No es nada nuevo decir que desde el inicio de la Administración Biden, EEUU adoptó un posicionamiento en materia económica radicalmente diferente al que tradicionalmente había caracterizado a este país tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, mientras muchos analistas pensaban que el cambio de rumbo de la política económica podía ser algo puntual y propiciado por la coyuntura de salida de la crisis de la Covid, una creciente guerra comercial con China o la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la realidad es que ha sido el propio gobierno americano el que ha asegurado que este nuevo enfoque ha venido para quedarse.
Una nueva política industrial
En concreto, la semana pasada, Jake Sullivan, consejero de seguridad nacional del gobierno de Biden, planteó que la rivalidad sistémica y estratégica con China es el eje central del nuevo marco de pensamiento en materia de economía y geopolítica introducido por la Administración Biden. El discurso de Sullivan, además, trató de acomodar todos los objetivos nacionales e internacionales del gobierno de Biden en un solo marco de acción política.
La clave de ello se halla en la centralidad que EEUU ha dado a la nueva política industrial con el objetivo de revitalizar a la clase media americana y, con ello, supuestamente, la calidad democrática del país. Además, a diferencia con respecto a décadas pasadas, la lucha contra el cambio climático con herramientas de política económica -entre muchas otras-, ha tomado un rol central a la hora de decidir sobre políticas públicas.
Un nuevo ‘consenso de Washington’
Sin embargo, este nuevo enfoque geopolítico y económico no termina de convencer a muchos aliados de EEUU, ya que en ocasiones consideran que dichas nuevas políticas asociadas al proteccionismo y la política industrial activa pueden perjudicar sus propios intereses. Un ejemplo claro de ello es el Inflation Reduction Act, a través del cual el gobierno americano aprobó miles de millones en subvenciones a la industria y la energía verde, lo que supone una desventaja competitiva para los productores y trabajadores en Europa y Asia.
Además, la intensificación de la guerra comercial con China y los efectos que esta pueda tener sobre las cadenas de valor globales claramente afectará a los países miembros de la Organización Mundial del Comercio, al verse está severamente debilitada por las acciones y decisiones del gobierno americano.
La Administración Biden defiende que esto no es exactamente así y que lo que está tratando de hacer el gobierno americano es principalmente establecer un nuevo “Consenso de Washington” en el cual EEUU lidere la defensa de la política industrial activa y la lucha contra el cambio climático sin perjudicar los intereses de los aliados occidentales y los países del sur global.
Rivalidad y cadenas de valor
Asimismo, el consejero de seguridad nacional americano ha insistido en varias ocasiones en que la confrontación estratégica entre EEUU y China no resultará en una ruptura completa de las cadenas de valor entre países, sino una mayor diversidad de origen de insumos críticos como los microprocesadores. Por otro lado, además, ha defendido en varias ocasiones que los subsidios a la industria de la energía verde son necesarios y que, lo que deberían hacer países como los miembros de la UE es seguir los mismos pasos, proveyendo así de un impulso global a la energía verde y acelerando la transición ecológica.
A pesar de ello, estas posiciones del gobierno americano siguen sin convencer a muchos de sus aliados y socios estratégicos, resaltando que la actual política económica llevada a cabo por el gobierno de Joe Biden es un factor adicional de inestabilidad de las relaciones entre EEUU y sus aliados. Uno de los factores de mayor riesgo al respecto es el hecho de que, si EEUU sigue insistiendo en aplicar este tipo de políticas, en algún momento cercano países de Europa y/o Asia se vean forzados a iniciar una estrategia de retaliación que únicamente contribuiría a empeorar aún más las actuales dinámicas del comercio global. Por lo tanto, la consumación de una política industrial activa por parte de EEUU y su mantenimiento en el medio y largo plazo pueden ser un factor decisivo que conduzca a un mundo mucho más fragmentado a escala económica e inestable en términos geopolíticos.
‘Campeones europeos’
Las respuestas que los socios y aliados de EEUU pueden dar a la actual situación no son para nada sencillas ya que estas se ven influidas por múltiples aristas. Por ejemplo, aunque la UE siempre ha aplaudido la creación y consolidación de los llamados “campeones europeos” (grandes empresas europeas líderes en sectores estratégicos) a través de una política industrial activa, también es cierto que, si la UE sigue el mismo modelo que EEUU, la guerra de subsidios podría terminar en la ruptura del mercado único europeo y su funcionamiento, con las gravísimas consecuencias que ello tendría.
Además, competir con EEUU en volumen de subvenciones a la industria es imposible, ya que la capacidad fiscal del gigante norteamericano es muchísimo mayor que la de la UE y, además, la inexistencia de una unión fiscal a escala europea complica mucho más las cosas para la UE en este terreno.
Inestabilidad global
Por otro lado, la mayor preocupación de los aliados americanos de fuera de la UE, tal y como pueden ser Reino Unido o Canadá, es que el nuevo “Consenso de Washington” se base en que las políticas estratégicas occidentales se decidan bilateralmente entre EEUU y la UE en lugar de en un plano multilateral. Para evitar este escenario, algunos países como Canadá se están planteando proponer otorgar determinados poderes reales al G7, para así diseñar de manera conjunta las reglas del renovado escenario económico global.
Por lo tanto, tal y como podemos observar, la continuación de las políticas proteccionistas en el plano económico y la insistencia en la aplicación de una política industrial activa por parte de la Administración Biden, han contribuido a aumentar la inestabilidad económica y geopolítica a nivel global de manera notoria. A todo ello le ha seguido una respuesta por parte de la UE y algunas potencias asiáticas que confirma el viraje proteccionista y la tendencia a un mayor intervencionismo en materia de política industrial a nivel mundial. Podríamos, por lo tanto, encontrarnos ante un nuevo “Consenso de Washington”, pero desde luego no de uno del cual estarían orgullosos Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
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