El futuro del panorama político español es apasionante, las encuestas auguran una dispersión del voto animada por el surgimiento de nuevos partidos alternativos para todos los gustos, o casi todos. La novedad no son las diferentes opciones políticas -que siempre las ha habido, desde el Partido Pirata hasta el Partido por un Mundo más justo pasando por Escaños en Blanco hasta llegar a las 4.028 formaciones inscritas en el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior-, sino las opciones que algunos de estos tienen de irrumpir en los diferentes parlamentos.
Es fácil culpar a la Ley d’Hondt de provocar el bipartidismo pero, hasta ahora, han sido los propios españoles quienes con sus votos han elegido de forma masiva al PP o al PSOE para que se turnaran en el poder. La ley electoral, las circunscripciones electorales o las subvenciones que reciben influyen, y mucho, pero en último término la decisión es de los votantes. No hay sistema electoral perfecto, ni proporcional ni mayoritario, pero es lo que quiere "el pueblo", seguridad a cambio de libertad como ya anticipó Hobbes, y es difícil que el mapa electoral cambie por completo salvo en momentos de gran zozobra y crisis, pues uno de los elementos más valorados es la estabilidad, ese defecto que se le encuentra a los políticos cuando todos parecen iguales.
Programas electorales con letras en rojo o en azul que proponen lo mismo dentro del consenso socialdemócrata, la Pax Europea, son amenazados hoy por aquellos que hasta ahora se movían en la marginalidad del sistema y enarbolan la bandera de la alternativa política. Para unos de extrema izquierda, para otros de extrema derecha, populistas e, incluso, liberales. El debate está servido, que cada cual se etiquete y luego que cada cual vote.
La tensión entre diferentes fuerzas políticas es positiva en cuanto a que la competencia por el poder libera a los ciudadanos de los políticos siempre de acuerdo en esquilmar a los contribuyentes. En este punto sus señorías suelen llegar rápido a consensos y acuerdos pero cuantos más sean y más tarden en conseguirlo más libres seremos nosotros, que al final es lo que nos interesa. Bienvenidos sean los nuevos partidos si contribuyen en algo a ejercer como pesos o contrapesos del poder monopolítisco del Estado, malditos si su vocación es sumarse al fiesta estatista.
Si todos los políticos son iguales es porque la gente quiere que lo sean, porque votan a los iguales o no votan ni hacen nada para que dejen de serlo. Tanto si intentamos vivir al margen de los políticos como participar eligiendo a los representantes no podemos mirar hacia otro lado y continuar culpando a misteriosas fuerzas ajenas a nosotros mismos, ya sea "el sistema electoral" o "la partitocracia", pues son el resultado de nuestros votos, y el de nuestros vecinos. Pero es que en eso consiste la democracia.
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