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Un país de unicornios

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No seamos hipócritas. ¿Quién no desearía que pudiéramos multiplicar la riqueza como los panes y los peces de manera tan rápida como, digamos, aprobar una ley? ¿Que todos en este mundo pudiéramos tener de tal modo comida, techo, ropa, educación –o pongamos lo que queramos- todos los días? Es más, ¿quién no desearía que la riqueza lloviera del cielo en abundancia?

Igualmente, ¿a quién no le gustan los unicornios? Son bonitos, agradables, listos, huelen bien y sólo dan suerte y buena ventura. Los enemigos del Capitalismo y la libertad aman con la misma pasión los unicornios como lo inicialmente enumerado. Y ambas cosas tienen en común más de lo que pensaríamos. En efecto, ninguna de ambas existe en el mundo real.

El pensamiento unicornio es el que cree que el problema con la corrupción, el nepotismo… son los políticos que tenemos actualmente, cuando estas personas que creen que la solución es quitar a unos para poner a otros no tienen una actuación muy distinta cuando se les presentan los incentivos que per se genera el estatus de político o burócrata. Incluso, yendo más allá, ¡creen que la solución para aliviar los problemas que genera la propia política es agrandar aún más los poderes de ésta! Es como creer que un plato salado se arregla con más sal. Adam Smith expresó en La Riqueza de las Naciones esa idea de echar la culpa a las personas (políticos) de un sistema de principio mal hecho (un Gobierno grande):

Es el sistema del gobierno lo censurable, no el carácter de las personas que actuaron en él. Ellos actuaron tal como su situación naturalmente les condujo, y quienes con más fervor claman contra ellos probablemente no habrían actuado mejor.

Pero ¿por qué tanta gente cree en los unicornios, el Estado? El pensamiento mágico desiderativo que cree que existe o es verdad lo que le gustaría que existiera o fuera verdad es tan antiguo como la humanidad misma. El socialismo e intervencionismo en todas sus formas trasciende lo racional para ser, de hecho, una experiencia psicológica. Los supuestos libros de ‘economía’ de todos los profetas del Estado no son más que los libros sagrados de la religión más universal y peligrosa que existe: el estatismo o socialismo. Como los niños que ven unicornios, la secta del Estado ve en éste a su padre, su cuidador. Son místicos en el sentido más peyorativo que empleaba Ayn Rand. Es por lo que resulta tan vano una discusión con este tipo de personas. Hacer ateo a un creyente no es tarea fácil.

Por ello, cuesta aceptar el liberalismo. No te promete la vida eterna ni el paraíso, ni llueve maná del cielo. Es algo tan simple, aunque tan racional, como una teoría hecha para la realidad.

@AdolfoDLozano

 

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