de hacer algo por el otro.

Si los animales (no humanos) tuvieran derechos (entendamos que negativos, de propiedad, a no ser agredidos) sin tener la obligación de respetar esos mismos derechos en otros, el sistema normativo no sería simétrico y los animales estarían privilegiados frente a los humanos.

No es cierto que la ética acepte humanos con obligaciones pero sin derechos: o no se trata de humanos en un sentido estricto o estamos hablando de derecho positivo y no de una ética universal y simétrica. Tanto los bebés como ciertos enfermos mentales están en el límite de lo que constituye un ser humano, y en tal situación plantean problemas. Pero reconocerlos como dueños de sí mismos no les exime de la obligación de no agredir a otros: los bebés no tienen poder para hacerlo, y el caso de los enfermos mentales es un ejemplo de error del derecho positivo al eximir de responsabilidad a los causantes de ciertos daños por algún trastorno mental (se les otorgan privilegios que no tienen humanos mentalmente más normales, aunque, eso sí, también puede restringirse su libertad de acción). Si a un loco se le considera sujeto ético con derecho a protección, también debe ser responsable de sus actos; si no se le considera responsable de sus actos por su enajenamiento mental, entonces no es un sujeto ético y no tiene por qué recibir el mismo trato que un sujeto ético.

Es problemático considerar que los derechos se dan o conceden, aunque también suele serlo decir que simplemente se tienen como quien tiene ojos o corazón. Aquí se mezclan de nuevo el derecho positivo y la ética: en el derecho positivo los derechos se dan por quien tiene poder y está legitimado para ello; la ética estudia qué significa tener derechos y cómo pueden justificarse. En muchas situaciones históricas los poderosos no han reconocido derechos de los débiles, como en el caso de gobiernos opresores sobre pueblos oprimidos, o con esclavistas y esclavos. Pero este no es el origen del problema de los derechos animales: en algunas situaciones los animales son más poderosos y no ganan derechos para ellos ni se los quitan a los humanos (los humanos frente a muchos animales hace miles de años, un humano frente a un león o una manada de lobos); simplemente los animales no comprenden qué es un derecho, es una idea que no existe en sus mentes.

Si diéramos o reconociéramos derechos a los animales tendríamos que obligarles a respetar esos derechos frente a nosotros y frente a otros animales: no podrían agredirnos, ni invadir nuestra propiedad, ni agredir a otros animales o invadir su propiedad. Pero los animales no tienen un lenguaje suficientemente complejo y compartido con los humanos para poder comunicarles que les reconocemos derechos y que les exigimos una determinada conducta, ni tampoco tienen mentes capaces de argumentar o discutir sobre lo justo y lo injusto en base a principios morales.

Si a los animales se les conceden derechos negativos (de propiedad) ¿podrían conseguir derechos positivos mediante contratos? ¿O debemos entender que si los animales no pactan unos con otros o con nosotros es simplemente porque no les interesa? Los bebés y los locos o deficientes mentales no contratan (o los contratos no se consideran válidos) pero los bebés eventualmente madurarán y los locos podrían curarse. Los animales podrían evolucionar y desarrollar sus capacidades cognitivas, lingüísticas y morales, pero aún están lejos de poder ser considerados sujetos éticos al mismo nivel que los humanos: ciertos animales individuales (especialmente entrenados por humanos) y algunas especies sociales avanzadas tienen lenguajes rudimentarios y una psicología protomoral o premoral (sentimientos o emociones de indignación, injusticia, culpa, solidaridad), pero aún no pueden razonar sobre lo moral. Cuando puedan entender la moral, hablar de ella y ejercerla, entonces no habrá excusa para no reconocerles derechos plenos como sujetos éticos (y seguramente habrá una fase de transición problemática, no será algo blanco o negro): los derechos animales (y los de otras entidades como extraterrestres o inteligencias artificiales) deberían reconocerse en el mismo momento en que sus titulares los exijan.

En realidad dar o reconocer derechos a los animales sería un acto asimétrico, ya que ellos no pueden ni entenderlos ni darnos o reconocernos derechos a nosotros. En la práctica sería simplemente un acuerdo entre humanos para no agredir a los animales como un grupo diferente y a otro nivel. Por eso quienes hablan de derechos animales son humanos (que aunque equivocados, al menos lo intentan) y no animales (que no pueden ni intentarlo).

Según Manuel:

… la consideración moral (como consideración interna, privada, íntima) es un acto voluntario, libre. Los derechos no son naturales. Los otorgan quienes pueden y quieren hacerlo. Los seres humanos podemos otorgar derechos a los animales no humanos…

… alguien puede reflexionar sobre el asunto y decidir libremente no otorgar derechos ni a los animales, ni a las mujeres y ni a los negros, tal vez por ser hombre blanco y no interesarle. Pero ¿sería esto lógico? ¿En qué nos basamos para no otorgar derechos a los animales no humanos?

Esta es la visión de que los derechos simplemente se dan o no se dan porque uno quiere o no, y porque puede o no. No se molesta en intentar entender qué significa que los derechos se tienen o qué significa el derecho natural (el que no es sobrenatural, ni convencional, ni contractual), en el cual decir que alguien tiene un derecho es simplemente una forma de expresar cómo le afectan a un sujeto las normas éticas, qué cosas están prohibidas o son obligatorias para él respecto a los demás o para los demás respecto a él.

Si los derechos se dan, ¿cómo se puede pretender que sea simétrico un sistema en el que unos (humanos) dan derechos a otros (animales)? La simetría sólo podría restaurarse si todos se dan o reconocen derechos a todos, y este no es el caso.

Para tener un derecho de forma plena (que no se da en el bebé y puede no darse en algunos sujetos con limitaciones cognitivas o taras mentales) es necesario entender qué es un derecho, qué implica y cómo se usa: los animales no cumplen estos requisitos. Manuel parece convencido de que no hay argumentos sólidos para negar derechos a los animales, que es algo ilógico: tal vez no saber manejar la lógica o no entiende o le disgustan los argumentos que sí existen. No dar derechos a los negros o a las mujeres obviamente es una discriminación (aunque no algo ilógico ya que no implica ninguna contradicción), una ruptura del principio de universalidad y simetría, pero es así porque ambos colectivos son sujetos éticos de forma plena, perfectamente capaces de entender y practicar la moral y su lenguaje: de hecho los falaces argumentos para excluirlos insistían en que eran intelectualmente incapaces o emocionalmente inmaduros.

Los humanos no sólo tienen psicología moral en un grado muy superior sino que también son capaces de argumentación moral, de filosofía moral, de ética. Y durante su evolución y su historia han ampliado el círculo moral, incluyendo cada vez a más individuos y grupos como sujetos éticos, pero esto no significa que tenga sentido ampliar el círculo moral a cualquiera, incluidos los animales.

Para Manuel la definición de ser humano es problemática:

… no existe una separación dicotómica entre unas especies y otras, sino que se trata de algo gradual, tal como nos enseña la teoría de la evolución… las fronteras entre especies son borrosas…

Desecha la idea de que los seres humanos tengan algún tipo de privilegio moral “debido a que solo ellos poseen ciertas capacidades cognitivas, un lenguaje, la posibilidad de reconocer y asumir responsabilidades”. Según él esta justificación no es válida por el argumento de los casos marginales o diferencias entre humanos:

La especie humana no puede ser definida por la posesión de ciertas capacidades, desde el momento en que hay humanos que carecen de ellas. Por lo tanto, su trato privilegiado no puede ser defendido aludiendo a éstas.

También desecha la idea del privilegio humano por el hecho de que “los seres humanos mantienen entre sí una relación de solidaridad, afecto, equilibrio de poder, posibilidad de interacción, etc., que no tendrían con otros animales”.

La gradualidad de ciertos atributos no apoya que se les den derechos a los animales. Que las fronteras sean difusas no equivale a que no existan: quiere decir que deben usarse con cuidado, sobre todo en la zona problemática, pero no que los límites difusos y las clasificaciones basadas en ellos no tengan ningún sentido o utilidad. Que sea difícil determinar quién es el primer humano en el proceso evolutivo gradual desde nuestros ancestros comunes con otros primates no equivale a decir que los humanos son indistinguibles de los chimpancés, bonobos, gorilas u orangutanes. Las fronteras, aunque borrosas, existen: pueden ser más difusas cuando se están formando (cuando se forma una nueva especie a partir de una existente), pero quizás el paso del tiempo la haga más clara y precisa (el espacio de diseños entre diferentes especies de organismos tiene enormes agujeros o discontinuidades entre unas especies y otras). De hecho no distinguir en qué se diferencian los humanos de otros animales puede indicar una limitación intelectual importante: no somos espíritus encarnados ni ángeles caídos, procedemos evolutivamente de otros animales, pero existen diferencias muy relevantes. Nosotros podemos entenderlos a ellos, ellos no a nosotros; nosotros podemos hablar de derechos y concedérselos (asimétricamente y metafóricamente) a ellos, y ellos no, ni entre ellos ni a nosotros.

Lo que diferencia a un sujeto ético es tener sensibilidad (intereses) y capacidad de razonar y expresar la moral: si no tienes sensibilidad, lo que te hagan no te importa (ni a ti ni a nadie); si no tienes racionalidad moral no puedes participar en la comunidad jurídica. Lo que define a un sujeto ético no es sinónimo de ser humano, pero en este momento histórico los humanos (aunque no todos) son los únicos que cumplen con estas condiciones. No todos los individuos que pueden considerarse como genéticamente o biológicamente humanos (miembros de una comunidad de reproducción sexual o especie) son sujetos éticos porque algunos o aún no han madurado o han sufrido algún daño que ha eliminado o tarado su capacidad cognitiva (y por eso reciben un tratamiento especial, distinto, y normalmente tienen algún responsable o tutor).

Manuel rechaza el teocentrismo y el antropocentrismo (una forma de “discriminación especista”) y propone el sensocentrismo: “todo ser con capacidad para sentir (sintiente), es decir, con capacidad para tener experiencias subjetivas, merece consideración moral”; es decir todos los seres que tengan intereses y puedan verse afectados por los actos de otros, independientemente de su inteligencia. No importa si pueden razonar o hablar, sólo si pueden sufrir: es un utilitarismo extendido más allá de lo exclusivamente humano a los animales y otras posibles entidades sintientes (como un robot).

Según él debemos dejar de esclavizar a los animales “porque no son objetos. Son seres con intereses. Son seres que sienten. Y porque podemos hacerlo. Y porque es lógico hacerlo. Desde la ética y la imparcialidad propias del liberalismo, deberíamos dejar de usar animales en nuestro provecho y considerarlos como sujetos de derecho [o] personas”. Manuel enfatiza que no necesitamos comerlos, pero no menciona, aunque supongo que va incluido en el argumento, el aprovecharnos de su capacidad de trabajo, usarlos como entretenimiento en espectáculos más o menos crueles (toros, circos, zoos) o como animales de compañía sin opción de escapar y vivir de forma autónoma.

Los sentimientos morales son, pues eso, sentimientos. Tienen mucho que ver con la empatía, con sentir con y por otros. Es normal sufrir cuando sufren otros y querer evitarles ese sufrimiento (salvo que seas un sádico, un psicópata o que se trate de alguien odiado). Pero el ámbito de la ética es otro: es razonar y discutir cuáles son las reglas, los derechos, las obligaciones, las prohibiciones; y por mucho que se afirme que la inteligencia no importa, sí que importa. El insistir que sólo importa el sufrimiento parece indicar que sólo habla el corazón y no la cabeza, y que lo importante es amar y no pensar acerca de los temas. El movimiento animalista es en cierta medida una señal costosa de rigorismo moral: soy tan buena persona que trato bien no sólo a los humanos sino también a los animales (con la variante intolerante de exigir a todos los demás que hagan lo mismo).

Los animales sufren, sienten dolor (y placer, miedo, sorpresa…), pero su vida afectiva es muy diferente de la de los humanos, quienes tienen mucha más memoria para el pasado, imaginación y capacidad de proyectarse hacia el futuro, y habilidad para reconocer y tratar a otros individuos como sujetos. Las sensaciones más básicas son compartidas, pero la percepción consciente es mucho más rica y compleja en los seres humanos. Incluso dentro de los animales hay gradaciones en cómo sienten y piensan y en cómo los percibimos los humanos: los insectos también son animales, aunque quizás nos parezcan menos simpáticos que los mamíferos. Una esponja, aunque no lo parezca, es un animal, pero no tiene sistema nervioso: ¿le asignamos derechos? Las plantas tienen sensibilidad, quizás diferente, pero la tienen: ¿tienen también derechos o quizás menos derechos porque sienten menos? Todos los seres vivos, incluso las bacterias, como agentes autónomos, tienen algún tipo de interés y sistema de control con cognición y sensibilidad por básicas que sean: ¿toda la vida tiene derechos?

Si el problema es sentir, es posible matar sin causar dolor: ¿basta con eso? Si el problema es no causar ningún dolor, ciertos actos dolorosos pueden tener beneficios compensatorios suficientes, para el mismo individuo o para otros. Si el problema es la utilidad neta, es posible imaginar animales que disfrutan o viven bastante bien siendo pastoreados o cuidados por seres humanos aunque estos se aprovechen de ellos. Quizás tratar mejor a los animales implica tratar peor a los humanos: peores dietas y tratamientos médicos (prohibición de experimentación con animales).

Resulta extraño pretender que los animales tienen derechos porque podemos dárselos: ¿no los tenían cuando no podíamos dárselos, cuando dependíamos más de ellos, cuando no teníamos tanta tecnología y capital acumulados, o cuando nuestra sensibilidad moral era diferente, quizás más primitiva y violenta? ¿Si uno es dependiente de otro y no puede vivir sin parasitarlo, automáticamente ese otro no tiene derechos?

Manuel explora la posibilidad de que la ética sea una farsa, lo que es un idea importante (ver por ejemplo Manipulación moral vs. liberalismo). Pero parece creer que los que no están de acuerdo con él son ilógicos, sin haber aclarado él mismo qué entiende por “lógico” (¿deducible sin errores?, ¿consistente, sin contradicciones?) y confundiendo el término en varias ocasiones (“discriminaciones arbitrarias, faltas de lógica como el sexismo o el racismo”).

Comenzaba su escrito animando al lector a estar abierto frente a otros puntos de vista: eso está muy bien cuando el nuevo punto de vista es enriquecedor, pero esta táctica también la emplean los que están equivocados y todos los estafadores y charlatanes (que no digo ni sugiero que sea su caso). Termina el texto haciendo una predicción arriesgada (a mi juicio imprecisa, con poco fundamento y sin jugarse nada) y animando a todos a “formar parte de la mayor revolución ética de la historia de la humanidad”. No sé qué unidades de tamaño o importancia utiliza para medir las revoluciones éticas ni cómo sabe que esta será la mayor, pero ¿será mayor que abandonar el canibalismo, la esclavitud, la discriminación de la mujer, o los teocentrismos?

Llegado el momento todo el mundo compartirá la visión animalista sensocentrista y entonces será de enorme valor la reputación de haberlo hecho previamente por motivos éticos.

¿Y esto más o menos cuándo será? ¿Estamos dispuestos a apostar algo? Si va a tardar mucho en llegar, ¿qué beneficio reputacional tienen ahora los que entonces quizás estén ya muertos? ¿Estamos seguros de que nadie discrepará del sensocentrismo? ¿Y si lo que triunfa es una consideración de la sensibilidad y la inteligencia y no sólo la sensibilidad?

Los humanos somo supercooperadores hipersociales porque tenemos mucha más habilidad cognitiva y más empatía, porque nuestra psicología moral está mucho más desarrollada que la de los demás animales: tratar diferente a los humanos no es arbitrario ni ilógico y tratar igual a los animales no tiene mucho sentido ni puede funcionar.

Me parece estupendo querer que los animales sean tratados de la mejor forma posible (de hecho hay muchísima gente que trata a ciertos animales, sus mascotas, mejor que a la inmensa mayoría de los seres humanos): pero quizás convenga recurrir a ideas que sean correctas y que puedan funcionar. Por ejemplo, contratar libre y voluntariamente entre humanos el obligarnos a tratar bien a los animales, especialmente a los más sensibles, y boicotear a quienes los maltraten.

22 Comentarios

  1. Excelente esfuerzo
    Excelente esfuerzo clarificador de la realidad .
    Una pena que deba surgir como respuesta a la mentira socialista, pertinaz y obsecuente, de los peores a la cabeza. No somos todos iguales aunque pretendan masificarnos mediante la ley , brazo armado monopólico del estado. Los devarios intelectuales del socialismo provoca patéticos comentarios de honestos libertarios que parafraseando a Ortega, son solo una protuberancia protoplasmatica del fracasado multiculturalismo, feminismo , lenguaje sexista y la sarta de imbecilidades niveladoras progres que están degradando el ethos occidental y cristiano en aras del Dios estado.
    Buen análisis de un centrado libertario . Gracias Paco

  2. Muy interesantes ambos
    Muy interesantes ambos artículos, pero tengo la sensación de que si se abandona el argumento principal el tema no tiene una salida con la suficiente contundencia. El argumento principal lo explico muy bien Dalmacio Negro «Sin religión el irracionalismo se apodera del vacío, las culturas se disuelven y las civilizaciones mueren». O como decía Lord Acton «La religión es la clave de la cultura y la civilización»

  3. Los bebés y enfermos mentales
    Los bebés y enfermos mentales son humanos con dignidad plena que gozan del derecho a no padecer violencia inicial, con independencia de cuáles sean sus declaradas o supuestas intenciones. Yo no puedo atacar a un fulano sin más (y seguir considerándome pacífico) porque sospeche que no abriga buenos propósitos. Podré reaccionar defendiéndome de su agresión o actuar preventivamente mediante actos tasados y circunscritos a neutralizar el previsible ataque, pero jamás será ético (no violento) violentarle (grosera contradictio in terminis), por mucho que aduzca, en grosera circularidad tautológica, que sólo merecen inmunidad las personas, entendiendo “persona” de facto como quien merece no ser agredido.

    Porque aseguran que sólo se deben librar de la violencia los que pueden comprometerse a no ejercerla, sin aclarar dónde se firma y se registra tal contrato irrevocable, ya que si puedo y no lo hago ¿en qué me diferencio sustancialmente del que no puede? O sea, que el derecho a que te dejen en paz no es inherente, intrínseco, sino que, oh sorpresa, hay que ganárselo acreditando mero poder de comprometerse (su particular definición relevante al efecto de “persona”). Nos dicen que sólo merecen vivir en paz las “personas”, definidas como los seres susceptibles de responsabilidad, pero sin explicar por qué del mero hecho de que un agente pueda reprimir la violencia a voluntad aunque no lo haga se deriva su inmunidad y, en cambio, si actúa por instinto o de modo previsible sí se le puede victimizar; se trata de condición tan arbitraria e irrelevante al caso como pesar ochenta kilos. Ergo, según ellos, sólo merecen no ser agredidos quienes merecen no ser agredidos, por mucho que disfracen la petición de principio. Por tanto, dictaminan caprichosamente quién se encuentra a salvo de la violencia, conculcando la ética de la libertad: no inicies la agresión, sólo defiéndete.

    A un loco homicida no se le otorga ningún privilegio por no liquidarlo a discreción. Los humanos nos sentimos superiores porque podemos ser éticos, al revés que otros animales, pero la eticidad estriba, precisamente, en no comportarse como una bestia ni siquiera con las bestias, sino limitar nuestros actos a la defensa (que puede ser todo lo eficaz y contundente que sea preciso). Si es correcto comportarse como un animal ¿por qué nos creemos mejores?

  4. Brillante Berdonio
    Brillante Berdonio

    • Gracias por tu generosidad,
      Gracias por tu generosidad, pero en realidad soy bastante chapucero. El tema tiene su miga y creo que la intuición adelanta demasiado a la razón.

      Todo es revisable y se puede matizar, pocas certezas tengo y muchas enmiendas, pero una es que el liberalismo no avala el asalto y la conquista de nada; negar el derecho a cualquier paz desde la ética chirría demasiado.

  5. Los liberales contrarios al
    Los liberales contrarios al derecho animal deben demostrar que no existe agresión, que estos seres no sufren en realidad ningún tipo de violencia tráteseles como se les trate; no que los animales carecen del derecho a no ser agredidos. Esto es así porque el liberalismo condena tajante y absolutamente todo ataque, incluso como respuesta a uno previo. Contra el ataque, defensa, pero jamás otro ataque propiamente dicho.

    Un liberal puede y debe defenderse con la máxima eficacia de los ataques, pero bajo ningún concepto emprenderlos. El error del señor Capella, Domínguez y demás es creer que un liberal está autorizado a atacar a todo lo que no tenga la capacidad de mostrar conducta liberal, con independencia de que después la ponga en práctica o no. Según ellos, si tiene la facultad de comprender la no agresión, es inmune; el liberal podrá defenderse de sus ataques y castigarle por los mismos, pero no atacarle. Si no puede comprender de qué va el liberalismo, a por él, cualquier sevicia será licita, aunque el irracional (humano o animal) se comporte de maravilla. Después matizan que al humano irracional hay que respetarle, pero que es un gracioso privilegio.

    No son argumentos serios. Estos liberales son muy libres de restringir su liberalismo a concretos supuestos, pero deben ser conscientes de ello. Pueden incluso demostrar que un liberalismo práctico, factible en nuestro estadio evolutivo, debe ser restricto -aunque tendrán difícil negar la posibilidad del mínimo respeto animal-, pero no criticar el derecho de los irracionales desde el liberalismo teórico. O al menos que lo intenten con otros argumentos.

    Cuestión diferente es que los animalistas no suelan ser liberales.

    • ¡Qué no nos creemos mejores!
      ¡Qué no nos creemos mejores! Que los dominamos y punto, ¿saben lo que es la cadena trófica, no? Los que se creen mejores son algunos de ustedes que enaltecen la supremacía moral del veganismo, e Manuel. El Homo caza y pesca animales desde su génesis y gracias a ello estamos aquí. Si quieren ustedes montar una ecoaldea de la pachamama, cómprense un pueblo abandonados de esos que ahora hay muchos y convivan con cerdos, corderos, etc. y les otorgan derecho a sanidad, pensión y renta básica. Por encima de su ética está la moral colectiva, no intenten universalizar su ética totalitaria, tendrán que pasar por encima de muchos cadáveres, pero muchos. Váyanse con sus ideas infanticidas y eugenistas de Ehrlich, Singer y demás calaña a su Jonestown particular, y si son ustedes valientes, como dicen que somos demasiados en este planeta, ya saben lo que hacer.

    • La descripción del humano
      La descripción del humano como cazador y pescador, y el hecho de que eso haya sido necesario para el desarrollo humano, no implica que se tenga derecho a ello. Los grupos mafiosos delinquen por naturaleza, gracias a eso progresan, y no tienen derecho a delinquir.
      Un animalismo inteligente no implica necesariamente una vida humana pobre: eventualmente algún día seremos capaces de producir de forma económica y competitiva proteínas sintéticas a partir de materia inorgánica, y nuestra dependencia de los animales se verá muy reducida.
      El animalismo no es necesariamente totalitario (al menos su versión liberal no lo es) y Ehrlich y Singer no son liberales. Ningún animalista aquí ha propuesto infanticidio o eugenesia.

    • La descripción del humano
      La descripción del humano como cazador y pescador, y el hecho de que eso haya sido necesario para el desarrollo humano, no implica que se tenga derecho a ello. Los grupos mafiosos delinquen por naturaleza, gracias a eso progresan, y no tienen derecho a delinquir.
      Un animalismo inteligente no implica necesariamente una vida humana pobre: eventualmente algún día seremos capaces de producir de forma económica y competitiva proteínas sintéticas a partir de materia inorgánica, y nuestra dependencia de los animales se verá muy reducida.
      El animalismo no es necesariamente totalitario (al menos su versión liberal no lo es) y Ehrlich y Singer no son liberales. Ningún animalista aquí ha propuesto infanticidio o eugenesia.

    • La descripción del humano
      La descripción del humano como cazador y pescador, y el hecho de que eso haya sido necesario para el desarrollo humano, no implica que se tenga derecho a ello. Los grupos mafiosos delinquen por naturaleza, gracias a eso progresan, y no tienen derecho a delinquir.
      Un animalismo inteligente no implica necesariamente una vida humana pobre: eventualmente algún día seremos capaces de producir de forma económica y competitiva proteínas sintéticas a partir de materia inorgánica, y nuestra dependencia de los animales se verá muy reducida.
      El animalismo no es necesariamente totalitario (al menos su versión liberal no lo es) y Ehrlich y Singer no son liberales. Ningún animalista aquí ha propuesto infanticidio o eugenesia.

  6. Resumiendo, podríamos citar a
    Resumiendo, podríamos citar a O’Rourke: «La naturaleza tendrá sus derechos tan pronto como tenga obligaciones. En el instante en que veamos pájaros, árboles, bichos y ardillas recogiendo basura, dando dinero por caridad y vigilando a nuestros niños en el parque, entonces les dejaremos votar.»

    • Daniel: ya hay «bichos» que
      Daniel: ya hay «bichos» que recogen basura (hormigas en sus nidos, bacterias que utilizamos para procesar nuestra basura), que se ayudan unos a otros (especies sociales), e incluso algunos cuidan de nosotros y vigilan a los niños en el parque (perros que vigilan niños o los salvan en un incendio, delfines que salvan a gente a punto de ahogarse…). El problema no es que no tengan conductas sociales cooperativas, que las pueden tener, sino que no entienden la ética.

  7. Conviene no confundir el
    Conviene no confundir el socialismo con el animalismo en sus diversas versiones.
    Conviene no introducir la religión en un debate ético racional y empírico: las culturas y civilizaciones no se basan exclusivamente en la religión, y ésta no es necesariamente un aporte positivo imprescindible.
    Conviene escribir con claridad para que los demás entiendan a qué se refiere uno, qué está criticando y qué defendiendo.
    Berdonio: el caso de los bebés y humanos con taras mentales lo he tratado sólo de pasada (es bastante complejo) para refutar un razonamiento erróneo del artículo de Manuel de la Herrán (los humanos con derechos pero sin deberes). Decir que tienen dignidad (a menudo palabra comadreja sin significado claro) plena sin argumentar por qué deja mucho que desear. No sé a qué viene la mención a las intenciones, y usted dirá quién ha afirmado que uno puede atacar a otro sin más por alguna mera sospecha de malas intenciones. Una tautología es una proposición lógica verdadera en todos los mundos posibles: no es lo mismo que una definición circular. Las personas o sujetos éticos son quienes participan de la argumentación ética que permite comprender un sistema normativo universal, simétrico y funcional, y guiarse y ser protegidos y coordinados socialmente por él. Cuando habla usted en tercera persona del plural no me queda claro a quién o quiénes se refiere, y quizás construye usted hombres de paja o no entiende las afirmaciones de otros (si es que soy yo uno de esos). La inteligencia consiste, entre otras cosas, en notar semejanzas donde hay diferencias y en notar diferencias donde hay semejanzas: existen diferencias éticas muy relevantes entre quienes pueden entender qué es un compromiso, lo realicen o no, y quienes no pueden ni comprenderlo ni practicarlo. La noción de derechos inherentes o intrínsecos es compleja, y los derechos tampoco se ganan sino que el sistema normativo los incluye o no. La inmunidad no se obtiene de poder reprimir la violencia a voluntad: los animales tienen voluntad y deciden si atacan o no. Si la ética de la libertad es no iniciar la agresión, conviene aclarar qué es una agresión (ética, no el mero hecho físico de dañar a un ser vivo), y simplemente afirmar que herir o matar a un animal es una agresión ética es no argumentar nada sino insistir en que eso debe considerarse agresión porque sí. Es correcto comportarse como un animal no humano con los animales no humanos (simetría); no lo es comportarse como un animal no humano con los humanos.
    Puliendo algo la chapuza: me gustaría que me informara cómo decide o sabe usted qué es lo que se debe demostrar y quién debe hacerlo. Me parece que no entiende usted qué ataques condena el liberalismo. Cuando un animal mata a otro animal o un humano no suelo leer u oír a los liberales clamando contra la violencia y a favor del principio de no agresión y a ver cómo se lo hacemos entender a los animales: parece que el liberalismo no trata de eso. No creo que tenga usted una gran capacidad para detectar qué es un argumento serio. Efectivamente, los animalistas no suelen ser liberales: los que lo sean, estupendo, pero argumenten mejor la defensa de los animales (si lo esencial es la sensibilidad, como ellos mismos dicen, apelen a la sensibilidad) y no distorsionen el liberalismo.

    • Señor Capella:
      Señor Capella:

      Con toda cordialidad se lo digo, los argumentos ad hominem son impropios de una persona inteligente como es usted, y lamento decirle que es lo único que veo en su réplica al núcleo de mi alegato. Traté de desbrozar mi primer comentario, demasiado farragoso, impreciso y divagador, concretando mi impugnación a la idea de que el liberalismo salvaguarda el proyecto vital de los seres humanos porque se les pueda exigir que se respeten mutuamente, es decir, exhiban una característica específica. Eso es absurdo, caballero, contradice la ética liberal, primero, porque no todos lo seres humanos gozan de esa facultad y no es serio despachar el asunto con un “el liberalismo se desentiende de los humanos irracionales o debemos privilegiarles” y, segundo, y más fundamental, porque el liberalismo se define como principio de no agresión inicial, punto, no principio de no agresión a específicos individuos, sean cuáles sean las características específicas. Por eso debe usted demostrar, desafiando el sentido común, que no cabe hablar de violencia contra los animales, no que estos carezcan de derechos. El liberalismo no versa en rigor sobre un derecho a no ser agredido que se pueda respetar o no, sino sobre la obligación universal de no agredir. Los animales no son liberales y la inmensa mayoría de la humanidad tampoco, pero si usted lo es no puede agredirles, sólo tratar de defenderse con la máxima eficacia. Dirá usted que de qué le sirve ser liberal entonces si se encuentra en desventaja. No, ser liberal progresivo es un ventajosísimo “meme” que terminará prevaleciendo por pura lógica de teoría de juegos, pero ése es otro tema.

      Ustedes se empeñan en privilegiar la característica “capacidad de respeto mutuo” sobre “ser de raza negra”, “medir más de dos metros” o “capacidad de comprensión lectora”. Por cierto, percátese de que según ese caprichoso criterio sería legítimo cepillarse a la inmensa mayoría de la humanidad que niega el liberalismo, es decir, cuya aparente capacidad de respeto mutuo es francamente mejorable. Si la característica privilegiada es ser racional ¿quién decide cuándo se es suficiente?

      El liberalismo, en efecto, no trata de hacer entender a los irracionales ni a nadie que no se debe agredir. Trata de no agredir, sólo defenderse. Para ser liberal usted no tiene que convencer a nadie de nada, eso es proselitismo. Basta con que esté usted convencido de la no agresión.

  8. Francisco: Vuelvo a
    Francisco: Vuelvo a felicitarte por tu ensayo y decirte me siento señalado cuando dices que » conviene escribir con claridad para que los demás entiendan a que se refiere uno». Te habras dado cuenta que el mio es un franco defecto de pereza al abstraer mis conceptos al punto que, quien amablemente los lee, se pregunta : ¿ que es lo que este tío ha querido decir? Por eso debo aclararte que si invoco la necesidad de una ética sacra en este tema animalista no es por atavismo intelectual , sino por la preocupación de ver como la izquierda esta infiltrándose en las mentes de honestos liberales hacia un relativismo moral socialdemócrata y su fin ultimo, el absolutismo y su asalto a la libertad individual.
    Nuestra escuela austriaca mantiene hoy su credibilidad frente al neoclasicismo, por su concepción apriorista de la accion humana. Intentar una aproximación positivista empirista en ciencias sociales. como el caso de pretender deducir derechos a los animales, es como una disquisicion filosófica mediante la razón pura. (se enojaría Kant)
    Creo que si nos negamos aceptar principios generales apriori como el aceptar que somos exclusivos acreedores de derechos por ser animales éticos y aceptar las correspondientes obligaciones morales . Si creemos que podemos debatir si un alcornoque seria sujeto de derecho , es como decia Hayek, ir hacia una sociedad guiada por ordenes directas , a legislacion a gusto del legislador .
    Este pretendido empirismo positivista popperiano solo conduce al relativismo social . al ataque a la libertad individual y la propiedad privada por politicos al acecho de un rio revuelto por bien intencionados liberales.
    Saludos.

  9. Lo primero dar las gracias
    Lo primero dar las gracias tanto a Manuel como a Francisco por poder leer diferentes opiniones sobre un tema controvertido en una institución como esta.

    Hay que partir de que los animales (no humanos, a partir de ahora animales) no tienen derechos no por ser animales, si no por no ser sujetos de derechos. Un animal no es consciente de lo que es un derecho, no son capaces de argumentarlos y exigirlos, no somos capaces de comunicárselos, ni tampoco son capaces de respetar el derecho de otro.

    En el ejemplo de león y la gacela, el principal problema no es si el león sabe que no puede atacar a la gacela, sino que es cómo defender el derecho de la gacela, cómo actuar ante el león y cómo evitar estas situaciones. Si entendemos que un animal tiene derecho a no sufrir, también entendemos, que en este caso en concreto, la gacela tiene derecho a no sufrir y que su derecho está siendo violado por otro. ¿Eximimos al león del derecho de la gacela? Parece improbable que se puedan garantizar los derechos de todos los animales, y la discusión se convierte en algo moral y nada con ética.

    Por otra parte, me parece mucho más interesante la mención que pasa desapercibida de Francisco a cerca de los robots. Actualmente no parece que un robot pueda tener derechos, pero en un futuro, ciertamente más cercano que el de los animales, esto puede cambiar. La intelegincia artificial abre un camino extenso en este tema, una máquina que posea consciencia, que entienda derechos,que pueda asimilarlos y exigirlos, y lo más importante, que entiendan que otros también tienen derechos es algo bastante factible. ¿Simplemente con esto es suficiente para otorgárselos? ¿Un objeto puede poseer derechos? La máquinas no poseen sistema nervioso, pero se puede simular, ¿podría haber diferencias entre robots que sientan y robots que no tengan implementado dicho aspecto?

    Muchas gracias, me gustaría saber vuestra opinión a cerca de este último punto.

    Un saludo.

  10. Manuel pierde el camino por
    Manuel pierde el camino por la “evolución»; nos vende ideas de avatar y como nuestros hermanos animales, están interconectados con nosotros y al afectarlos la «madre naturaleza» también se afecta; de allí vienen los errores garrafales modernos de género, familia, leyes, libre pensamiento, etc; Francisco en su argumentación compleja pero laberíntica y sincrética, no puede defender mucho, pues parte del punto que provenimos de un mono que se refino, en su vano intento de sacar algo, quedamos condenados a no saber por qué dar o no dar derechos a los animales; cuando recurrimos a la «evolución», recurrimos a lo relativo y entrando en las tinieblas, ya no podemos hablar de absolutos y universales (aunque lo relativo se defiende desde lo absoluto), porque no existe ningún hombre superior a otro; cualquier idea es buena y nadie tiene derecho a señalar lo bueno o malo, pues en esencia no tenemos regla ni estándar para hacerlo. La estupidez nos invade y deseamos proteger a nuestros hermanos animales, mientras se aprueba el aborto, vender partes de bebes, la burka, la muerte de grupos religiosos, los genocidios, el desplazamiento masivo, las dictaduras y miles de atropellos más; de tanta mente abierta se nos cae el cerebro y jugamos a defender lo indefendible, mientras nuestros necesitados de defensa, mueren cada día. Lo que se nos viene en el futuro es que comeremos piedras, pues si somos consistentes con el sensocentrismo, tal vez alguna piedra muy en el fondo sienta y tal vez debamos morir de todas las bacterias y virus que nos ataquen, pues ellos también sufren cuando les destruimos; cuando nos vamos a los brazos de lo relativo, hemos cometido suicidio intelectual :::

    • Está usted muy confundido,
      Está usted muy confundido, por lo que divaga en un piélago de imprecisiones y extrapolación desaforada. Manuel no vende ideas de avatar ni ningún tipo de misticismo o dogmatismo. Me parece que es usted quien va por esos derroteros aunque no se atreva a hablar claro. Nadie pretende proteger a los animales y aprobar el aborto, la burka, el genocidio y demás suspicacias de su diarrea mental, como que no podamos ni comer piedras o defendernos de los virus. Ustedes no son gente seria y encima quieren tener razón.

      Dejen de embarrar el terreno de juego con chorradas y argumenten por qué UN LIBERAL COMO TAL NO PUEDE IMPEDIR NI CON LA MÍNIMA FUERZA NECESARIA NI LA MÁS CRUEL DE LAS TORTURAS HACIA NINGÚN ANIMAL. De eso y no de otra cosa se trata este debate, y les recuerdo que son ustedes quienes desafían el sentido común y la opinión generalizada.

      Puede que muchos animalistas adolezcan de nihilismo, relativismo y tentación totalitaria, pero esa no es la cuestión de fondo y aferrarse al dogma y la argumentación ad hoc no satisface los patrones de una inteligencia honesta. Lo que he destacado en mayúsculas es una opinión claramente no ética, contraria a todas luces a cualquier noción de ética natural, que ni Domínguez ni Capella ni nadie podrá justificar desde cánones liberales. La ética liberal sólo establece que no es legítimo menoscabar la integridad de algo. No se trata ahora de discutir si una interpretación extensiva de ese “algo” sería más liberal que una restrictiva, pero no puede caber ni la más mínima duda de que el recíproco no es cierto: una interpretación restrictiva bajo ningún concepto será más liberal que la extensiva.

  11. Hola Francisco,
    Hola Francisco,

    Estoy básicamente de acuerdo. No obstante, creo que has sido muy tajante.

    Vale que las normas deben ser funcionales, útiles. Deben beneficiar a los sujetos que las siguen (para ser estables). Pero entonces, ¿por qué no hacen un contrato en vez de una norma?

    Cuando en la tribu, surge la empatía por el que se pone enfermo y ‘altruistamente’ se incurren en costes por el, es porque en otro momento incierto, otra persona incierta, lo hará por ti.

    Es decir, no veo tanto el argumento de ‘es que no tiene ética’. Veo más la pregunta, si la hormiga y yo asumimos una norma y eventualmente yo incurro en costes para seguirla, ¿Me va ella a devolver el favor? ¿Es capaz de devolvérmelo en alguna situación incierta? Y parece que la respuesta continua siendo negativa…

    La principal razón es que no pueden devolvernos el favor, no crees? Al fin y al cavo, la norma no es más que un ‘contrato’ encubierto, en el que no se sabe el cuando, el quien, ni el como.

    Te escuché en la charla de ayer y lo que me apetecía decirle a la señora animalista era que, si un grupo de humanos otorgara derechos a los animales, desaparecieran los animales de granja, incurriera en costes por ellos, sin recibir ‘nada nunca de ninguna manera’; esa sociedad habría empeorado y frente a otra que no adoptara dichas normas, no tendría nada que hacer. Por tanto esa norma de protección injustificada de animales no es estable, no sobrevive y por tanto no puede ser norma.

    Estoy hablando un poco de normas en abstracto, como patrones de conducta ‘buenos’.

    No obstante, se me ocurren un par de frentes a explorar.

    En ocasiones dices, conflicto -> norma. Los seres humanos tenemos la moral que fue útil hace millones de años, surge la empatía, y esta se ha extendido a otros animales capaces de sentir (y ‘devolvernos el favor’) como los perros (probablemente con sentido evolutivo). Si alguien mata un perro, independiente de quien sea la propiedad de ese perro, puede haber un humano para el que le cause un perjuicio grande, incluso estar dispuesto a matar por ello.

    En este sentido podría regularse nuestra conducta frente a otras especies con algo parecido a derechos siempre sin olvidar que es entre nosotros y para nosotros para los que van dirigidas esas normas. Seria algo análogo a la regulación que prohíbe contaminar un rió o destruir la propiedad ajena.

    La segunda opción a explorar, que eché de menos ayer, seria plantearse si son posibles las normas entre especies -al contrario de lo que decía ese chico, el derecho es para quien queramos que sea, que para eso es nuestro-. Yo creo que si. ¿No seria probable que dentro de millones de años la ballena desarrolle una consideración moral, una empatía por los peces que la desparasitan -y que de hecho ya siga normas de conducta para relacionarse con esos peces-?

    Entre especies se pueden realizar intercambios, relaciones de simbiosis o así, no? Tu sabrás mucho más de esto pero se me ocurre posible que dos especies cooperen. O cuando los humanos comenzaron a alimentar a los lobos, recibiendo eventualmente de estos protección.

    Se corre el peligro en nuestro caso de ‘hacer’ -ya que nosotros tenemos la capacidad- unas normas no funcionales -dar más de lo que se recibe. La otra especie muy difícilmente modificará sus normas con la rapidez con la que nosotros lo hacemos. Sin embargo me parece una vía a estudiar.

    Un saludo.

  12. creo que la inflexión en este
    creo que la inflexión en este articulo esta en la idea de que realmente otorgamos derechos a los animales porque hoy en día podemos permitirnoslo.

  13. Entiendo que los animales no son sujeto de derecho por carecer del sentido de discernimiento que obliga a los humanos a ser responsables de sus actos. Hoy en día existen leyes que no tienen base ni fundamento real, porque una cosa es que a los animales no haya que maltratarlos y otra que haya que considerarlos legalmente como personas con derechos. Los urbanitas carecen del sentido común necesario para tratar a los animales y consideran a sus mascotas más que personas, porque carecen del sertido que da el conociento de los animales y de su comportamiento instintivo. Creo que en España tenemos como unos 9 millones de mascotas y 7 millones de niños menores de 12 años. Imaginense nuestro futuro demográfico…


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

El día en que faltaban pisos

El tema de la vivienda es, sin duda, el principal problema de la generación más joven de país, podríamos decir de la gente menor de 35 años que no ha accedido al mercado de vivienda en la misma situación que sus padres, y no digamos ya de sus abuelos.