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Tonterías por una vivienda digna

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Envidiosos de que los estudiantes franceses han logrado con éxito impedir que una reforma laboral reduzca el paro en el país vecino, algunos conciudadanos están organizando una sentada en varias ciudades de España con el objeto de que el gobierno arregle los problemas de la vivienda. Por supuesto, aparte del deseo de comprar pisos más baratos, no hay nada detrás de esas protestas. La ignorancia sobre las causas del alto precio de las viviendas se sustituyen con una palabra mágica que todo lo explica: "especulación".

La especulación no es más que una práctica consistente en comprar barato y vender caro. Eso significa que sólo pueden hacer su labor con éxito si los precios ya suben sin su intervención y, de hecho, al realizar su actividad, tienden a hacer subir el precio cuando éste es relativamente barato y a reducirlo cuando es relativamente caro. La especulación, en definitiva, ayuda a suavizar las subidas de precios, y no puede existir –a no ser que exista un error masivo entre quienes practican esta actividad– si los precios no están subiendo ya por alguna otra razón.

Los precios no son nunca una causa de nada, sino un síntoma de una realidad subyacente; pretender "curarlos" directamente es como luchar contra la fiebre cuando éste no es más que la indicación de que el paciente padece una pulmonía. En el caso español, la primera razón por la subida de precios es la enorme demanda de pisos. Se ha unido en los últimos años varios millones de inmigrantes que necesitan un techo sobre su cabeza, una generación de jóvenes muy numerosa –que incluía quienes antes de 1994 no habían podido formar una familia por falta de empleo– y un interés por parte de muchos extranjeros por adquirir una vivienda en nuestras costas, generalmente para disfrutar en ella de su jubilación. El ritmo de construcción ha crecido enormemente, en los últimos doce años se han entregado 5,4 millones y existen otros 2 millones aún en obras. Sin embargo, no ha sido suficiente. Pese a la gran flexibilidad de nuestro sector de la construcción, éste ha tenido un freno para responder como debía: las limitaciones y retrasos burocráticos impuestos por las leyes del suelo y los distintos permisos municipales y autonómicos.

La existencia de viviendas vacías ha sido también designada como gran culpable: si sus propietarios las pusieran en alquiler, más personas se emanciparían y reducirían así además la demanda de compra, rebajando los precios o, al menos, reduciendo la subida. Pero al descargar las culpas sobre estos propietarios, damos por sentado que son tontos de carrito. Póngase usted en su lugar e imagine que tiene una casa vacía esperando que se revalorice para venderla: ¿acaso no ganaría aún más dinero si la pusiera en alquiler mientas espera que suba de precio? Si esto es así, ¿por qué hay tantas viviendas vacías? Hay dos causas principales. La primera es que muchas de esas viviendas son segundas o terceras viviendas, ocupadas por sus propietarios sólo en fines de semana o vacaciones y construidas, por tanto, no precisamente en el centro de grandes ciudades sino en el campo o la playa, que no es precisamente el lugar donde hay más demanda por parte de jóvenes que desean emanciparse. Y la segunda es, sencillamente, que con la legislación actual es un riesgo alquilar siendo un particular: echar a un inquilino que te destroce la casa y no pague puede llevar un año de lucha en los tribunales. Sólo a precios altos merece la pena para muchos propietarios tomar ese riesgo.

Pero ninguna de estas causas reales está en la cabeza de quienes proponen manifestaciones para que los políticos arreglen los problemas que ellos mismos han creado.

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