Skip to content

Una huelga para exigir que todo siga igual

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Pocas cosas más conservadoras pueden verse por las calles que una manifestación de sindicalistas defendiendo sus privilegios. El 14-N vivimos -o padecimos- otra jornada de huelga en la que las diferentes organizaciones sindicales exigían que el gobierno no recortara los gastos por los que nos hemos endeudado y no somos capaces de devolver.

La visión estática que tiene la Izquierda de la economía es propia de épocas prehistóricas de tribus que se dedicaban a la recolección; la riqueza es un bien dado como un gran pastel que no se crea pero que hay que repartir. En este juego de suma cero necesariamente tiene que haber ganadores y perdedores, pues si uno es rico, lo es a costa del pobre y en ningún momento se plantea por qué ha llegado cada cual a esa situación. Dentro de esta lógica los recortes implican que esas partidas se destinan a otros menesteres y la única forma de aumentar los ingresos del Estado es subiendo los impuestos.

En los momentos de bonanza en los que el Estado de Bienestar repartía prebendas a diestra y siniestra no había motivos aparentes para la queja, pero en realidad, en esa mala asignación de recursos que alimentó las tres burbujas (financiera, productiva y estatal, siguiendo a Juan Ramón Rallo), se encontraba la propia inviabilidad del sistema. Quienes salen a la calle defienden sus derechos consolidados por esas tres burbujas y se niegan a iniciar el duro pero necesario regreso al mundo real.

Manifestarse para que todo siga igual cuando el nivel de gasto no puede mantenerse es una postura infantil e irresponsable de corto recorrido. Durante casi dos décadas se han acostumbrado a incrementar sus privilegios y la frustración de las expectativas irreales pueden convertir sus sueños en nuestras pesadillas. Nos acercamos al punto de inflexión en el que los socialistas de todos los partidos y en particular quienes controlan los sindicatos deben optar por la responsabilidad o echarse al monte. Tanto el discurso de los socialistas de izquierdas como el de los de derechas está agotado y la alternativa a ambos no es otra que el liberalismo.

La gente parece dispuesta a trabajar duro para salir adelante tal y como parecen indicar los datos que apuntan a un escaso seguimiento de una huelga general que solo conseguía parar la actividad laboral al paso de sus piquetes "informadores". Y ese esfuerzo tan solo necesita que los políticos no les pongan trabas, instigados por los reaccionarios que quieren conservar sus privilegios a cualquier precio.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos